jueves, 26 de noviembre de 2015

MALAS INFLUENCIAS. Llenándome de barrio. #FrançoisSomosTodos


Ya montado en el carro me dirigía hacia La Vega, un lugar totalmente desconocido para mi, casi como si no existiera.
Me aventuré a ir en mi carro porque en transporte si que me iba a perder y no salir más nunca de ahí.

Cuando llegué a la zona había una alcabala improvisada, al acercarme más me doy cuenta que no son policías, son civiles, encapuchados y armados, eso terminó por asustarme. Me detuvieron.
Me tocaron el vidrio y me hicieron una seña para que bajara el vidrio.

–¿Pa dónde vas tu catire? ¿andas perdido? No te hemos visto nunca. –El hombre me empezó a asustar cuando levantó el arma casi apauntándome.
–Eh bueno…voy a esta dirección. –le pasé el papel.

Barrio La Amapola, casa 43, La Vega.
–¿Qué vas a hacer allá?
–Voy a casa de Juan López.
–Ah coño, tu eres el Fransuá, sigue, el bloque es ese que está allá, estacionas en el puesto 4, preguntas por el Chuzo y le dejas las llaves del carro él te lo va a cuidar.

En ese momento pensé que el niñato ese le habia contado a toda La Vega que yo iba a tirar a su casa. Pero bueno, la bienevenida me relajó, sabiendo que todo estaba controlado.
Llego al bloque, un edifico deprimente, parecía abandonado, los alrededores llenos de basura. Mientras esperaba a que apareciera el fulano Chuzo, estaba metido en el carro. Vi llegar a un chamito que no tendría más de 12 años.
Me tocó la ventana –otro más -Bajé la ventanilla.
–¿Fransuá?
–¿Chuzo? –Dame las llaves –Me dijo, las saqué del suiche y se las dí.
–Dale mi pana, yo te cuido el carro.

Llamé al chamín para decirle que ya estaba en el edificio.

–<<Sube, es en el piso 8>>
Excelente, no hay ascensor. Me tocó subir por las escaleras, aquello era horrible, sucio y oscuro. Me topé con una parejita de adolescentes, la niña le mamaba el guevo a su novio, al resuelve, que se yó, seguí subiendo.

Llegué  a la puerta y toqué. Comenzó a abrirse la puerta, un muchacho flaco que tenía cicatrices en su pecho, tenía solo unos interiores pequeños y estampados puesto.  Se le marcaba un bulto que Dios se lo guarde.
-¿Tú eres Fransuá?
–Si, ¿Y Juan?
–En el cuarto, ya se lo están cogiendo, pasa.
Entré el cuarto y el carajito se lo estaban cogiendo y mamaba guevo.Yo empecé a quitarme la ropa, cuando por detrás se me vino el que me abrió la puerta.
–Deja a esos dos y dame este culito. Uf hueles rico papá. El culo te debe oler a talquito. –Me metió la mano entre las nalgas e intentó meterme un dedo.
–Dóblate para metértelo.
–Ya va, pero ponte condón.
–Eso me baja el guevo
–Entonces nada, sin eso no hay culo.
–No tengo condón.
–Yo tengo. -saqué uno de mi cartera y se lo dí, me escupió el culo y él se echó saliva en el guevo. Comenzó la fiesta.
El tipo era un bárbaro, aparte de tener un megaguevo se movía como un experto. Me empujó hasta la cama y me puso en 4, luego de darme un buen rato así, me tumbó y, acostado, volvió a cogerme. A Juan ahora se lo cogía el otro. Ahí si que no había condón.

