sábado, 2 de abril de 2016

MALAS INFLUENCIAS. Gerontofilia.


El lunes amanecía con una conversación seria con Guillermo sobre sus visitas del domingo. A las 5:30 de la mañana con el café me senté con él.


–Es mi única manera de drenar y un hotel me sale caro si voy semanalmente. Aquí estoy cómodo y bueno no pensé que te iba a molestar.

–Es mi casa y no me agrada mucho que una manada de hombres vengan acá uno detrás de otro, no sé quienes son, que mañas tienen, por lo menos estaba yo aquí.

–Pero te tiraste a mi primo.

–Eso es otra cosa, se puso a tiro y bueno.

–¿Entonces no puedo traer a más nadie?

Me quedé pensando unos segundos, era ser muy descarado no tirar cuando yo soy peor, pero es mi casa y si traigo gente a mi casa es mi problema. Le dije que no había problema pero que sea prudente y, le iba a cobrar un extra por permitir esas visitas.

–No hay problema. Lo que sea con tal de poder hacerlo aquí. Pero tienes razón, voy a hacer un filtro antes de traer a alguien aquí.

–Perfecto y procura que yo esté aquí cuando ocurra eso, a menos que sea alguien que conoces ya de antes.



Me fui a trabajar, al salir hice unas diligencias y me corté el cabello. Y ya que había retomado la lectura, también retomé hacerlo en la plaza Bolívar de Chacao. Compré un sanduche y me senté en un banco con respaldar, bajo un árbol con bastante sombra.

Luego de un rato leyendo se sentó a mi lado un hombre mayor, ya lo conocía, del tiempo que venía a leer aquí, desde hace 5 años.



–¿Cómo está señor Antonio?

–¡Hola muchacho! Estabas perdido, ¿Estabas de viaje? Pensé que te habías ido del país.

–No, no, es que he estado complicado con el trabajo, tengo mucho pero bueno, hoy retomé la lectura, es más, es el mismo libro mire, desde hace casi un año.

–Que bueno. ¿Podemos conversar? ¿O quieres leer a solas?

Me le quedé viendo a Antonio, de joven debió ser muy guapo, era delgado, ojos verdes y el pelo blanco, estatura media y recuerdo que me dijo que jugaba fútbol cuando tenía 20 años hasta los 35, así que debe conservar algo de aquel cuerpo atlético. Es español, llegó a Venezuela a los 15 años.

­Claro señor Antonio, cuénteme. –Cerré el libro y lo puse a un lado. Antonio dio un largo suspiro y habló.

–Verás…yo me casé hace 60 años, enviudé hace 15 y desde entonces no me enamoré más y no tuve a otra mujer, bueno una que otra pero nada serio…y…bueno tuve un nieto gay que no sé de él desde hace 20 años, su madre murió, lo tuvo joven, yo también era muy joven cuando embaracé a mi esposa y nació mi hija. Mi nieto lo rechazó su padre por ser gay y además que lo tuvo fuera del matrimonio…



Yo no estaba entendiendo nada de la conversación pero lo dejé hablar.



…Siempre me quedó la duda de cómo sería con mi nieto siendo gay y ahora a mi 80 años cuando ya he hecho de todo y ya estoy de salida aunque ya es tarde para eso, quisiera tener una experiencia homosexual…



De repente nos envolvió un silencio, yo me quedé pensando en lo que me había dicho. ¿Me estaba proponiendo tener sexo con él? No creo.



–…Y estaba pensando que como tú me contaste que eras gay, quería saber si…pudieras…o quisieras estar conmigo.

–Wao…señor Antonio, me agarra de sorpresa esa propuesta, yo nunca he estado con una persona mayor, digo, una persona de la tercera edad. Yo le he contado que soy sexualmente activo y he hecho de todo pero esto no.

–Bueno, no es obligado, si no quieres no hay problema, lo que pasa es que te conozco y me siento en confianza.

Le vi esos ojos verdes llenos de nostalgia, de historias, de vida, con ganas de cosas nuevas y a mi se me estaba parando. Accedí. Se puso nervioso y puso su mano en mi hombro –Te invito a mi casa. -Me dijo.



Vivía cerca de la plaza. Llegamos al edificio, era muy viejo y bastante descuidado. Mientras subíamos por el ascensor al 4to piso me advirtió de su apartamento.

–Es pequeño y está muy desordenado, te pido disculpas por eso.

–Tranquilo, no hay problema. –Y era cierto, al apartamento le hacía falta un cariñito, estaba sucio y oscuro.

–¿Quieres tomar algo? Jugo, agua, café?

­–Jugo está bien.

Unos minutos luego de conversar de cualquier cosa, rompió el hielo.

