lunes, 30 de noviembre de 2015

MALAS INFLUENCIAS 2. Mis nuevos alumnos. #FrançoisSomosTodos


Llegaron los 30 años y con ellos el fin de mis días con la carrera que me apasiona: La Química. Luego del incidente en el laboratorio hace 5 años, sólo daba asesorías  de vez en cuando a empresas. Ahora dedicaba mi tiempo laboral entre clases de inglés a empresas, clases de matemáticas y química a dos colegios.
Hoy comencé mis clases particulares de química a domicilio. Pero antes de entrar en materia vamos a contarles un poco lo que ha pasado.



Atrás dejé a mis compañeros del laboratorio, ahora tengo gente importante en otras empresas a las que le doy clases de inglés y también sexo.

Tomás lleva detrás de mi más de 5 años. No sé que le pasa a él definitivamente, ya no sé como explicarle que no quiero novio pero el insiste en salir conmigo y tener sexo y que duerma con él, si eso lo hace feliz lo hago. Pero cuando lo embarco o le digo que no puedo porque tengo un tire, se arrecha y me forma un peo como si fuésemos pareja. Se le disparan los celos y me arma unas escenitas en la calle.

No lo mando pal carajo porque le tipo tira divino. A veces siento que le hago daño pero él se lo busca.



Al niño de la limpieza, Juan me lo cogí un par de veces más en un hotel –que yo pagué por supuesto- y de Yenderson supe hace poco, me lo conseguí en la cola de un banco y me pidió el número pues lo había perdido. Él salió del banco y a mi me faltaba una persona para que me atendieran. Al salir de ahí me esperaba el malandro.



–Conozco un sitio en el sótano donde nadie va, te puedo dar palo ahí siquieres catire. -Se tocaba el guevo restregándoselo. Era tan niche ese negro que me daba morbo.

–Ok, yo te sigo.

–No me sigas, vente conmigo de una.

Bajamos hasta el cuarto sótano, pocos carros y poca luz. Cruzamos hacia la izquierda y había un carro abandonado.

–Vete por detrás y bájate el pantalón.

Hice lo que me dijo pero primero le di el condón.

–Que vaina, otra vez con esto.

–Póntelo y me das duro como te gusta, sin eso nada.

 Se echó saliva en el guevo y lo acercó a mis nalgas, estábamos de pie. Abrió las nalgas con una mano y con la otra me presionó la cabeza contra la pared.

–Te voy a dar duro sifrinito –me susurro al oído, esa vaina me excitó aún más. Me estaba dando con todas sus fuerzas, ni siquiera se había bajado los pantalones, se sacó el guevo por el cierre. Sentía como empujaba mi próstata, estaba a punto de acabar sin pajearme.

La cara la tenía pegada a la pared y sin saber que había ahí, esa zona olía a baño, pero el negro faja’o dando empujones y haciendo sonidos raros.



De pronto veo en la pared un haz de luz que se mueve para todos lados, intuyo que es una linterna y por supuesto viene acompañada de un vigilante.



–Ey, ey, ey, salgan de ahí, salgan de ahí. –Yenderson no le paró bolas al tipo, yo tampoco. El vigilante se acercó hasta nosotros iluminándonos, cuando estuvo cerca apagó la linterna y se bajó el cierre para sacárselo y pajearse mientras nos veía.

–Todavía no acabo.–Dijo el negro.

–Tranquilo, tengo tiempo, sigan ahí. –Dijo el vigilante.

Entre la penumbra le vi el guevo al vigilante y lo vi a él, era un tipo como de 35 años, no era feo pero era otro malandro. Yenderson seguía cogiéndome, estábamos sudados, pero el negro no paraba y ahora me abría las nalgas con sus dos manos. El vigilante se acercó para acabarme en la nalga.

Yenderson sacó el guevo, se jaló el condón y comenzó a masturbarse hasta acabarme en las nalgas también. Se limpió el guevo con  mi culo y el sudor con mi franela. Me tocó subirme el pantalón con ese culo glaseado...

–Mi pana ¿tienes algo de fuerza pa’ unas birras? –Me dijo el vigilante.

–Pa mi también papá, ando pegao. –Dijo el negro. La cogida me salió el 1000 bolos pero el Yenderson se ofreció pa cuidarme y el que se metiera conmigo que él lo quebraba.. No es lo que me complace oir, pero uno nunca sabe cuando puede ser beneficioso tener amiglos en los estratos más bajos, a veces ellos resuelven mejor que otro tipo de gente. Me fui a buscar el carro directo a mi casa a quitarme el pegoste.



Bueno, entrando en materia.

