viernes, 24 de junio de 2016

SODOMITA. Capitulo 7


Sebastián se había ganado el carro en el sorteo anual que hacen en la compañía donde trabaja y le dijo a Rodrigo que lo acompañara a verlo y hablar



–Tú me gustas mucho, pero eres un puto de mierda.

–¿Qué te parece el carrazo que me gané? No joda por fin me sale algo bien luego de muchos años.

–Yo no sé porqué te empataste conmigo si ibas a seguir tirando por ahí.

–Rodrigo alégrate por mi y dime felicidades.

–¡Eres un estúpido! Te estoy hablando de lo que siento y tú me sales con lo de tu carro. Déjame aquí. -Sebastián frenó el carro y cerró los seguros de las puertas.



–Rodrigo, ya lo hablamos, te dije que lo nuestro no iba a funcionar, sí, la cagué empatándome contigo, te pido disculpas pero esto no puede seguir.

–Pero estoy enamorado de ti. -Se le acercó a Sebastián y le dio un beso en la boca mientras ponía su mano en la entrepierna.

–Cógeme, como te cogiste al guevón ese, anda, hazme tuyo de nuevo y me olvido de ti.

–Deja de hablar tonterías, no te voy a coger. –Rodrigo lo volvió a besar y le bajó el cierre del pantalón y se lo desabotonó para luego sacarle el pene. Con su dedo esparcía por el glande el líquido preseminal que iba saliendo a medida que Rodrigo seguía y lo besaba y el pene se ponía más firme.

–No me alborooootes Rodrigo, estamos en la calle.

–Estaciónate  en el centro comercial, anda cógeme aunque sea la última vez.



Sebastián entró al estacionamiento y bajó los 4 sótanos para estar más solos. Estacionó y apagó el carro. Habían pocos vehículos, Rodrigo comenzaba a desvestirse hasta quedar desnudo. Le bajó el pantalón a Sebastián, tomó la palanca del asiento y la haló para echar el respaldar hacia atrás. Se montó sobre su ex, le agarró el pene y lo llevó hacia su culo para empezar a metérselo.

–No te muevs, no te muevas, déjame a mi, déjame a mi. –Decía Rodrigo que ya se había metido todo el pene y ahora comenzaba a moverse.

Con cada brinco gemía y gritaba más duro, Sebastián lo sostenía por la cintura, mientras Rodrigo abría sus nalgas para que el pene entrara completo. Dejó sus nalgas y se sujetó de los hombros de Sebastián, lo miró a los ojos y así se quedó mientras sus caderas se movían hacia delante y hacia atrás, Sebastián ayudaba a penetrarlo más.

Rodrigo comenzó a llorar mientras seguía gimiendo.

–Te amo Sebastián, te amo, te amo coño, no me dejes te amo. –comenzó a moverse más rápido y seguía aferrado a los hombros de su ex.

–Me vas a hacer acabar. – Rodrigo se echó a un lado, tomó de nuevo el pene y lo llevó a su boca para recibir todo el semen y tragarlo. Sebastián echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos, su cuerpo se estremeció y su piel se erizó.

Rodrigo se recostó en el asiento del copiloto y echó hacia atrás el respaldar para quedar al lado de Sebastián y verlo a la cara.



–Te amo, eres el primer novio que le digo eso, porque eres al que verdaderamente amo, no quiero perderte, quiero volver a se tu novio, por favor, no me dejes.

Sebastián se puso la mano en la cara y la deslizó poco a poco quitándose el exceso de sudor. Hizo un resoplido.

–Rodrigo vístete y sal de mi carro.

–Acabamos de hacer el amor ¿y no significa nada para ti? No te mueve nada, no quieres volver conmigo.

–Rodrigo, te dije que no quería tirar contigo cuando dijiste que te cogiera por última vez y te ibas a ir, pues ahora quiero que te vayas.

–Yo no cumplí tú tampoco, me cogiste. Yo no me voy.

Sebastián se subió el pantalón, se lo abrochó y salió del carro. Le dio la vuelta, abrió la puerta del copiloto y sacó a Rodrigo.

–Agarra tus mierda y te vas, no estoy para calarme a gente obsesionada, ya tuve bastante con los testigos de Jehová.

