lunes, 29 de agosto de 2016

A QUE NO TE ATREVES 6.


Recién muerto es mejor.

Carmelo llegó a la funeraria del cementerio y se fue directo al salón donde estaban los familiares de Sebastián. Al ver la urna sintió como iba teniendo una erección, se acercó a la urna y puso una mano en el vidrio y se sonrió. –Ahora sí vas a hacer mío, no estuve cuando entraste a la morgue pero ahora estás aquí.

A lo lejos, un muchacho observaba a Carmelo, al acercarse notó que tenía una erección y su mano en la entrepierna.

–Disculpa, ¿estás bien? ¿te sientes bien?
–Si, si…
–¿Lo conocías?
–Sí…Sebastián y yo tuvimos algo hace tiempo.
–¿Fueron novios?
–No…no, tuvimos sexo 2 o 3 veces. Lo extrañaba pero ahora está aquí, ya lo tengo cerca.
–¿Perdón? ¿Cómo te llamas?
–Carmelo.
En eso, al muchacho lo llaman para resolver algo del funeral y Carmelo vuelve a quedarse solo. Hace una llamada y vuelve a quedarse viendo a Sebastián.

Al rato sale un momento del salón y recibe una llamada.
–<<Aló, Hola Bertha, cómo estás?>>
–<<Bien, te llamaba para reunirnos pues no me fui de viaje, te cuento en persona y así resolvemos lo que me pediste>>
–<<Ok, puedes el jueves en mi casa a las 10 de la mañana>>
–<<Ahí estaré, un beso>>.

Carmelo fue un momento a la morgue y regresó al cementerio. Se reunió con uno de los obreros y vigilante para cuadrar una visita.
–Toma este dinero, es bastante yo vendré de madrugada para que me abras la puerta y pueda entrar, me voy a la parcela y lo desentierro yo me encargo del resto.
–¿Y usté que va a hacer con el cuerpo? ¿se lo va a llevar?
Sacó otra paca de dinero. –Eso no es problema tuyo, haz lo que te digo para eso te pago.
A lo lejos el muchacho que se acercó antes a la urna volvía a ver a Carmelo.

Cerca de la fosa, veía como bajaba la urna, Carmelo no disimulaba la erección que tenía y era evidente para el público presente, la mujer que tenía al lado era la madre de Sebastían que lo vio de arriba abajo.
–Disculpe, ¿usted quien es?.
–Conocí a Sebastián, salíamos, no éramos novios pero tuvimos sexo un par de veces y lo extraño.
­–¡Santo Cristo! Mi hijo no era gay, usted debe estar confundido. Usted es un enfermo.
–No señora, Ese hombre que está ahí en la urna es Sebastián.
–Con su permiso. –La mujer se fue caminando rápido hasta que se alejó.

Se fue a trabajar hasta muy tarde en la noche para salir de la morgue directo al cementerio.
Llegó a la entrada y el vigilante al que le había pagado le abrió el portón. Gracias a que la entrada era en bajada, Carmelo apagó el vehículo y lo dejó rodar, lo estacionó en lugar bastante oscuro para que no se viera a simple vista, sacó un pico y una pala de la maleta.

–¿Sabe dónde está la parcela?
–Si, yo me acuerdo. Yo sé donde está Sebastian.
–Bueno, yo lo acompaño hasta allá y lo dejo ahí.

Llegaron a la parcela, todavía olía a tierra removida y Carmelo cerró los ojos y levantó la mirada hacia el cielo. –Falta poco mi amor para hacerte mío.
–¿Qué? No lo escucho señor, ¿qué dijo?
–Déjame solo, yo me encargo.
–Cualquier cosa me avisa a mi celular.

Lo primero que hizo Carmelo fue quitarse el pantalón y quedarse en interiores. Tenía una mancha de humedad producto de la excitación.
–Cogió la pala y la metió con fuerza en la tierra y empezó a excavar. Una y otra vez metía y sacaba la pala, estaba sudando, su cuepo mojado mezclado con tierra. El corazón se le iba a salir del pecho, bombeaba con fuerza, su pene erecto luchaba por salir del interior.
No paraba de sacar tierra, su objetivo lo tenía claro, llegar al cuerpo de Sebastián. Llegó al concreto. El pico lo tenía al lado, lo tomó y comenzó a aflojar la losa de concreto que, aunque seguía algo fresco el cemento, ya no estaba tan flojo.

Movió la losa de concreto y haciendo fuerza la levantó apoyándola a un lado de la fosa. Ya tenía la urna al descubierto, una amplia sonrisa apareció en su rostro. Su respiración estaba agitada por el esfuerzo pero sus ganas de estar con Sebastián eran más fuertes que cualquier cansancio.
Abrió la urna y ahí estaba, la persona con la que siempre quiso tener sexo, penetrarlo ahora, lo podría hacer en total libertad. Tomó el cuerpo, desbrochó el pantalón y le dio la vuelta, estaba rígido e hinchado. Le bajó el pantalón, él se bajó el interior, de su pene colgaba un hilo de líquido cristalino, su nivel de excitación era alto y lubricaba sin parar.

Se agachó y se acostó sobre el cuerpo acomodando su pene para que entrara. Lo penetró. Gruñía, gritaba y hablaba solo, su piel se erizaba y se cubría de sudor mientras seguía moviendo sus caderas de arriba a abajo. Eyaculó. Derramó todo su semen dentro de aquel cuerpo inerte. Se estremeció y retiró con dificultad su pene.
Se levantó, pasó su brazo por su frente para quitarse el sudor. Se volvió a colocar el interior, lanzó hacia arriba la pala y el pico. Cerró la urna y volvió a poner la losa de concreto. –Adios papá, no sabes como disfruté.

Trepó la fosa con una agilidad sorprendente y salió de ahí para comenzar a echar de nuevo la tierra, pero afuera había alguien.
–¿¡Qué hace usted ahí!?
Carmelo volteó y se lequedó viendo.
–Me caí en el hueco. -Seguía jadeando.
–No se mueva de ahí, voy a llamar a la policía. –El vigilante bajó la mirada y Carmelo cogió la pala y le dio con todas sus fuerzas por la cabeza.
–AAAAAAAJJH –Cayó en el suelo, el cuerpo del vigilante se agitaba, movía los brazos y piernas descontroladamente. Carmelo lo observaba respirando con dificultad, el hombre poco a poco se movia menos hasta que sus brazos cayeron el suelo.
Se acercó al cuerpo y le tomó el pulso. No tenía.

Se levantó, respiró profundo. –El cuerpo está caliente y suave.
Se quitó el interior.

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