Gracias a una de mis alumnas de inglés conseguí darle clases a dos chamos de bachillerato en su casa, tienen 16 años. La madre me contrató para que los pusiera al día –Son flojísimos, no quieren estudiar y su papá me pidió que les buscara profesor –Me dijo en una de nuestras conversaciones por teléfono. Me pareció una madre que quiere tener a los hijos entretenidos para que no la ladillen.



Llegué al apartamento. Un penthouse de dos pisos y una megaterraza, en ese apartamento había dinero. Eran como 200 mts2, inmenso.

Me abre la puerta la madre de los chamos, no la conociá y a ellos tampoco, hoy me reuniría para hablar sobre  la metodología de las clases.

Era una mujer de unos 25 años, no más, así que no podía ser la madre de estos chamos.



–Buenas tardes. ¿Usted es la señora Susana?

–Buenas tardes, sí, pero no me digas Señora, dime Susana. –Se sonrrió y se pasó los dedos por entre las tetas.

–Esta bien, pero, tú no eres la mamá de los muchachos.

–pasa, noooo chicooo, no son mis hijos, soy la madrastra, hijos yo no quiero, Ya van a bajar para que los conozcas.

Me senté en el sofá frente a las escaleras que van al piso superior. De repente se escucha un escándalo, veo unas piernas y se detienen y comienzan a bajar despacio, comienzan a descender los niños, delgados sin ser flacuchos, blancos, le veo los rostros, son hermosos, casi rubios y gemelos, sí gemelos, dos niños bellos con una cara de tremendos que cuando me vieron se detuvieron y se sonrieron.

–Ahí está el par de joyitas. Bajen, él es Caín y él Abel. Imagínate por donde viene lo desastrozos que son. Sus padre que no sé en que estaban pensando.

–Mucho gusto, soy François.

Caín me dio la mano con fuerza y antes de soltármela me arañó la palma con su dedo anular. Abel me dio la mano demasiado floja. Ahí supe que ambos eran gais. Caín activo y Abel el pasivo.

Nos sentamos los 3 para conversar sobre el plan hasta que sonó el timbre. Susana abre la puerta y entra un hombre corpulento, con una camiseta dos tallas menor que la que usa que le marca los pectorales y los abdominales, carga un mono que le marca el paquete y a leguas se ve que no tiene interiores.



–Voy a subir con el técnico a revisar los aires de arriba, ustedes cuadren como van a ser la clases, mi opinión es que sea 3 veces a la semana pero háblenlo. Hasta luego. –cuando subieron tanto los gemelos como yo le vimos el culo al tipo; 2 rocas bien paradas.

–Caramba, los técnicos ahora vienen papeaitos.

–No chico, ese no es ningún técnico, ese es uno de los tantos tipos que se tira la puta esa en nuestra casa –Dijo Caín, yo me quedé impactado. Mientras Caín me explicaba, Abel tenía su pie en mi entrepierna, no dije nada solo lo vi a los ojos y le quité el pie. Se sonrrió.

–¿Y por qué no le dicen a su papá?

–No nos va a creer, mi papá está enamorado hasta el asco de esta tipa y además ella nos pilló cogiéndome a mi hermano y nos amenazó con contarle a mi papá y él es homofóbico, odia a los gais y  nos advirtió que si salíamos desviados nos botaba de casa.

–Vaya.

–¿Tú eres versatil?

–¿Perdón? –Me quedé en shock con la pregunta.

–Si eres versatil.

–Mmmmm si, si soy.

–Que bien, podemos hacer el trensito.

Caín dijo eso y a mi se me paró el guevo.

–Vamos a organizarnos, tenemos que hablar de cómo les voy a enseñar la materia.

Estuve hablándoles de venir 2 veces a la semana 2 horas cada día y estuvieron de acuerdo, me explicaron donde fallaban y bueno yo iba a hacer un esquema de estudio.



Abel volvió a poner el pie sobre mi.

–François tiene la verga dura y es grande. –Le dijo Abel a su hermano.

–¿Ustedes se dan cuenta que son menores de edad?

–¿Y? Queremos tirar con un tipo como tú.

–Bueno, ya tenemos cuadrado los días que vendré así que luego hablaré con sus papás.

–¿Quieres oir como grita la perra esta mientras se la cogen?

–Me tengo que ir.

–Ven sube con nosotros. –Me halaron para subir y nos pusimos en la puerta.

Susana estaba gritando, de repente gemía y volvía a gritar.

–Vamos a ver si la puerta está abierta. –susurró Abel, que le dio vuelta al pomo muy despacio. Abrió. Estábamos en una posición que no nos podían ver pero nosotros a ellos sí. El tipo le estaba dando duro, le veíamos las rocas que tenían por nalgas el fulano técnico, eso me puso más duro. Abel tenía su mano en mi paquete, cerró la puerta despacio y se volteó.