–¿Me vas a dejar aquí? Me tengo que vestir. –Le sacó la ropa y el morral y se lo tiró al piso. Dio la vuelta de nuevo y se montó en el carro.

Rodrigo vio en el piso un pedazo de bloque gris, lo agarró y se lo lanzó partiéndole el faro derecho. Sebastián frenó el carro y volvió a bajarse y corrío a buscar a Rodrigo que salió corriendo desnudo. Lo tumbo al suelo dándole Rodrigo un fuerte golpe en la boca.

–Mira guevón ya te dije que NO QUIERO NADA CONTIGO, DESAPARECE DE MI VISTA ¡LOCO!. –Se levantó del piso, se había dado un golpe en la mano. Rodrigo permaneció tumbado, estaba llorando.

Sebastián comenzó a caminar hacia su carro, antes de llegar volteó y vio a Rodrigo que aún estaba en el piso boca abajo. Se regresó y lo ayudó a levantarse y a vestirse.

–Ven al carro que tengo toallas húmedas en mi morral para limpiarte, estás sangrando.

–¿Me vas a dejar verdad? ¿no vas a volver conmigo?

–Ponte la camisa, te voy a llevar a tu casa.

–No me dejes Sebastián, no me dejes por fa, no me dejes, yo te dejo que estés con otros tipos pero no me dejes.

Sebastián no volvió a pronunciar palabra hasta que llegaron al apartamento de Rodrigo.

–Cuídate esa herida, que descanses.

Cuando Rodrigo se iba a recostar de la puerta una vez fuera el carro, Sebastián aceleró. Estaba tenso, tenía ambas manos sujetando el volante con fuerza. Llegó al edificio.

–¿Ahora dónde coño estaciono esta vaina? –Dio un par de vueltas y un carro salía de un puesto en la calle cerca de edificio.

–Diosito por fa, cuídame el carro. Mañana le compro un tranca palanca y le mando a cerrar el capó.



Respiró hondo antes de abrir la puerta, por la hora se imaginaba que Gonzalo y Darwin estaban, así que entró y los llamó.

–Buenas, buenas muchachos, necesito que salgan, les tengo una sorpresa.

Se abrió la puerta del baño y salía alguien. Un hombre con una toalla en la cintura y aún con el cabello mojado.

–Hola.

–Buenas, ¿quién eres tú?

Se abrió la puerta del cuarto de Gonzalo y salió.

–Hola, Sebastián. -Salió nervioso- Él es un hermano, del salón, se está quedando aquí porque tuvo un problema en su casa con unas tuberías…y bueno…le dije que…

–A mi no me tienes que dar explicaciones, esta es tu casa, puedes traer a quien quieras. ¿ Va a dormir en el sofá? –La pregunta la hizo Sebastián con toda la intención para ver que respondía Gonzalo. –Te puedo ayudar con las sábanas.

–No…no, no, no, va a dormir en mi cuarto.

–¿Juntos?

–Si, juntos. ¿Cuál es el problema?

–No, no, ninguno, como te dije es tu casa.

–¿Qué sorpresa nos ibas a dar? Darwin no está, ese muchacho lo voy a sentar para hablar con él.

–Déjalo ser por Dios.

–Esta es mi casa y tiene que obedecer.

–Me gané el carro que rifan anualmente en la oficina.

–¡Que bien! Felicidades, dale gracias a Jehová y que te lo proteja.

–Amén, estoy feliz que creo que me voy a tomar unas birras por ahí.

–Me parece bien, sal a disfrutar.

–Así es, me baño, me cambio y salgo así los dejo solos con sus cosas y tal.

Gonzalo, se le acerca a Sebastián y lo agarra con fuerza del brazo y lo mira fijamente a los ojos. Sebastián se puso nervioso y recordó lo del asesinato del pastor.

–Yo no sé que estás insinuando, pero entre el hermano y yo no hay nada, ¿entiendes? NADA, no estés elucubrando. –Apretó con más fuerza.

–Me estás…haciendo daño Gonzalo. –Gonzalo volvió a verlo fijamente a los ojos sin soltarlo. Su cara estaba roja. Lo soltó sin quitarle la mirada. –Disculpa, ve a ducharte–.



Sebastián se fue a su cuarto y comenzó desvestirse, se le había acelerado el corazón y se le venía a la mente lo de la muerte del pastor.

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