martes, 7 de junio de 2016

SODOMITA. Capítulo 2.


Cuando Darwin se fue de su casa apenas contaba con 15 años, bajó al metro sin saber adonde ir, hasta que vio el tren que iba a dirección oeste y se acordó de una tía, hermana de su papá que vive en Caño Amarillo, tiene 3 varones, sus primos y su tío político.

Al contarle a la tía, ella le dijo que podía quedarse ahí que no había problema, se encargaría de él. Como estaba en un liceo público pues asistía a clases evitando tener problemas, para que no llamaran a su madre. Su tía odiaba a su mamá así que no le contaría que lo tenía en casa.



Sus primos era mayores que él, el menor tenía 18 años. A Darwin lo tenían para que les hiciera los mandados, él aguantaba eso pues no tenía donde ir. Su tía no se enteraba, lo tenían amenazado con botarlo de casa si hablaba, aunque no lo trataban mal.

Una noche su primo mayor, el de 22 años, se le metió en la pequeña cama a Darwin, le quitó el short para tener sexo con su primo, mientras forcejeaban entraron los otros dos, sujetaron a Darwin y su primo mayor lo penetró. El dolor era intenso pero sus otros primos le tapaban la boca para que no gritara. El muchacho sobre él, lo embestía mientras los otros le sostenían los brazos.

Cuando estaba a punto de acabar, le abrió las nalgas, retiró el pene y se corrió en su ano, ahora vendría su otro primo y luego el otro.

 –Como le cuentes algo a mi mamá, te caemos a golpes. -Le dijo el mayor.

Cada noche uno de los primos entraba a su cama y abusaba de él. Nunca dijo nada, aguantaba porque su tía lo trataba bien y le daba todo, al igual que su tío.



Luego de un año de estar viviendo allá, una noche que ninguno de los primos fue a su cuarto, Darwin fue al cuarto de ellos.

–¿Hoy no me van a coger? –Encendió la luz y se desnudó.

–Lo que pasa es que no es cuando tú quieras, es cuando nos provoque a nosotros. -Dijo el menor de los primos, Darwin se le acercó y se agachó a hacerle sexo oral, los otros dos se entusiasmaron y se desnudaron. Mientras le hacía sexo oral a uno de sus primos, el otro lo penetró mientras que el tercero se acercaba a su boca para que le hiciera lo mismo que a su hermano menor.



Mientras tenían a Darwin rodeado, se escucha abrirse la puerta, era el padre de los muchachos, al ver la escena pega un grito y se saca la correa, repartiendo correazos al aire, uno que otro le daba a uno de ellos, pero agarró a Darwin y lo sacó del cuarto halándolo del cabello.

 -EN MI CASA NO HAY MARICOS, NO HAY MARICOS –Un correazo tras otro hasta que apareció la tía de Darwin y detuvo a su esposo mientras sus primos veían la golpiza desde el cuarto.

 –¿QUÉ HACES?

–TU SOBRINO QUE SE DEJABA COGER POR TUS HIJOS, LO TENÍAN EN 4 EN EL SUELO.

Su tía fue a buscar a sus hijos para regañarlos y se justificaron diciendo que a Darwin le gustaba, el muchacho no se movía del dolor por los correazos. Su tío lo volvió a agarrar del cabello y lo llevó a su cuarto para que recogiera sus cosas y se fuera de la casa.



Amaneciendo, Darwin tomó su bolso y se fue de la casa. Hizo una parada en las oficinas de protección del menor a poner la denuncia. Primero a su madre y padrastro y luego a sus primos y tío político, dio números telefónicos, direcciones, detalles de todo. El fiscal que lo atendió en la oficina le dijo que tendría que quedar en custodia mientras se armaba el expediente y se iba ajuicio. Darwin no quería eso, lo que le importaba era que los metieran presos. Lo trasladaron a un albergue a la espera del careo con sus familiares.



A los pocos días de llegar, Darwin se escapó del albergue, sin ropa y sin dinero, sólo con su cédula. Vivió en la calle por un año, pidiendo dinero, robando comida y durmiendo en la calle o alguna plaza y cuando podía en la planta baja de algún edificio en la zona este de la ciudad.



Un día que estaba en la calle con hambre se acercó a una iglesia cristiana, estaba débil, tenía sed y se le acercó a un hombre para pedirle ayuda.

Se desmayó y el hombre lo llevó a una salita para que se recuperara, revisó sus pertenencias. Vio su cédula <Darwin Hernández> estaba a un día de cumplir 18 años. Habló con sus hermanos y decidió llevárselo a su casa.

–Esto es una señal hermano, ayude al muchacho y haga que entre en el camino de Jehová, sálvelo.



Gonzalo, se lo llevó a su casa, le dio comida, ropa limpia y una toalla para que se duchara.

–Si quieres te mamo el guevo o me coges y así te pago por todo esto.

–No hables así que estás en pecado, a mi no me tienes que pagar con tu cuerpo, eso es del demonio, te vas a quedar conmigo, a cambio me ayudas en casa y te vienes a la iglesia y conozcas el verdadero camino de la salvación, te hace falta centrarte y ver la luz.

Darwin lo veía con cara de no entender nada, más bien se estaba aburriendo con lo que le decía Gonzalo, pero no puso resistencia, lo que quería era dormir por varios días en una cama limpia.



Así pasaron los días, semanas y meses, Darwin lo ayudaba en los quehaceres de la casa e iba a la iglesia a pasar la mitad de la tarde ahí. No soportaba el adoctrinamiento pero aguantaba con tal de tener techo y comida. Al cumplir los 20 años ya estaba trabajando en una zapatería, Gonzalo le consiguió el trabajo. Quiso celebrar su cumpleaños pero en casa de Gonzalo no podía.

–Esas fiestas paganas las inventó el demonio. –Decía.

 Esa tarde día de su cumpleaños, luego del trabajo, no fue a la iglesia, fue a buscar a algunos de sus amigos de la calle para celebrarlo con ellos, como tenía plata los invitó a comer unos perroscalientes y compraron una botella de Anís.



Regresó al apartamento a la una de la mañana, tenía llave pero igual Gonzalo lo estaba esperando en la sala.

–¿Tú crees que estas son horas de llegar a la casa de Jehová? Y además estás borracho.

–Ay no me eches la charla ahora Gonzalo, que fastidio, estaba celebrando mi cumple con unos panas. -Se tropezó y Gonzalo lo aguantó y se lo llevó al cuarto. Le quitó la ropa y lo metió en la ducha con agua fría. Lo secó y lo tumbó en la cama.

 Darwin, boca arriba en la cama comenzó a orinarse. Gonzalo le puso una toalla encima para retener el líquido, cuando terminó de orinar, lo limpió con unas toallas húmedas.

Le pasó la toallita por el pene, con una mano se lo sostenía y con la otra limpiaba. Gonzalo sintió que su entrepierna se movía, acarició por unos segundos el pene de Darwin y lo soltó, poniéndole el bóxer y dejándolo solo en el cuarto.



Gonzalo fue a su habitación, entró al baño, se bajó el pantalón, se puso frente a la poceta y como todas las veces que veía a Darwin en interiores o sin camisa, se masturbaba, se agarraba el pene y se daba rápido y con fuerza, sudaba y cuando llegaba apretaba los ojos y los chorros de semen caían en el agua.

Con la respiración agitada y mirando como flotaba el resultado de su excitación, se volteó y se lavó las manos y la cara. Fue a su cuarto y tomó la biblia y se puso a leerla hasta quedarse dormido.

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