sábado, 18 de junio de 2016

SODOMITA. 2da parte. Capítulo 1


Darwin seguía trabajando en la noches prostituyéndose mientras le inventaba a Gonzalo que trabajaba de noche como vigilante de un local de ambiente, aunque no le cuadraba mucho que ahora tuviera más dinero, pero no le preguntó.



Como Gonzalo estaba de vacaciones, iba de casa en casa predicando la palabra de Jehová, como siempre, muchos no le abrían la puerta, más que la molestia de escuchar el discurso, era por seguridad. También se colocaba en las plazas o calles concurridas esperando a algún incauto para llevarle la palabra.

En una oportunidad que estaba solo pues su compañera de caminatas estaba en otra calle, tocó el timbre en una de esas casas que están a nivel de calle. A la espera de que le abrieran sacó varias revistas y unas hojas de su bolso cruzado. Abren la puerta y con la cabeza agachada ve unos pies descalzos.



Mientras va subiendo la mirada, las piernas que ve están mojadas, a mitad de pantorrilla, una toalla blanca que llega hasta la cadera del hombre, justo en el borde de la toalla se asoman unos vellos negros que suben hacia el ombligo y un abdomen cubierto de diminutas gotas de agua puestas estratégicamente sobre unos abdominales suavemente marcados, piel bronceada rematando con unos pectorales definidos y hombros trabajados.

Gonzalo tragó saliva antes de poder hablar.

–Mmjmm buenos días, vengo a hablarle de la palabra…

–Sí, sí, pasa, eres testigo de Jehová, me agarraste saliendo de la ducha porque me voy al trabajo pero puedo atenderte. –Se tocó su pene sobre la toalla como si se lo secara. –Pasa y siéntate en el sofá, ¿quieres algo? Café, agua, jugo.

–No gracias, bueno, café.



El hombre fue a buscar el café mientras Gonzalo ya estaba sentado en el sofá, en el apoya brazos había un interior blanco, se le quedó viendo.

–Toma, tiene azúcar, cuéntame, a ver véndeme a Jehová. Se quitó la toalla y la dejó en una silla, mientras tomaba el interior para ponérselo. El pene del hombre se movía de un lado a otro, Gonzalo no le quitaba la mirada. Terminó de ponerse el interior y se acomodó el miembro dentro del mismo.



­–Bueno…yo sólo venía a dejarle estos folletos para que los lea y se acerque al señor, a veces con la rutina del día a día, el estrés y las preocupaciones nos olvidamos que Jehová nos ve y nos protege y nosotros debemos estar cerca de él. –Gonzalo estaba sudando, se pasaba la mano a cada rato por la frente y se secaba en el pantalón.

–Ahora el que está cerca de ti soy yo. Yo pensaba que me ibas a echar la charla y marearme con el fin del mundo. -El hombre se había parado frente a Gonzalo mientras este permanecía sentado y viéndolo hacia arriba y de vez en cuando su entrepierna.

–No, no, no, yo no vengo a que usted sea testigo de Jehová una vez que yo salga de aquí, simplemente darle información.

–Ah vaya, primera vez que oigo eso de uno de ustedes. -Se volvió a tocar su pene y dejó su mano ahí, el pene del hombre lentamente iba creciendo.

Gonzalo iba levantando lentamente su mano, cuando estaba la altura del muslo del hombre, este se apartó y se dio la vuelta. Gonzalo se levantó y volvió a pasar su mano por la frente, el hombre volteó y le tomó la mano.

–Sécala aquí. –Le metió la mano en el interior, Gonzalo temblaba y retiró la mano con rapidez y agachó la mirada.

El hombre se sonrió y se mordió el labio inferior. –¿Quieres más café?.

–Sssí…

Cuando se fue a la cocina Gonzalo acercó su mano a la nariz para sentir el olor de aquel pene que había tocado. Su pantalón se había humedecido, volvió a sentarse.

–Yo tengo que irme, déjame lo que me tienes que dejar y nos vemos otro día para que me expliques, ¿te parece? –Tomó un bolígrafo y un trozo de papel. –Toma mi número y me llamas cuando quieras.

–Ooookey seguro, gracias por los cafés y por recibirme.

–Volvió a tocar su pene que ya se notaba la erección. –Por nada, cuando quieras vienes, estoy solo en este caserón.

Gonzalo salió de la casa, su pantalón también delataba una erección. Salió a la acera y a un costado vio un pasillo entre las 2 casas y se metió ahí, dejó el bolso en el piso y se bajó el pantalón. Comenzó a masturbarse, esta vez sudó copiosamente pero por más que se daba no lograba correrse. Cerró los ojos y se vino a su mente Darwin y como un suiche que le hubiesen pasado, acabó.

Estaba tan agotado que se recostó de la pared y se sentó. Comenzó a llorar, unos segundos después buscó en el bolso la Biblia.



"Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios"

-1 Corintios 6:18-20



Buscó una toallitas húmedas en su bolso para limpiarse, se arregló el pantalón y salió del pasillo para ir a buscar a su compañera. Revisó su bolsillo y sacó el papel con el número que le acababa de dar el hombre. Lo registró en su celular y lo llamó. Justo cuando repicaba, el hombre salía de su casa, Gonzalo cerró la llamada y aceleró el paso.



Luego de visitar otras casa y estar un rato más en la plaza, regresó a su casa.

Cuando llegó Sebastián se sentó a hablar con él.



–El jueves en la tarde me voy a ver con mis hijos y regreso el lunes, te quedas a cargo del apartamento y de Darwin, cuídalo, no sé en que anda ese muchacho pero anda en malos pasos.

–Tú siempre pensando mal de él. Dale un voto de confianza.

–Ya se lo he dado y mira lo que ha hecho.

–Tranquilo, ve a ver a tus chamos que yo estoy pendiente de él.



Gonzalo entró a su cuarto y se fue a duchar, abrió el agua caliente y se puso debajo del chorro, abrió un poco la fría y dejó que esa agua caliente le cayera encima. El baño estaba empañado. Apoyó sus brazo a la pared para que le cayera en la espalda, cerró sus ojos y en su mente apareció el hombre en toalla y Darwin.

Volvió a excitarse y de nuevo se masturbó.

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