–Te lo quiero mamar, sácatelo.

–No seas puta Abel, deja que venga otro día y se lo ofrecemos, hoy no. –Agradecí el gesto de Caín aunque me excitaba la idea y quería hacerlo ya.



Salí del apartamento y me tuve que acomodar el guevo, estaba demasiado prensado. Al salir del edificio encendí el templo gay del sexo concentrado en una aplicación; el Grindr

Un tipo bello que Grindr me dice que está muy cerca de mi, así que le escribo.



–<<Hola, ¿Dónde estás? Tengo ganas de tirar?>>

20 seg después...

–<<Hola, en el edificio Rosal Plaza>> Volteo y es el edificio donde acababa de salir.

–<<Estoy en el edificio, que piso y apartamento es>>

–<<Piso 6 6B estoy con mi papá>>

–<<¿Entonces no subo? –Que ladilla pensé.

–<<Si vale, tranquilo, sube, te espero>>.



Bien, en una próxima entrega les cuento que tal con el pana. Bye.

jueves, 26 de noviembre de 2015

MALAS INFLUENCIAS. Llenándome de barrio. #FrançoisSomosTodos


Ya montado en el carro me dirigía hacia La Vega, un lugar totalmente desconocido para mi, casi como si no existiera.
Me aventuré a ir en mi carro porque en transporte si que me iba a perder y no salir más nunca de ahí.

Cuando llegué a la zona había una alcabala improvisada, al acercarme más me doy cuenta que no son policías, son civiles, encapuchados y armados, eso terminó por asustarme. Me detuvieron.
Me tocaron el vidrio y me hicieron una seña para que bajara el vidrio.

–¿Pa dónde vas tu catire? ¿andas perdido? No te hemos visto nunca. –El hombre me empezó a asustar cuando levantó el arma casi apauntándome.
–Eh bueno…voy a esta dirección. –le pasé el papel.

Barrio La Amapola, casa 43, La Vega.
–¿Qué vas a hacer allá?
–Voy a casa de Juan López.
–Ah coño, tu eres el Fransuá, sigue, el bloque es ese que está allá, estacionas en el puesto 4, preguntas por el Chuzo y le dejas las llaves del carro él te lo va a cuidar.

En ese momento pensé que el niñato ese le habia contado a toda La Vega que yo iba a tirar a su casa. Pero bueno, la bienevenida me relajó, sabiendo que todo estaba controlado.
Llego al bloque, un edifico deprimente, parecía abandonado, los alrededores llenos de basura. Mientras esperaba a que apareciera el fulano Chuzo, estaba metido en el carro. Vi llegar a un chamito que no tendría más de 12 años.
Me tocó la ventana –otro más -Bajé la ventanilla.
–¿Fransuá?
–¿Chuzo? –Dame las llaves –Me dijo, las saqué del suiche y se las dí.
–Dale mi pana, yo te cuido el carro.

Llamé al chamín para decirle que ya estaba en el edificio.

–<<Sube, es en el piso 8>>
Excelente, no hay ascensor. Me tocó subir por las escaleras, aquello era horrible, sucio y oscuro. Me topé con una parejita de adolescentes, la niña le mamaba el guevo a su novio, al resuelve, que se yó, seguí subiendo.

Llegué  a la puerta y toqué. Comenzó a abrirse la puerta, un muchacho flaco que tenía cicatrices en su pecho, tenía solo unos interiores pequeños y estampados puesto.  Se le marcaba un bulto que Dios se lo guarde.
-¿Tú eres Fransuá?
–Si, ¿Y Juan?
–En el cuarto, ya se lo están cogiendo, pasa.
Entré el cuarto y el carajito se lo estaban cogiendo y mamaba guevo.Yo empecé a quitarme la ropa, cuando por detrás se me vino el que me abrió la puerta.
–Deja a esos dos y dame este culito. Uf hueles rico papá. El culo te debe oler a talquito. –Me metió la mano entre las nalgas e intentó meterme un dedo.
–Dóblate para metértelo.
–Ya va, pero ponte condón.
–Eso me baja el guevo
–Entonces nada, sin eso no hay culo.
–No tengo condón.
–Yo tengo. -saqué uno de mi cartera y se lo dí, me escupió el culo y él se echó saliva en el guevo. Comenzó la fiesta.
El tipo era un bárbaro, aparte de tener un megaguevo se movía como un experto. Me empujó hasta la cama y me puso en 4, luego de darme un buen rato así, me tumbó y, acostado, volvió a cogerme. A Juan ahora se lo cogía el otro. Ahí si que no había condón.

