jueves, 11 de junio de 2015

SE ME ANTOJA QUERERTE 4


Débora y Alejo

Débora y su mamá Desiré firmaron el contrato de alquiler del local de al lado del salón de belleza para  ampliar el negocio y poder ofrecer otros servicios, como limpiezas faciales, más unidades de peluquería, manicure y pedicure.

Alejo se comprometió para ayudarla en la remodelación y en los trabajos de albañilería,  plomería y electricidad. Mientras el salón de belleza continuaba abierto al lado estaba en obras. La pared que divide ambos locales sería lo último que tumbarían, tenían que esperar la aprobación del edificio y supervisión de la Alcaldía y bomberos para evitar cualquier problema de infraestructura.
Débora estaba emocionada con la ampliación, eso significaba más dinero y así poder reunir para su operación. Los siguientes días no iba a trabajar en la peluquería pues estaría al lado en las reformas junto a Alejo y dos personas más. Desiré se encargaría de buscar los muebles y de los nuevos productos que necesitarían.

Luego de dos semanas de obras, aún faltaban cosas por hacer, no todos los días podían dedicarse al local, pero el día que trabajaban lo hacían durante todo el día.
Ya eran las seis de la tarde y el salón había cerrado y los dos obreros se habían ido, sólo quedaban Débora, Desiré y Alejo, pero su mamá ya estaba por irse. Débora le dijo que se quedarían un rato más recogiendo.

Alejo estaba sin camisa y Débora no le quitaba la mirada.
–¿Qué?
–Nada…te ves muy bien así sin camisa, sudado y lleno de polvo. Se me ocurren muchas cosas.
–¿Ah si? ¿cómo qué? -Alejo se le acerco y así todo sudado la abrazó y la besó.
Débora comenzó a desabrocharle el pantalón para luego bajárselo, metió su mano por dentro del interior, Alejo ya estaba excitado. Ella comenzó a bajar lentamente besando los pectorales, luego los abdominales, pasó su lengua por el ombligo de Alejo hasta rozar su zona púbica.

La mezcla de sudor y tierra en la entrepierna de Alejo le excitaba a Débora que no perdió tiempo para comenzar el sexo oral. Era la primera vez que veía el pene de su novio. Lo había sentido sobre la tela de jean pero ahora lo podía sentir, oler y probar. El pene estaba totalmente rígido y curvado hacia arriba.
Alejo no aguantó más y quería hacerle el amor.
–No tengo condones –Dijo.
–Tranquilo, yo tengo en el bolso -Débora lo buscó, lo abrió y se lo puso. Como no tenían lubricante usó una de las cremas para el cabello y colocó un poco sobre el condón y ella se colocó crema atrás.
–Yo sé que tú quieres una vagina, pero de momento sólo puedo ofrecerte esto.
–Tú tranquila que vamos a disfrutar ambos. –Le bajó el mono y la pantaleta y la pegó contra la pared, le abrió las nalgas y muy despacio comenzó a penetrarla. Débora estaba excitada con la piel erizada pero tensa, Alejo le susurró al oído y le mordió el lóbulo suavemente lo que hizo que ella se relajara y así su pene entraría completamente. Gracias a la curvatura de su pene, Débora sentía cada movimiento que hacía Alejo mientras la tenía pegada a la pared.
Él introducía su pene y lo sacaba completo para repetir de nuevo.
Alejo rodeó a Débora con su brazo derecho y comenzó a tocarle  los senos, luego fue bajando lentamente por su abdómen hasta llegar a la entrepierna.

Al tocar el pene de Débora, ella se vino enseguida pero él se paralizó por unos segundos. El sentir en su mano un pene lo sacó de situación por un momento. Su pene perdió rigidez pero enseguida comenzó a moverse. Tomó el pene de Débora que estaba lubricado por el semen y comenzó a acariciarlo mientras el seguía penetrándola.
Llegó el momento y Alejo se tensó y eyaculó, Cada chorro que soltaba significaba un empujón y otro y otro y otro. Su pene se ponía flácido dentro de Débora hasta que lo retiró.

Así como estaban, sudados, agotados y medio desvestidos, se sentaron en el piso y se abrazaron.
–Wow mi amor, eso estuvo muy, muy bueno.
–¿De verdad? ¿Te gustó?–preguntó Alejo–.
–Mucho.
Hubo un silencio de varios segundos hasta que Alejo volvió a hablar.
–Tengo que confesarte algo mi vida. Me da mucha pena, pero quiero que esta relación se base en la sinceridad y quiero decírtelo ahora para que todo quede aclarado.
Débora se incorporó luego de estar recostada sobre las piernas de Alejo.
–¿Qué pasó?
–Es que…cuando te toqué abajo y sentí tu pene, eso me friqueó, y bueno, se me bajó el guevo y todo…discúlpame.
–Tranquilo, te entiendo, es normal mi amor, ya nos acostumbraremos a nuestros cuerpos y pronto voy a quitarme “eso” que me sobra.
–Sabes cuando estás concentrado en algo y sabes a lo que vas y sabes lo que te vas a conseguir y zuas, la vaina cambia, eso me bajó los suiches, pero tranquila que no va a volver a pasar, de hecho finalicé como un campeón
–JA, JA, JA
–¡No te rías que me dio hasta pena y todo!
–Estuvo muy rico mi amor -le hablaba bajito mientras se acercaba a él y le daba un beso en la boca–.
Alejo volvió a excitarse.
–Menos mal que te daba pena, mira eso.–Se agachó y volvió a hacerle sexo oral–.

Esa vez se levantaron y se acomodaron, recogieron lo que faltaba y salieron del local.
–Huelo a leche, a sexo a morbo a todo.
–Tú mamá te va a descubrir.
–Ja, ja, ja, la tuya también.

Llegaron al edificio de Débora y en la entrada comenzaron a besarse. La calle estaba oscura, un pequeño bombillo sobre ellos dibujaba una silueta que apenas se percibía.
–Lo de esta noche fue increíble, a pesar del lugar y ahí parados, me encantó–Dijo Débora.
–Yo disfruté cada segundo que estuve pegado a ti.

 Se despidieron y Alejo le dijo que le escribiría cuando llegara a su casa. En el camino se tropezó con su primo.
–¿Qué dice bicho?
–Epa Rendel.
–Tas como ligerito…¿te cogiste al Arquímedes?
Alejo comenzó a darle golpes hasta que lo tumbó en el piso y siguió dándole hasta que llegaron los amigos de Rendel y los separaron.
–Deja la vaina con Débora, deja la vaina, te veo así sea a dos cuadras de ellas y te parto los huesos.
–Anda a cogerte al maricón ese a mi me sabe a mierda. Pero te jodiste conmigo bicho. Mosca por la vida.
–Mosca tú.

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