sábado, 5 de julio de 2014

TRIPLE EQUIS. Metiendo pan negro en el horno


11:30 de la mañana, el calor en la calle era insoportable. Dentro de la panadería no era distinto.

Marcos tiene 28 años mide 1.93, muscoloso y negro como la noche. Se encarga, junto con dos compañeros, de los hornos donde se hace el pana que se vende a diario.

En ese momento estaba solo en el área de trabajo, frente a él una oficina. Ahí estaba Mario, el encargado ventas y de contactar a los clientes. 30 años, blanco, 1,75, delgado.

Marcos no aguantaba el calor, se quitó la camisa y quedó en franelilla. La tela de algodón le ajustaba, marcando sus pectorales y por la humedad y el roce, también sus tetillas.



Varios de los empleados se habían ido a almorzar y solo quedaron Mario y Marcos. La panadería cierra al mediodía, dos horas. Mientras terminaba de hacer unas llamadas, levantó la mirada y vio a su compañero bañado en sudor y lleno de harina en su brazo izquierdo, igualmente observaba sus músculos bien trabajados. Marcos volteó hacia la oficina y Mario bajó la mirada y a los segundos volvió a verlo, esta vez sus miradas se encontaron. Marcos puso su mano en la entrepierna y con la otra mano se secaba el sudor de la frente.



Los separaba un vidrio pero la tensión traspasaba cualquier obstáculo. Mario comenzó a tocarse y sentía como su pene comenzaba a crecer, Marcos sonreía mientras seguía viendo a su compañero. Seguía tocándose él también. De repente el teléfono sonó y atendió, Marcos aprovechó para ir al baño.

Colgó rápido la llamada y se dirigió al baño.



–Ah disculpa pensé que estaba vacío.

–Tranquilo ya oriné.–Dijo, volteándose hacia el lavamanos con el pene aún afuera.

Grueso, centímetros de sobra como para corroborar el mito de la raza negra. Lo tenía algo erecto. Mario terminó de orinar y fue al lavamanos. Le miró el pene a Marcos a través del espejo, no podía quitarle la mirada de encima.

–¿Te gusta?
Mario se limitó a sonreir.
–¿Quieres probar?–Marcos se bajó el pantalón y dejó libre su miembro.
Mario lo agarró, no podía cerrar la mano alrededeor del pene. Tragó saliva.
–No muerde…mámalo.

Y eso hizo, se agachó y como pudo introdujo aquel inmenso pene en su boca. Marcos le empujaba la cabeza para que le entrara todo, pero a Mario le daban arcadas y se le aguaban los ojos.

–Ya va, coño, que lo tienes enorme.

–Shhhh, aguanta, dale que tú puedes.–Y pudo, poco a poco lo introdujo todo en su boca llegando hasta la garganta, respirando y relajando la mandíbula.



Luego de un rato jugando con semejante miembro, Marcos lo levantó del suelo. Se quitó el pantalón y le dijo a su compañero que hiciera lo mismo.

–Te voy a coger.–Volvió a tragar saliva.

Ambos sudaban, sus cuerpos brillaban y así, desnudos, Marcos llenó su mano de saliva y la pasó por entre las nalgas de Mario. Lo cargó. Este se agarró del cuello de Marcos. Guió su pene hasta llevarlo a la entrada del culo y ahí comenzó a empujar despacio, muy despacio. Lo apoyó en el lavamanos y terminó de penetrarlo, Mario cerraba los ojos aguantando el dolor.

–Relájate para que termine de entrar.–23 centímetros entraron en el cuerpo de Mario que gemía sin parar. Marcos lo alzó y salieron del baño. Aún penetrado se fueron hasta el escritorio y ahí lo tumbó.

Le abrió las piernas hacia los lados y comenzó a empujar con todas sus fuerzas. Mario no paraba de gritar. El dolor y el placer se mezclaban con el calor que los invadía. A Marcos le corría el sudor por sus ojos pero seguía embistiendo con fuerza a su compañero. Se detuvo, lo volteó.



Lo puso al borde del escritorio y siguió. Mario no paraba de gritar y gemir. Marcos lo agarraba por la cabeza y le daba con más fuerza.

–Me vengo, me vengo, no aguanto.–Decía Mario que no se estaba tocando.

–Dale acaba que ahora voy yo. ¿Dónde quieres la leche?–Terminó la frase y ambos acabaron a la vez. Marcos lanzaba gritos con cada descarga, que veniá con otra embestida. Terminó. Sacó su pene lentamente y de aquel culo dilatado escurría el líquido que había dejado Marcos adentro.



Mario no podia moverse, le dolía todo, pero quedó satisfecho y cumplió su fantasía de que lo cogiera un negro y mejor aún, compañero de trabajo. El pan que estaba en el horno se quemó.

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