El hombre estaba fajado conmigo, me había volteado para cogerme de frente, luego de lado. Escuché la puerta del apartamento abrirse y luego cerrarse de golpe. El carajo que me cogía, se fue donde Juan para metérselo y el otro vino hacia mi para que se lo mamara.
–Chamo, te lavas el guevo primero, no pretenderás que te lo mame cuando lo sacaste del culo.
–Está limpio.
Dijo eso y vi todo el cuarto, era una pocilga. -Lávatelo y te lo mamo.
Entró otro tipo al cuarto con el guevo parado y el condón puesto. Era un negro. -¿A quien me cojo?
–A mi. –dije , así de lo más desesperado por sexo. El tipo vino y se fue por detrás y listo, pa dentro sin contemplaciones, algo que me puso la carne de gallina. –El sifrinito aguanta guevo ¿no?.
No sé por qué les da por pensar siempre que los que no viven en barrios somos sifrinitos…en fin, llegó el otro de lavarse aquello y me lo metió en la boca.
Juan no hacía más que gemir como niña mientras se lo turnaban para cogérselo. Mientras el negro me cogía hablaba con los otros, yo me sentía el más ignorado, era como humillante la escena, yo ahí de juguete sexual de unos malandros que ni me determinaban; ¡Que morbo me daba eso!.

–¿Quién está a punto de venirse?
–Yo -gritaron los que estaban con Juan. –vengan y le echan la leche a este –¡a este! Que patán. Llegaron pajeándose y de repente recibí una lluvia blanca de 3 tipos. Mi cara era una dona. A juan se lo cogía el tipo al que le mamé el guevo.
Cuando terminaron de echarme hasta la última gota, me pasaron sus guevos por la boca. Me sentí tan poquita cosa, humillado, lleno de semen de 3 malandros de barrio pero feliz.

–Pasa al baño. –El baño no tenía puerta, el lavamanos estaba a una mirada de caerse, la poceta sucia. El piso era de granito pero desgastado y la ducha, bueno, la cortina era un cosa; grandes extensiones de moho negro que abarcaban casi la cortina de plástico, el piso asqueroso y sólo había una llave, la otra estaba desaparecida, por supuesto era agua fría. Sí, ahí supe porque me dicen sifrinito. Ese baño era un laboratorio bacteriológico. Yo creo que que mi cuerpo se llenó de hongos ese día.

–EPA, ¿Tienen toalla?
–Usa la que está en el toallero. –El toallero era un palo de madera sustituyendo a una barra de metal que hace años había ahí y de ese palo colgaba una ¿toalla? deshilachada y gris –me imagino por lo sucia- que casi era para secarse las manos. Como pude me sequé.

–¿Te gustó la cogida? –Me dijo el negro.
–Si, ambas.
–Yo era el que te paró allá abajo mi pana. No estaba invitado pero me vine pa culeá contigo.
–Ah que bien, que bueno, uf divina esa tirada. –Si fue divina, pero aún no superan a mi exjefe–.
–Divino fue el guevo que nos metimos en el trabajo ¿verdad?. –Me dijo el niñato como si me hubiese leído la mente.

–¿Quieres café, jugo, agua, fresco, una cerveza?
Me dijo uno de los que vivía ahí. –Coño si tienes café , dame una taza pequeña.
El chamo montó una cafetera y se puso a lavar los platos que eran una montaña, la cocina también era un asco.
–Chamo, disculpa el desorden y lo sucio del apartamento, nos agarraste de sorpresa y no limpiamos.
–No vale, tranquilo. –Ese apartamento no lo limpiaban desde hace meses, la cochinada que había no era de días.
Terminé el café –muy bueno por cierto- y les dije que me iba.
–¿No quieres que te lo meta de nuevo? –Me dijo el negro mientras se tocaba el guevo y se le iba parando.
–No mi pana, ya me tengo que ir, otro día vengo con más calma y me quedo hasta tarde.
–O adormir y te cogemos toda la noche.
–Si va. –Ya estaba hablando como ellos, tenía que salir de ahí rápido.

–Me voy contigo en el carro así te escolto, pa que no te pase nada, me dejas en la alcabala ¿si?
–Ok, no hay problema. –Le dije.
Gracias catire,  ven cuando quieras o me llamas y te vienes a mi casa pa darte guevo toda la noche. –Extendió su mano y me dio un papel con su número. “Yenderson”.
–Dale Yenderson, te aviso.
–Si va Fransuá, tienes nombre de vieja marica.
–Jajajaja si. –Arranqué y me fui.

Más nunca supe de ellos, de Juan sí.
Les escribo pronto, bye.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

MALAS INFLUENCIAS. Nuevos horizontes. #FrançoisSomosTodos


Luego de dos semanas con la puerta trasera clausurada, mi vida sexual como activo tampoco había avanzado. Pero ya mi culo estaba recuperado.