El hombre estaba fajado conmigo, me había volteado para cogerme de frente, luego de lado. Escuché la puerta del apartamento abrirse y luego cerrarse de golpe. El carajo que me cogía, se fue donde Juan para metérselo y el otro vino hacia mi para que se lo mamara.
–Chamo, te lavas el guevo primero, no pretenderás que te lo mame cuando lo sacaste del culo.
–Está limpio.
Dijo eso y vi todo el cuarto, era una pocilga. -Lávatelo y te lo mamo.
Entró otro tipo al cuarto con el guevo parado y el condón puesto. Era un negro. -¿A quien me cojo?
–A mi. –dije , así de lo más desesperado por sexo. El tipo vino y se fue por detrás y listo, pa dentro sin contemplaciones, algo que me puso la carne de gallina. –El sifrinito aguanta guevo ¿no?.
No sé por qué les da por pensar siempre que los que no viven en barrios somos sifrinitos…en fin, llegó el otro de lavarse aquello y me lo metió en la boca.
Juan no hacía más que gemir como niña mientras se lo turnaban para cogérselo. Mientras el negro me cogía hablaba con los otros, yo me sentía el más ignorado, era como humillante la escena, yo ahí de juguete sexual de unos malandros que ni me determinaban; ¡Que morbo me daba eso!.

–¿Quién está a punto de venirse?
–Yo -gritaron los que estaban con Juan. –vengan y le echan la leche a este –¡a este! Que patán. Llegaron pajeándose y de repente recibí una lluvia blanca de 3 tipos. Mi cara era una dona. A juan se lo cogía el tipo al que le mamé el guevo.
Cuando terminaron de echarme hasta la última gota, me pasaron sus guevos por la boca. Me sentí tan poquita cosa, humillado, lleno de semen de 3 malandros de barrio pero feliz.

–Pasa al baño. –El baño no tenía puerta, el lavamanos estaba a una mirada de caerse, la poceta sucia. El piso era de granito pero desgastado y la ducha, bueno, la cortina era un cosa; grandes extensiones de moho negro que abarcaban casi la cortina de plástico, el piso asqueroso y sólo había una llave, la otra estaba desaparecida, por supuesto era agua fría. Sí, ahí supe porque me dicen sifrinito. Ese baño era un laboratorio bacteriológico. Yo creo que que mi cuerpo se llenó de hongos ese día.

–EPA, ¿Tienen toalla?
–Usa la que está en el toallero. –El toallero era un palo de madera sustituyendo a una barra de metal que hace años había ahí y de ese palo colgaba una ¿toalla? deshilachada y gris –me imagino por lo sucia- que casi era para secarse las manos. Como pude me sequé.

–¿Te gustó la cogida? –Me dijo el negro.
–Si, ambas.
–Yo era el que te paró allá abajo mi pana. No estaba invitado pero me vine pa culeá contigo.
–Ah que bien, que bueno, uf divina esa tirada. –Si fue divina, pero aún no superan a mi exjefe–.
–Divino fue el guevo que nos metimos en el trabajo ¿verdad?. –Me dijo el niñato como si me hubiese leído la mente.

–¿Quieres café, jugo, agua, fresco, una cerveza?
Me dijo uno de los que vivía ahí. –Coño si tienes café , dame una taza pequeña.
El chamo montó una cafetera y se puso a lavar los platos que eran una montaña, la cocina también era un asco.
–Chamo, disculpa el desorden y lo sucio del apartamento, nos agarraste de sorpresa y no limpiamos.
–No vale, tranquilo. –Ese apartamento no lo limpiaban desde hace meses, la cochinada que había no era de días.
Terminé el café –muy bueno por cierto- y les dije que me iba.
–¿No quieres que te lo meta de nuevo? –Me dijo el negro mientras se tocaba el guevo y se le iba parando.
–No mi pana, ya me tengo que ir, otro día vengo con más calma y me quedo hasta tarde.
–O adormir y te cogemos toda la noche.
–Si va. –Ya estaba hablando como ellos, tenía que salir de ahí rápido.

–Me voy contigo en el carro así te escolto, pa que no te pase nada, me dejas en la alcabala ¿si?
–Ok, no hay problema. –Le dije.
Gracias catire,  ven cuando quieras o me llamas y te vienes a mi casa pa darte guevo toda la noche. –Extendió su mano y me dio un papel con su número. “Yenderson”.
–Dale Yenderson, te aviso.
–Si va Fransuá, tienes nombre de vieja marica.
–Jajajaja si. –Arranqué y me fui.

Más nunca supe de ellos, de Juan sí.
Les escribo pronto, bye.

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