viernes, 17 de junio de 2016

SODOMITA. Capítulo 12


Darwin estaba en su cama, abrió lentamente los ojos. Su visión estaba nublada, parpadeó 3 veces y enfocó, Estaba algo mareado.


Cuando se desmayó, quedó unos minutos tendido en el piso hasta que Sebastián al salir para su trabajo se lo consiguió. Lo cargó y lo llevó a su habitación y fue a avisarle a Gonzalo.


Cuando entra a la habitación para decirle se lo consigue echado en la cama masturbándose.

–¿QUÉ HACES, POR QUÉ NO LLAMAS A LA PUERTA? -Se tapó con las sábanas y apagó la televisión que tenía puesta una película porno.


–Disculpa, es que me encontré a Darwin tirado en el piso afuera, te estaba avisando. Sebastián no le quitaba la mirada a la erección de Gonzalo que se veía en la sábana.


–Ya voy para allá ¿Cómo está él?


–Bien, respira, vístete y sal.


–Sal de mi cuarto.


Sebastián llamó a su oficina avisando que llegaría más tarde.


Darwin se levanta con dificultad de la cama y se dirige a la puerta, escucha voces y pone la oreja para escuchar.

–Ese muchacho está incorregible, sale con sus amigos, se emborracha y quien sabe lo que hace y mira a las horas que llega y no avisa y si avisa no dice dónde está.


–Él es mayor de edad Gonzalo, no tiene que darte explicaciones.


–Claro que sí, vive en mi casa, no paga alquiler, solo un aporte para colaborar, está aquí porque…


–Si ya, ya, ya lo sé para ayudarlo y sacarlo de la calle y sea parte de tu iglesia bla bla bla. No es un bebé Gonzalo, no puedes obligarlo a hacer lo que tú quieres, si no te gusta pues le dices que se vaya y punto.


 En eso se abre la puerta. Darwin dio 3 pasos y se aguantó de la pared, estaba débil.

Gonzalo se acerca para ayuudarlo.


–¿Qué haces levantado? Sigue acostado que no estás bien, quien sabe que cosa habrás bebido.


–Tengo hambre.


–Yo te preparo algo. Sebastián si quieres te vas, yo me encargo de él.


–¿Seguro?


–Si, si.


–Bueno, avísame cualquier cosa. Darwin estás pálido, ¿te sientes bien?.


–Tengo hambre. –Darwin no comía nada desde la arepa en el restaurante y ya eran casi las 10 de la mañana.


 Sebastián se fue a su trabajo y Gonzalo le preparaba el desayuno al muchacho que estaba de nuevo en la cama. Le hizo unas arepas y jugo pero antes de comer lo metió en la ducha para bañarlo. Gonzalo se quedó en interior y desnudó a Darwin. Lo sentó en una silla de aluminio que puso dentro de la ducha.


Mientras lo enjabonaba Gonzalo le preguntó donde había estado. Darwin le dijo que estaba con unos amigos bebiendo en un lugar.


–¿Por qué no te traes a tus amigos a casa y se quedan aquí?


Darwin en medio de su debilidad le respondió –Porque a ti no te gusta eso, bebemos y algunos fuman y aquí no podemos hacer eso.


 Gonzalo seguía enjabonándolo. No hablaron más, Darwin con los ojos cerrados se apoyaba en su casero. Cuando comenzó a pasar el jabón en la entrepierna, Gonzalo se estremeció y empezó a sentir como su pene se levantaba, tratando de ocultarlo para que no viera el muchacho seguía bañándolo.

 Lo levantó de la silla y lo apoyó contra él. El roce de su pene con la pierna de Darwin volvió  a estremecerlo, con el jabón en la mano lo pasó entre las nalgas del joven, ahora era el hombre el que cerraba los ojos, subió por la espalda para luego buscar el champú y lavarle la cabeza. Mientra lo hacía, Darwin bajó la mano y tocó el pene de Gonzalo y este lo apartó y lo sentó en la silla para quitarle el jabón y el champú del cuerpo.

 Gonzalo le temblaba el cuerpo, le lavó la cara con el jabón y sus dedos recorrieron los labios del muchacho, se acercó a su rostro para besarlo y Darwin abrió los ojos, Gonzalo se detuvo y se echó hacia atrás para terminar de quitarle el jabón.

Salieron de la ducha, secó al muchacho y luego se secó él. Lo vistió y fueron a la cocina a desayunar. El silencio invadía el entorno. Gonzalo lo veía comer hasta que Darwin lo miró. Desvió la mirada.


 –Ayer me preguntaste si me gustabas.

–¿Quieres otra arepa ó algo más?


–¿Por qué me preguntaste eso?


–¿Quieres café?


–Se te paró el guevo en la ducha.


–Darwin, deja de hablar estupideces, no voy a responder tus preguntas insinuantes, somos 2 hombres y eso no está bien hablarlo.


–¿Me vas a llevar a la iglesia a que me quiten lo marico?.


–Termina de comer y acuéstate, necesitas recuperar fuerzas, mañana irás a trabajar.


–Yo no regreso a trabajar con ese tipo. Es un viejo sádico y baboso.


–El pastor Benito es una buena persona.


–El viejo ese me hizo mamarle el guevo, me quiere coger.


Gonzalo se tensó. Su mano arrugó el individual de tela que tenía en el mesón, su cara se enrrojeció. –¿Te tocó, Benito hizo eso?


–Si, me metió en la boca su verga sucia, que asco ese viejo, ni pretendas que yo mañana regrese allá, estás loco.


–Tranquilo no regresarás ahí, yo hablaré con él.


 Terminó de comer y se fue a acostar, aún estaba débil y quería dormir. Se acostó y Gonzalo hizo unas llamadas, acomodó la cocina y luego se fue a su cuarto.

 Abrió la Biblia y leyó.

"No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia." Corintios 7:5. –Cerró la Biblia y se fue a la  cocina a buscar agua.


Mientras bebía su cuerpo temblaba, tuvo que agarrar el vaso con sus 2 manos. Pensaba en Darwin desnudo y se imaginaba a Benito abusando de él. Terminó de tomar agua y se fue a la habitación de Darwin.

 Abrió la puerta, se quedó parado ahí comtemplándolo un rato y luego decidio entrar, cerró la puerta con cuidado y se acercó a la cama sentándose muy lentamente al lado del muchacho, se quedó viéndolo dormir, le pasaba la mano por la cara, lo peinaba, recorría la oreja izquierda con su dedo. Le acomodó la cabeza poniéndola derecha. Se acercó y lo besó. Unos segundos sus labios juntos, e intentó meterle la lengua, el reflejo de la luz le hizo abrir los ojos. La puerta del cuarto se abrió. 

Era Sebastián.


–¡¿Qué coño estás haciendo Gonzalo?! 

–Nada, nada, estaba viendo que estuviera bien.

Sebastián se le quedó viendo a los ojos, se le acercó y lo sacó del cuarto. –Sal y déjalo descansar.


 Ya en la sala, Sebastian le preguntó como había estado el muchacho y Gonzalo le contó.


–¿A ti te gusta ese carajito verdad?


Gonzalo bajó la mirada y vio el reloj de su muñeca. –Es hora de irme al Salón aprovechando que ya estás aquí. Quédate pendiente.


–No me has respondido Gonzalo, sincérate de una vez. 


–Me voy no tengo nada que decirte, llámame si pasa algo.


Salió del apartamento. Sebastián se sonrió. –Este guevón está enamorado de Darwin y no sabe que hacer.

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