El novio de mi mamá me había ofrecido dar clases de inglés a unos clientes de él que trabajaban en Caracas, le dije que sí pero sería en las noches pues mi trabajo era hasta las 5 de la tarde. Todos aceptaron y comencé las clases. Se me daba bien lo de enseñar.

Ya tenía también dos semanas que había empezado con las clases de inglés en esa época. En el trabajo las cosas estaban estresantes pero igual me iba a las 5 de la tarde para poder cumplir con mi nuevo trabajo.
Los viernes no daba clases así que estaba más relajado en el trabajo. Uno de esos viernes mi jefe me llama para reunirnos y conversar sobre unos compuestos. En eso tocan la puerta y era el niño de la limpieza, le hago señas al jefe diciéndole que el carajito es gay y pasivo. A mi jefe se le dibujó una sonrisa.

–Ven acá chamito. –Le dice mi jefe. –Ven acá, frente a mi –Le baja el cierre de la braga y se la quita, volteándolo. –¿Tú crees que este culito aguante a mi pana?.
–No, pero igual lo puede intentar. –Le dije, mi jefe se levantó y volteó al carajito para que viera. Se bajó el panatalón y el interior. Cuando ese niño vio aquello se asustó y se echó para atrás, a mi me empezó a doler el culo de una.
–No, yo no quiero, no, no –Lo agarré del brazo y lo puse de frente a mi jefe. –Deja el miedo que él te lo va a meter despacito.
El mastodonte de mi jefe abrió la gaveta secreta y sacó el pote de vaselina, el culo me estaba palpitando. Metió la mano y le echó una cantidad generosa de esa pasta que huele a petróleo en su delicado culo lampiño y blanco. Mi jefe agarró su guevo y lo iba dirigiendo al pobre niño que estaba asustado al ver aquello crecer rapidamente. Comenzó a meterle los dedos, que parecían un guevo de tamaño promedio así que ya empezaba a cogérselo, hasta que puso el glande en la puerta y entró.
Le tuvo que tapar la boca al carajito que iba a empezar a gritar.
–Márcame la extensión de mi secretaria y ponme el auricular. -Me dijo.
–<<Aura, no me pases llamadas y que nadie entre, nadie, ni tú>> Colgó.
Mientras él hablaba yo me unté de vaselina mi culo porque yo no iba a perder eso.
El niño estaba tumbado boca arriba sobre el escritorio y yo me puse sobre él ofreciendo mi culo al jefe que ya tenía medio guevo adentro del niño, que yo no dejaba que gritara porque le estaba cayendo a besos.

De repente, mientras lo besaba, grito en mi boca. Mi jefe lo había penetrado por completo y sin reparo. Me volteé y lo miré –Ahora a mi –le dije. Sacó lentamente su guevo del culo del niño, que me imagino era un túnel de metro. Ahora iba hacía mi. Me encomendé a todos los santos, pedí que no me doliera, apreté los ojos y aflojé el culo.

–Chico pero ya te entra facilito, una sedita. –No podía creer que aquella pitón ya había entrado.
–Métemela a mi otra vez, anda, dale
–Espera que voy yo, coño.
Dos hienas peleando por carne. Ahora el hombre se turnaba, me lo metía a mi y luego a él y así estuvo, mientras nosotros nos besábamos.
Mi jefe se estaba deleitando con un par de culos frente a él. Cuando volvió a metérmelo escucho que abren la puerta, que estamos frente a ella.

–Llevo rato llamándote al celular, ¿qué hací…as? –La esposa del jefe con el celular en la mano, lo primero que hace es tomarnos unas fotos. Mi jefe se sube los pantalones yo brinco del escritorio y el niño se escurre hasta caerse al piso.

–¡Maldito maricón! ¿Es por esto que siempre te quedas hasta tarde trabajando? Te voy a hundir, quiero el divorcio pero primero todo el gremio médico y faramcéutico se va a enterar. ¡Enfermo!
Nunca había visto a mi jefe tan callado y aguanntando el chaparrón. Se quedó inmóvil…y yo.
–¡¡¡FUERA DE AQUÍ, FUERA!!!
–Pero jefe como vamos a salir, su esposa debe estar ahí afuera.
–SALGAN.