–¿Comenzamos con un sexo oral?. –me impresionó la rapidez. Me desabroché el pantalón y lo dejé caer, sabía que al verme el guebo se lo iba a pensar.

–Dios, pero tú lo tienes grande, bastante grande, no sé ni como agarrarlo.



Terminó de bajarme el interior y luego me quedé paralizado al ver lo que hacía. Se quitó la plancha, su boca se quedó sin dientes y así se dispuso a mamar. La sensación fue placentera por no decir excitante, aunque no podía metérselo todo en la boca, yo lo estaba disfrutando. Tome una silla y me senté, él hizo lo mismo.



Luego de un rato se detuvo estaba cansado, le dolía la mandíbula, se incorporó en la silla y tomó las planchas y se las colocó en la boca.

–Que pena, disculpa. -Me sonreí



–Lo tienes muy grande pero quisiera intentar que me penetraras, hazlo despacio.

–Si, bueno, no tengo problema, lo haré con cuidado. –Nos quitamos la ropa y efectivamente el hombre no tenía mal cuerpo, claro, se le notaba el paso de la edad pero estaba bien para tener 80 años. Un culo bonito, paradito a pesar de la gravedad.



Fuimos al cuarto y Antonio se puso en cuatro, agarré un pote de crema que tenía en la peinadora y le puse en el culo –Con cuidado. -Me dijo apenas le puse la mano en el culo. –Tranquilo, estoy lubricando la zona. -Le puse suficiente y comencé a meterle suavemente el dedo para dilatarlo.



Poco a poco fui metiendo mi guebo, Antonio estaba relajado pero atento a lo que ocurría. Ya iba por la mitad y le pregunté como se sentía y me dijo que bien, que siguiera. Y seguí. Yo no podía creer lo que estaba pasando, pero mi verga estaba firme. Cuando ya lo tenía todo adentro el cuerpo de Antonio temblaba. ­­–Me vas a hacer acabar, no aguanto, me vengo. –Se corrió en las sábanas. Se echó hacia adelante y él mismo se sacó el guebo y se tumbó en la cama.



Me fui al baño a limpiarme pues salió con sorpresa, pero bueno, se lo perdoné. Regreso a la cama y me siento en la punta, Antonio estaba en el otro extremo, acostado.

–Gracias, ya puedo morir tranquilo y feliz. Disfruté lo que hicimos.

–Que bueno.

–Estoy cansado, quiero dormir un rato, ¿te puedes quedar a dormir?

Me quedé callado unos segundos pensando. –Si.

–Tranquilo que no tienes que volver a hacerlo, sólo quiero estar con alguien abrazado.

Me levanté para ver que había y hacer algo de cena, preparé una ensalada de atún, lavé todos los platos y limpié la cocina. Fui al cuarto.

–Está lista la cena, levántese señor a recuperar fuerzas.



Cenamos, conversamos un rato más y luego se fue a acostar pues tenía sueño, me pidió un vaso de agua para tomarse sus pastillas y yo aproveché para recoger un poco la sala y el comedor.

Ya a las 12 de la noche me acosté y encendí la televisión pero no tenía cable sólo señal abierta así que vi un ratico televisión y me acosté. Antonio me abrazó y así dormimos toda la noche.



Me desperté a las 6:15 de la mañana, Antonio dormía boca arriba, lo tapé con la sábana pues hacía frío y me levanté a preparar desayuno para los 2. Cuando ya las arepas estaban casi listas me voy al cuarto a avisarle al señor.



Le paso la mano por el brazo y no se despierta, lo muevo y nada, lo vuelvo a mover más fuerte y nada. Me eché hacia atrás. Antonio estaba muerto, no podía creerlo, sentí su respiración y no había, me puse nervioso, no sabía que hacer. Sólo podía hacer algo sensato. Le escribí a Jack.



–<Jack necesito de tu ayuda, estoy en Chacao en casa de un señor mayor, amaneció muerto, no sé que hacer. ¿puedes venir?>

–<Dios ¿ahora que hiciste? Dame la dirección. ¿Cómo se llama el hombre?>

–<Calle Sucre, edificio Magdalena, el señor se llama Antonio Hernández, piso 4 apartamento 4-D>



Pasaron 5 minutos y no recibía respuesta de Jack, le volví a escribir.

–<Jack, dime, ¿qué hago? ¿Me vas a ayudar?> -Me respondió.



–<François, ese hombre era mi abuelo>

Las manos comenzaron a temblarme y me senté.

–<Sal de ahí François, yo me encargo de todo, vete de ahí por favor>

–<Yo te espero>

–<NO, QUE TE VAYAS A DE AHÍ, deja las llaves donde el conserje y le dices que yo las buscaré.>



Me fui de ahí y ahora más desconcertado con Jack, de nuevo el misterio rondaba su vida.

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