martes, 16 de junio de 2015

SE ME ANTOJA QUERERTE 7

Andrés y Amadeo

Era sábado y Andrés invitó a Amadeo para dar un paseo por una parte de la ciudad, al este, quería mostrarle un lugar.
Andrés estaba sentado en un banco de la calle esperando, cuando siente que alguien viene por detrás.
–Llegas tarde Amadeo, te dije a las 10, son las 10:30.
–Carajo ¿cómo sabías que era yo?
–Cada persona tiene su aroma particular, yo me aprendí el tuyo, desde el primer día.
–´Ta bien, yo te huelo normal pues no te veo algo particular.
–Porque me estás viendo y ya me conoces y tu sentido de la vista es el que te está funcionando como receptor principal, los otros quedan en segundo plano.
Amadeo se le quedaba viendo fijamente y sonreía, le encantaba escuchar a Andrés cuando le explicaba las cosas.
–Te voy a llevar a un pequeño parque que está cerca de aquí para que veas algo.
–¿Un parque, por aquí? ¿dónde? ¿estás seguro que es por aquí?
–Segurísimo, está a tres cuadras de aquí es un parque de bolsillo, así los llaman porque son pequeños y acogedores. No lo conoces porque lo has visto cuando pasas pero no te has detenido a observar.
–¡Ay por favor! Yo me conozco esto y no hay parques, solo la plaza principal.
–Sígueme.

Llegaron al parque, era pequeño, un pasillo ancho y de largo no llegaría a más de 6 metros con unas palmeras y pequeños arbustos a los lados y al fondo, igualmente unos bancos  y tres aparatos para los niños. Amadeo estaba sorprendido del lugar pues efectivamente había pasado por ahí en varias oportunidades pero nunca se había fijado. Entraron y no había gente. Andrés le dijo para sentarse en uno de los bancos laterales. Al sentarse entraron dos señoras de la tercera edad que se sentaron frente a ellos, separados por el pasillo.

–Verga chamo, de verdad que no sabía de este refugio además uno se mete aquí y parece que se respira paz, hay un silencio…
Andrés paso una pierna hacia el otro lado del banco y le dijo a Amadeo que hiciera lo mismo, ahora estaban frente a frente.

–Las viejas esas nos están viendo y hablan bajito.
–No le digas viejas, son unas señoras, podrían ser tus abuelas. Hablan de nosotros pero no les prestes atención. Ahora, cierra tus ojos y pon la mente en blanco, concéntrate en este lugar.

Amadeo cerró los ojos e hizo lo que le dijo, en su mente apareció la imagen del parque. Andrés puso sus manos en la cara de Amadeo.
–Marico, ¿qué haces?–Abrió el ojo derecho para ver a las señoras–Las viejas nos están viendo–.
–Cierra los ojos y concéntrate. Estoy viendo tu cara con mis manos.
–Verga…

Andrés recorría lentamente la cara del muchacho, tocaba sus cejas, su nariz, deslizaba sus dedos por las mejillas y tocaba los labios. Amadeo se le erizaba la piel y sentía la brisa que corría y pegaba en su cara, le llegaba el olor de hojas verdes, de hojas secas, tierra mojada, asfalto. Cuando los dedos de Andrés recorrían su nariz podía percibir el olor que despedían, era agradable, dulzón.

–Eres muy guapo Amadeo, eres un niño muy lindo.
–Marico se me está parando el güevo. No lo digo por mal, pero esta sensación de estar con los ojos cerrados y sentir todo, wow, me siento bien, tranquilo.
–Así que el tocarte mientras cierras los ojos te excita, que bien, que rico eso. ¿ves? Todo lo que puedes experimentar viendo a través de otros sentidos. No necesitas tus ojos para sentir la belleza de este lugar.
–Me provoca darte un beso en la boca.
–¿Y que te detiene?
–Esas viejas que no nos dejan de mirar.
–¿Ellas te lo están prohibiendo?
–Las veo y sus miradas de reprobación me lo dicen.
–Entonces cierra los ojos. Y haz lo que te provoca.
Y así lo hizo, se acercó a Andrés y lo besó. Amadeo puso sus manos en el cuello de Andrés y un profundo beso los unió más, sus lenguas se rozaron y no hubo manera de detener que jugaran entre ellas. Se  separaron, Amadeo abrió los ojos y una sonrisa se dibujó en su cara.
–Si, a mi también me gustó lo que sentí.–Dijo Andrés –¿me permites un momento? Ya vengo–