Primero salió el chamo de la limpieza, luego yo y ¡Bingo! Me agarró la esposa.
Aura estaba detrás de ella sonriéndome, creo que sabía de la bacanal de ahí dentro y dejó entrar a la tipa.
–No me esperaba esto de ti. Tú que has venido a mi casa y te has comido mi comida, y ahora revolcándote con mi marido. Me imagino que está no es la primera vez que lo hacen.
–La segunda. –Me salió del alma, tanto así que Aura abrió los ojos como platos al oirme.
Luego de decir eso lo único que recuerdo es un pito en el oído. La cachetada que me dio esa mujer rodó mis dientes 2 grados a la izquierda.  Cerré los ojos y lo próximo que escuché fue el portazo y los gritos de la tipa hacia su esposo, mi jefe.

–Por enfermo y desviado te pasan las cosas.
–Vieja frígida, vaya a masturbarse al baño para que se le quite la envidia. –Mi madre siempre me dice que hay que respetar a los mayores –todavía me lo dice– pero es que esta tipa no merece respeto –buen, yo tampoco, lo que hice fue grave, pero eso es otro peo.

Al día siguiente cuando llegué a  la oficina me esperaban en el despacho de mi jefe, él, el director de RRHH y la esposa cornuda.

–Lee este documento, va a ser tu liquidación, una muy buena y abultada cajita feliz para que renuncies y el incidente quede olvidado de ambos lados.
-Eso me lo dijo el de RRHH y me puse a pensar si mi jefe le habrá contado lo del “incidente”.Vi a los ojos a mi jefe y me bajó la mirada, estaba tenso.
Lei el documento y sí, era una buena liquidación, firme sin pensarlo, una compensación muy buena. Firmé y salí.

Recogí todas mis cosas del cubículo. La gente me miraba y susurraba, no sé si sabían algo, ya no me importaba, me iba a ir. Pero antes, tomé mi pendrive y vacié la computadora de varias fórmulas y compuestos que yo había creado, no pensaba regalarle eso a ellos.

Ahora comenzaba una etapa nueva, de profesor de inglés. A ver que me deparaba el destino, a lo mejor el negocio está ahí y sería docente.
Cuando monté la caja  en el carro recibí un mensaje. Era mi jefe.
–<<Lo siento, no te pierdas>> Sinvergüenza el hombre.

Luego me enteré que la mujer es la de los reales y la que lo puso en el laboratorio. Del niño de la limpieza me enteré que lo botaron, pero me escrbió para decirme que seguía en pie lo de ir a su casa. Sólo pensar en ir a La Vega, me daba escalofríos.

Hasta luego.

martes, 24 de noviembre de 2015

MALAS INFLUENCIAS. Entre sustos y sorpresas. #FrançoisSomosTodos




En el laboratorio éramos una gran familia, mucha camaradería y siempre nos la llevábamos bien, de vez en cuando algunos roces, normales cuando se convive muchas horas con las mismas personas, pero en general muy bien.

Desde que entré me hice pana del jefe de Seguridad y de las personas a su cargo. Gracias a ellos mi estancia en el laboratorio fue más larga.
Una mañana uno de los de seguridad me pide que pase a la oficina de monitoreo de la empresa, estaba recien llegando al laboratorio.

–Siéntate que quiero mostrarte algo.
Mostrarme algo era ver como me metía en el cuarto de limpieza y salía al rato y como me cogí al niño de la limpieza en el piso y le metí el consolador junto con mi guevo y luego gateábamos hacia mi escritorio.
No podía con la pena, verme en el monitor teniendo sexo fue terrible –me veía gordo y en blanco y negro-.

–Esto no lo ha visto el jefe, yo edité los videos diarios y quité eso. Me puedo meter en un peo, porque eso está archivado en el disco duro principal, yo lo saqué de lo grabado. Puedo borrarlo de cualquier sitio pero es complicado. ¿Qué hacemos?.

Ese “¿qué hacemos?” significó bajar a planta baja y sacar del cajero una buena suma de dinero para eliminar de la faz de la tierra y de lo virtual mi video porno. Le di la plata y le supliqué que borrara todo eso de la memoria, pero que me diera antes una copia del video para mi uso particular –gordo y todo era mi video amateur-.
El pana fue un caballero, pero antes burlándose de mi por ser marico –Por lo menos te lo cogiste y no te cogieron, eres un varón– ¿se puede ser más animal? Yo creo que sí, pero bueno, esa gente es así y no estoy yo para cambiarles el chip, lo que quería se logró y mi imagen en la empresa quedó intacta –Bueno casi, el jefe me tiene en la mira como un acosador sexual.

En ese problemita laboral estuve hasta casi las 10 de la mañana, lo bueno es que mi compañero me cubrió la espalda, mientras yo “resolvía un problema con mi tarjeta de crédito clonada”.

El niño de la limpieza siempre me hacía señas para ir al cuarto de la limpieza, le tuve que decir que nos habían pillado que ahí no se podía.
–Ya te dije que puedes venir a mi casa y ahí montamos una orgía con mis amigos.
Sonaba tentador pero eso era una parranda de locas malandras –a ratos sale mi homofobia racista que tengo oculta– en un barrio más peligroso que una favela brasilera.

