lunes, 8 de agosto de 2016

A QUE NO TE ATREVES 6.


Consolidando una patología.



12 años han pasado desde que sus padres murieron y desde esa fecha sus cuerpos están encerrados en la habitación que compartieron mientras estuvieron casados. Carmelo no ha vuelto a entrar a esa habitación desde entonces.



En estos 12 años han pasado por su vida parejas, hombres y mujeres pero no duran mucho cuando se enteran de sus gustos particulares en el sexo, aunque no les habla abiertamente de su pasión por la gente muerta, las personas se alejan cuando les pide ciertas cosas; Tener sexo en un ataúd, mientras lo hacen que la persona no se mueva. Tener relaciones sexuales vestidos, etc.



Ya graduado y con las mejores calificaciones y prácticas que haya tenido la universidad en años, lo nombraron a sus 30 años encargado de la medicina forense en la morgue. Estaba en su terreno, en lo que le gusta. Trabajar con cadáveres y disfrutar de ellos.



Estaba recién saliendo con una persona, pero tiene novio, igualmente se dieron la oportunidad. Se llama Sebastián y tiene su misma edad. En el sexo no son compatibles pues ambos son activos. Sus encuentros sexuales se reducen a sexo oral y masturbación. A Sebastián no le hace mucha gracia eso, pero se lo toma relajado. Carmelo se concentra en su trabajo que lo complace más.



–¿No te cansas de ver muertos todos los días? Sé que es tu trabajo pero no sé, debe ser agotador y traumático. -Le decía Sebastián.

–Para nada, a lo mejor no lo entiendes pero trabajar ahí me excita, me dispara la adrenalina, siento como la sangre corre por mis venas, eso me da vida dentro de tanta muerte alrededor.

–Vaya…que bueno que te apasiona tu trabajo así. -Sebastián lo miraba con extrañesa.

–Para mi no es un trabajo, es mi vida.





Rara vez en la morgue Carmelo se quedaba solo, así que las posibilidades de desatar sus más bajas pasiones eran casi nulas, así que luego del trabajo ya tarde en la noche estacionaba su carro en la autopista que sale de la ciudad y es una de las más peligrosas. Se quedaba dentro de su carro con un arma esperando que ocurriera un accidente grave.



Esa anoche estaba de suerte. A las 2:35 am pasaba una camioneta a toda velocidad, en el momento que cambia de canal un vehículo pequeño se le atraviesa, la camioneta le da un golpe en el lateral izquierdo lo que hace que el carro pierda el control y se voltee, se arrastre varios metros por el asfalto y choque contra la montaña. El hombre de la camioneta frena y retrocede, cuando las luces iluminan el carro volteado ve sangre y huye del lugar.

Carmelo observaba el choque desde el inicio, su corazón se aceleró, un sudor frío recorría su cuerpo. Su pene erecto pidiendo salir de la opresión del pantalón que ya mostraba un círculo de humedad. Su mirada estaba fija en el carro volteado esperando si había movimiento. Sonó su celular. Era Sebastián.

–¿Qué hace llamando a esta hora? <<Aló, aló, aló>>

No se escuchaba nada. <<Alo, aló, Sebastián, ¿qué pasó?>>

Colgó la llamada, volvió  a ver hacia el carro y se disponía a salir del suyo para acercarse.

–¿Pa donde vas bebé? ¿tas perdido?.

Un antisocial se le acercó para robarle lo que tuviera y llevarse el carro. Lo apuntó con el arma colocando el cañón cerca de su cara.

–Ya va, ya va, yo te doy todo, pero no me dispares. -Como pudo se escondió el arma y salió del carro.

–No se bebé hoy tengo ganas de vé’ sangre, dame tu cartera y toda la mierda que tengas, las llaves están pegás?

–Si, si, toma, toma.

Cuando el hombre entró al carro Carmelo sacó el arma y sin pensar le disparó en la cabeza, lanzó el arma al asiento trasero y sacó al malandro del carro tirándolo al piso. Estaba vivo.

Le quitó su billetera y le quitó las pertenencias al malandro junto con el arma. Arrastró el cuerpo aún vivo, cuando estaba en el barranco lo empujó con sus pies hasta verlo caer.

–¡Imbécil, no me vas a joder la noche, tú no!

Regresó a su carro que estaba lleno de sangre, vio hacia el carro volteado y todavía no había gente cerca del suceso, pero no sabía si el conductor seguiría dentro o había más gente, decidió ir.

De nuevo esa sensación por su cuerpo que le contó a Sebastián. Regresó la erección. Miró a ambos lados de la calle, esperó que pasara un carro que bajó la velocidad para ver el choque y siguió.

Se agachó en el carro, habían 2 personas, hombres, se sonrió, sus manos le temblaban y comenzó a halar al piloto para sacarlo del carro. Ya estaba muerto. Lo arrastró hasta el otro lado del carro en la puerta del copiloto, se arrodilló y tocó el cuerpo, aún estaba caliente, cerró los ojos y se sonrió. Una paz recorrió su cuerpo que ardía en calor.

–Vas a ser mío, vas a ser mío, por fin. –Desabrochó el pantalón, se lo bajó a medio muslo junto con los interiores y dejó salir su pene al que le colgaba un hilo de líquido cristalino. Su momento había llegado.

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