Andrés se acercó a las señoras, que al verlos besarse hablaron un poco más fuerte.
–Buenos días señoras.
–Buenos días.
–Hermoso este lugar ¿verdad? ¿No les parece que venir a este lugar tan tranquilo y acogedor lleno de tanto verde y que se siente una frescura en el ambiente sea perfecto para desconectarse?
Las señoras veían a Andrés sorprendidas de que era ciego.
–Si, es bonito.
–Entonces ¿por qué no aprovechar esta paz para traerse un libro o unas agujas y lana para tejer sin estar pendientes de lo que pasa alrededor? Si salieron de sus casas es que estaban agobiadas y encerradas y querían tomar aire fresco.
–Ustedes estaban tocándose y besándose, son dos hombres…y eso…no está bien.
–¿Usted cuando se despida de su amiga le va a dar un beso en la mejilla, ¿alguien las tildará de lesbianas y vulgares por hacer eso?
Las señoras no respondieron y bajaron la cabeza.
–No se avergüencen agachando la cabeza. Lo que vieron hace unos minutos era una demostración de cariño de un hombre a otro, –Amadeo se estaba acercando– y luego nos besamos porque somos novios y nos queremos. ¿Hay algún problema con eso?
–Eso no se hace, son dos hombres señor.
–Ustedes vieron como dos personas se demuestran cariño y afecto, pero allá afuera hay personas malas que matan a personas buenas por un celular, niñas y niños que los violan, hombres que le pegan a sus esposas porque la comida no tenía sal o tenía mucha, ¿y ustedes ven mal que dos hombres se quieran y además dentro de este hermoso lugar?.
–Las señoras se levantaron y se fueron del parque.
–Hasta luego señoras, que tengan un feliz día.
–¡¡Sí, huyan par de viejas homofóbicas!!
–Déjalas, que ya se fueron sintiéndose mal. Vamos a caminar ¿almorzamos algo por aquí?
–Sí va.

Comenzaron a caminar hacia arriba de la urbanización donde estaban. Amadeo le contaba lo bien que se sintió con la experiencia que tuvo junto a él, que quería repetirla. Andrés le dijo que podía hacerlo en el momento que quisiera, hasta en su habitación a solas, simplemente tenía que conectarse con su interior y ver más allá de sus ojos.

Luego de almorzar caminaron un rato más y entraron a un local para comer el postre con un café. El celular de Amadeo sonó. Era Aníbal.

–<<Aló>>
–<<Hola belleza, ¿cómo estás?>>
–<<Bien y tú?>>
–<<je, je, bien, ¿estás con el ciego?, ¿no puedes hablar verdad?≥≥
–<<Eso es correcto, cuéntame>>
–<<Te tengo un negocito para que te ganes un buen dinero, ¿te interesa?>>
–<<Bueno, claro que me interesa ¿de que se trata?>>
–<<Por teléfono no te voy a explicar, ¿a que hora te desocupas y por dónde te busco?>>
–<<Yo creo que en un rato, yo te aviso ahora>>

Colgó la llamada y le contó a Andrés que era un amigo proponiéndole un trabajo pero que le explicaría en persona. Andrés se despidió de él y lo invitó para un concierto de la Sinfónica en el teatro Municipal mañana domingo. Aceptó la invitación y se despidieron.

1 comentario:

  1. Amadeo es muy ordinario para Andrés que es demasiado bello!

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