Ese día salí a las 6 de la tarde, me iba a ver con Tomás para ir al cine, ya había quedado sola la oficina, estaba sólo mi jefe. Me fui al estacionamiento. Al llegar a mi carro y meter la llave en la cerradura, oigo mi nombre, más bien mi apellido.
–¡Puyol! –Todos me llaman por mi segundo apellido, mi madre se siente orgullosa por eso,  pero debe ser que Gota es como poco masculino, no sé.
Al escuchar mi apellido volteo hacia donde venía el grito y era mi jefe.
–Suba a mi oficina que tenemos que hablar.
–¿No puede ser mañana? Tengo un compromiso. –Todavía tenía las santas bolas de decir eso sabiendo lo tensa de las relaciones con mi jefe.
–Tiene que ser ahora, cancele el compromiso y suba a mi oficina, lo espero allá.
Llamé a Tomás y le expliqué. Entendió pero se molestó, le dije que le avisaba apenas saliera.

El trayecto del estacionamiento hasta el despacho del jefe se me hizo eterno, lo suficiente para elucubrar lo que me iba a decir; me abrió un expediente disciplinario, no está contento con mi desempeño, me va a dar un bono, aumento de sueldo por mi gran capacidad, me trasladan a Suiza la casa matriz del laboratorio. En fin cualquier posibilidad cabía ahí. Llegué, toqué y entré.

Mi jefe estaba parado frente al espejo  que tiene justo al lado de la puerta y se miraba.
–Ya sé que le pasa a mis pantalones, no son de una talla menor. Fíjate es esto. –Se agarró el paquete, que en realidad era un bulto de 8 kilos que tenía entre las piernas.
–Ven  acá.

Todas mis hipótesis se cayeron cuando dijo “ven acá”.
–Ponte frente a mi y agarra esto. –Este hombre me estaba poniendo a prueba o de verdad me quería envainar el tronco que tiene. Puse la mano sobre aquello. Aquello estaba duro y caliente y un escalofrío me recorrió.
–Aja, ¿qué piensas?
–Bueno, yo pienso que si, es grande. –Me quitó la mano y se desabrochó el pantalón y lo dejó caer. Un interior blanco reluciente se dejó ver, la tela estaba luchando contra la gravedad. Lo que sostenía ahí no era normal. Se bajó el interior.
–Ahora agárralo con tus manos y dime si te parece grande.
Aquello era una punta trasera, mis manos se veían diminutas sosteniendo eso. Pesaba y seguía caliente.
–Es enorme jefe –dije eso y soné a secretaria sumisa que recibe órdenes. Aquello se movía en mis manos e iba creciendo.
–Ahora quiero que te agaches e intentes meterlo en tu boca. –Sin soltar la punta trasera me agaché, el apartó mis manos y tomó el control de aquello que parecía que tenía vida propia.
–Abre la boca lo más que pueda.
–Una pregunta jefe ¿A qué estamos AAAHGG –No me dio chance de decir más nada, tenía un tolete de carne en mi boca y no sabía –por primera vez- como mamar aquello. Mientras lo acomodaba para facilitar mi faena y sostenerlo con mis manos, mi jefe comenzó a hablar.

–Esa vez en el baño te puse a prueba a ver hasta donde llegabas y eres bien osado carajito. Te dije eso a ver si seguías en los próximos días acosándome y lo que hiciste fue pedir disculpas, eso me gustó, habla bien de ti. Pero es que desde que te entrevisté te tengo ganas y mira ahora te tengo mamando mi pipí.

Que manía tiene la gente de decirle pipí –me incluyo- a las monstruosidades que guardan en el pantalón. En fin, él hablaba, yo mamaba.

