miércoles, 3 de abril de 2013

PECADO CAPITAL. Temporada 1: Envidia

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Uno a uno fue derramando su semen entre la cara y el pecho de Tobago, pero antes que finalizara el show, el hombre que entró de repente al vapor, lo jaló del brazo poniéndolo en pie, lo alzó y se lo montó en el hombre como quien carga una res.


–Ahora vas a sabé cómo es que tira un macho de verdad carajito, tienes una cara de menor, pero igual vas a llevá palo–le dijo el malandro que se lo llevó. 1.80, musculoso, cicatrices en todo el cuerpo y el pelo con un corte tipo meseta con la mitad de la cabeza para bajo sin cabello.



Entraron a la precaria cabina privada que tenía el hombre, lo lanzó en la cama de cemento, lo puso boca abajo y sin decir nada lo penetró hasta el fondo. Un pene grueso de 23 cms invadió su cuerpo que lo hizo retorcerse del dolor.  –Aaaaau me duele coño–gritaba el jovén pero a pesar de su queja e malandro lo garro del pelo y lo empujó hacia él, hacienda que el pene lo tuviera totalmente adentro. A partir de ese momento le dió con todas sus fuerzas. Lo violó.



El malandro no se apartó del muchacho, de hecho le dió la cola a su casa en su moto. –Ahora sé donde vives menor, vas a ser mi mujercita cuando tenga ganas de culo, y que no me entere que otro te monta, porque lo mato y a tit e va a ir peor–. Tobago se bajó de la moto y el malandro lo agro del pelo y le plantó un beso. –Me llamo Coromoto carajito, grabate ese nombre, porque voy a ser tu macho–.



***

Comenzaba una nueva semana y los gemelos se iban como siempre en el colectivo rumbo a su colegio. Tobago todavía adolorido y asustado por lo de ayer. Trinidad tranquilo pero pensando que a su igual le pasaba algo y algo malo. Lo abrazó y le dijo –Hermanito pase lo que pase sabes que cuentas conmigo, somos tu y yo, nos tenemos a los dos para cuidarnos– y le dió un beso en el cachete.



Trinidad como su hermano son homosexuales pero él tiene otra inquietud. Se siente mujer, desde pequeño. Siempre se colocaba los vestidos de su madre o los de su hermanita y se pintaba la boca con algunos cosméticos que había en casa y así salía a la calle hasta que su padre lo descubría y le daba correazos hasta el llanto. Esos episodios han hecho que se reprima mucho pero carga su cruz en silencio. Odia a las mujeres porque él no tiene lo que tienen ellas y es lo que más desea.



Desde hace 3 años ahorra de su mesada para algún día operarse para “ponerme tetas y un coño entre las piernas que es lo que quiero”. Su rabia llega al punto de la violencia hacia sus compañeras del colegio, estudien con él o no.



Llegó la hora del recreo, el colegio era un bullicio y un hervidero de alumnus corriendo hacia la cantina, los baños y ricones ocultos donde poder fumar o desatar las hormonas.



En uno de esos lugares ocultos estaban dos jovencitos comiéndose a besos mientras sus manos jugaban entre sus entrpiernas. Una mano del muchacho bajaba las bragas de la niña y con la otra liberaba a su amigo de la bragueta que lo separaba de aquella gloria. Trinidad los veía a una distancia perfecta para detallar la escena. Él solo se fijaba en la vagina de aquella niña, se mordía los labios de la rabia de solo pensar que si tuviera una de esas ese niño “me podría coger a mi”.



Se fijó en su cara para no olvidarse de ella. –Esa es de 4to año B–pensó. Se quedó ahí esperando que iban a hacer pero sonó el timbre para retornar a las aulas. Ella no se fue a su salón, se fue al baño pero antes le dijo a una compañera que le dijera a la profesora. Trinidad esperó que el recreo quedara completamente solo y se fue al baño de damas. Buscó un trapo negro para taparse la cara y se puso una chemise azul que consiguió en un salón abandonado para que ella no lo reconociera.



La muchacha estaba en uno de los cubículos, él cerró la puerta del baño con cuidado, esperó a un lado hasta que saliera. Apenas ella abrió la puerta el puño de Trinidad fue directo a la cara de ella lo que hizo que cayera al piso. Aprovechó y se le fue encima golpeándola –¡Maldita perra! ¿Cómo te atreves a follar?, ¡puerca!– y seguía golpeándola a pesar que ella ya no estaba poniendo Resistencia. Se detuvo al ver sangre en toda la cara de la muchacha. Le dió una patada entre las piernas.



La volvió a meter en el cubículo y trance el cerrojo. Se limpió las manos y la cara, botó la chemise y el trapo en un pipote que estaba afuera en una esquina y se colocó su chemise beige. El corazón le palpitaba a mil por hora más por la emoción de la golpiza que porque lo descubrieran.


–¿Usted que hace a esta hora fuera de clases y en el baño jovencito?– Le gritó la directora.

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