–Pero sí, me gustas mucho y quería estar contigo, llevarte a una cama pero es que no aguanté y te busqué, además mi mujer revisa mis cuentas y si ve en la tarjeta lo de los hoteles… -Él seguía hablando y yo disfrutando de esa carne, le pasaba la lengua, me lo metía, lo escupía, volvía a mamarlo.
–Mi esposa es celosísima y cree que me cojo a todas las tipas del laboratorio, para ella todas son unas putas.
–La puta soy yo. –Le dije y me reí y seguí.
–Desabrochate el pantalón y ahora te lo quitas que te voy a empotrar esto.
Me sentí una piltrafa, objeto sexual de un pervertido mastodonte.
Con un brazo me alzó y me cargó, caminó conmigo cargado hasta el escritorio y buscó vaselina, imagínense VASELINA, en mi vida había usado eso, una pasta vizcosa, espesa que olía a bomba de gasolina. Metió la mano y agarró una cantidad considerable y me la untó en todo el culo.
–Te tengo que echar que jode porque esto te va a doler, cada vez que me cojo a mi esposa es un suplicio, ella no disfruta sufre, pero es que eso me das más morbo y me la quiero coger más, así que bueno, aguanta. –Mientras decía eso me alzaba e iba empujando su guevo para diltarme, el tolete a duras penas traspasaba la abertura de mi culo.
–Hay que tener paciencia, mi verga es enorme, pero una vez que la tengas adentro la vas a gozar, mi esposa a los minutos de tenerla adentro se pone como una yegua, así quiero que te pongas tú.
–“¿Cómo una yegua?” Este tipo es más macho que mi papá pero le gusta el culo de un hombre. Ya había metido la cabeza y yo sentía que me estaban metiendo una grúa,  me sentía una vaca pariendo. De repente se detuvo.
–Los culos son estrechos hay que trabajarlos pero una vez que estan dilatados les entra cualquier vaina. Aguanta.
Me abrazó y me bajó clavándome más el guevo, sentía como la vaselina en contacto con el roce de la piel hacía sonidos. Me estaba doliendo pero más podía la excitación. Se volteó hacia el escritorio y me acostó ahí.
–Ahora vas a sentir como si te rompiera la piel pero tranquilo, es normal, luego vas a pedirme que te de duro.
–¿Más? Apenas iba por la mitad  y sentía los riñones en mis amigdalas, terminó de acostarme bien y llegó el momento. Me agarró por los hombros y como si fuera un toro embravecido y terminó de penetrarme. Mis ojos se salieron de sus órbitas o eso me pareció sentir. Mi culo se abrió, la piel se estiró, mis músculos se tensaron. Él se detuvo, dejó de hablar  y esperó que el cuerpo que es sabio se acostumbrara a ese elemento ajeno a él. Me relajé, me soltó los hombros. Unos segundos después retiraba el pene hasta la mittad para volverlo a meter y así seguir una y otra vez.
El dolor había bajado, pero igual la sensación de abertura la tenía, me alzó de nuevo y en el aire me volteó poniéndome boca abajo para volver a penetrar.
–Tienes una cueva, mi verga va a entrar ligerito. –Antes que lo metiera llevé mi mano a mi culo y efectivamente, era una cueva, la mano me entró.
–Saca la mano que ahí voy.  -Lo metió sin pausas, directo. Su fuerte golpeteo me hizo daño en las nalgas pero eso no le detuvo, ahora gruñía, me agarraba de la cintura y halaba hacia él. Era un salvaje.
Sacó su enorme guevo y me volteó. Comenzó a masturbarse, mi pene estaba flácido. Su mano, gigante sostenía aquella verga, la meneaba, comenzó a darle más rápido, más rápido y de repente, su guevo empezó a botar leche como si fuese un grifo a medio abrir, sin presión pero constante, me bañó mi guevo de leche y seguía era una fuente inagotable de semen. El grifo se detuvo y se tuvo que sentar, estaba mareado.
No es para menos, entre la cantidad de sangre que tiene que llegar hasta ahí y la cantidad de semen expulsado se quedó sin energía. Y me faltó, la habladera de paja, como habla cuando tira carajo.

Yo no quería ni moverme, no sabía que hacer con aquel manatial blanco encima de mi. Mi jefe trajo una toalla y me quitó el exceso para luego ir al baño a lavarme. Cuando me levanté, me dolían las piernas, las nalgas y el culo, sobre todo el culo, era un dolor arrecho. Estaba caminando como un vaquero.

–Te dejé doblado ¿no? Eso pasa cuando le meto a alguien esto.
–Si ya me di cuenta jefe.
–Oye, que esto quede entre nosotros, no quiero mariqueras ni chismes, yo tengo a mi esposa y mis hijos, esto es sólo una canita al aire.
–Tranquilo jefe. –Me vestí, el también se vistio, intentaba, su guevo no cabía en el interior y menos en el pantalón, se veía inflamado.
–Si mi mujer me dice para hacer el amor hoy no sé lo que le voy a decir, estoy agotado y mareado.
–¿Quiere que lo lleve a su casa? –Aceptó y nos fuimos en mi carro, con la promesa de buscarlo en la mañana. Al llegar a su casa, se despidió de mi con un abrazo.
–Te portaste como un campeón, aguantas palo.
Me limité a sonreir, el dolor no me dejaba para más. Llegué a casa y me tomé 3 ibuprofenos de 600 mg, el dolor era fuerte.  Lo de ser pasivo tuvo que ser supendido por varias semanas.