sábado, 6 de diciembre de 2014

ARCHIVOS TRIPLE X: Las uvas también son afrodisíacas


En vacaciones decidí buscar trabajo para ganar algo de dinero extra trabajando, me fuí a la vendimia, me ofrecían un sueldo, alojamiento y comida. ¿Qué más podía pedir?
Llegué al caserío, me recibió el dueño del viñedo, un hombre canoso, una leve barriga asomaba por encima de su pantalón, más o menos 50 años. Conversando, me explicó dónde me quedaría, los horarios de trabajo, el tiempo para comer y descansar durante el próximo mes.
Me dirigía al cuarto que me habían asignado cuando me tropiezo y oigo -¡Cuidado! – y antes de caer al suelo me levntaron unos fuertes brazos, allí vi claramente a un muchacho de no más de 20 años, moreno, algo de músculos y abdominales – Si vas mirando al techo y paredes sin mirar por donde andas pasan estas cosas – Dijo el muchacho. - Lo siento – Dije…
-No pasa nada, tú supongo que serás el nuevo, yo soy David, el hijo de Pedro, el dueño – Contestó con una sonrisa amplísima -Te llevo a tu habitación – Me miró a los ojos y me sonrió, parecía muy simpático y amable.
Abrió una puerta que nos llevó a una estancia con una cama pequeña con cubrecama, un armario de dos puertas y una ventana.
-Qué amplio! – Dije asombrado.
-Me alegro de que te guste, te dejo tranquilo, y ahora bajas a cenar, te esperamos a las 21.00h
-Muchas gracias– Le dije mientras le estrechaba la mano.
-Vamos a ser compañeros durante un tiempo, ya nos conoceremos más – Añadió con un guiño.
Me uní al trabajo con David y otros dos hombres más. Ellos eran mayores que David pero él era el que más interés le ponía al trabajo. Mientras caminábamos al viñedo, íbamos hablando de nuestras vidas y conforme pasaban los días, se estrechaba una amistad entre ambos. Yo notaba cierto flirteo de su parte, siempre me agarraba cuando podía, me hacía cumplidos, buscaba la oportunidad de acariciarme, bajo cualquier pretexto, si me rozaba una rama o me había hecho alguna herida.
A mí me daba morbo esa situación, más de una vez tuve erecciones mientras le miraba el culo y observaba con todo lujo de detalles su cuerpo sudoroso y caliente. Muchas noches me pajeaba pensando en él, David se metía en mi mente y a cada día me volvía más loco.
Ninguno parecía dar el paso, yo tenía mis dudas aún con las miradas que me echaba a mi cuerpo, mis ojos, mi paquete. Hasta que llegó el día.
-Son las 2:30 de la tarde deberíamos de ir hacia el caserío ya – Dijo uno de los compañeros.
-Sí, terminamos con esto, y volvemos ¿no? – Le dijo el otro
-Váyanse ustedes mientras, nos quedaremos Fran y yo a terminar estas viñas antes de comer, así descansan un poco  - Dijo David, dirigiéndome una mirada con una sonrisa un poco lasciva en su rostro.
Cuando pasaron unos minutos que los otros se habían ido, se abalanzó sobre mí y me besó, inmediatamente le respondí el beso, lo abracé, le acaricié el cuerpo que tanto me excitaba.
-Besas mucho mejor que en mis sueños – me dijo– Al fin estoy haciendo lo que deseaba hacer desde que te recogí del suelo. Mi pene ya había reaccionado.
Por lo que pude palpar, escondía un buen bulto bajo el mono de trabajo. Empezó a quitarme la camiseta y tirarla por ahí, yo le bajé el mono, para mi sorpresa tenía una gran verga, 20 cms por lo menos.
Me bajó el pantalón y el boxer y se metió mi pene en su boca, fue una delicia, el contacto de mi guevo con su lengua caliente, dentro de esa boca húmeda, me daba mucho placer. Entre gemido y excitación, escuché un ruido entre los árboles, miré pero no vi nada, supuse que sería algún animal, seguí disfrutando de la mamada que me estaba dando David. Le agarré la cabeza y empecé a bombearle yo mismo, al mirarle de reojo ví como se pajeaba mientras me lo mamaba sin parar.
Le aparté mi pene, lo levanté, me quedé mirándolo, le besé el cuello, y le lamí los pezones, jugueteé con su abdomen. Me arrodillé, tenía frente a mí 20 cms de carne, me la metí en la boca, primero suave, hasta ensalivarlo bien, con mis labios  recorrí cada vena, yendo cada vez más rápido, pasé por sus bolas, y me las metí en la boca. Soltaba gemidos y cada vez más altos, por suerte, no había nadie ahí, o al menos, nadie que viéramos. Me ensalivé los dedos y fui jugando con su ano, mientras mi lengua seguía lamiendo su pene.
-¡QUIERO QUE ME COJAS! – Me gritó David, en un tono salvaje, parecía poseído. No tuve más remedio que levantarme, empujarle para que doblara un poco la espalda, y meter mi lengua entre su culo, lamerle bien, para dejárselo a punto para darle duro.
Me escupí en el guevo y poco a poco fui metiéndolo, primero la punta, una vez relajado seguí metiéndoselo, hasta que entró entero, me dijo que parara, que estuviera quieto, que su culo tenía que acostumbrarse a mi grosor. Me quedé quieto, mientras le daba besitos en la espalda.
David comenzó a moverse lentamente, deslizándose hacia delante y hacia atrás, fue la señal para que yo empezara a mover mi cadera también. Yo empecé a darle duro ahora que había entrado todo mi guevo y él no paraba de gemir, gemidos fuertes, casi gritos, eso me excitaba más.
En un arrebato le saqué el guevo, lo tiré al suelo, puse su piernas sobre mis hombros, y se la metí, de una vez, al principio hizo un gesto de dolor, pero lo detuve con un beso y seguí cogiéndolo y el seguía gimiendo.
-¿Qué me haces?, me voy a venir – decía entre gemidos–.
–Pues vente porque yo también lo haré dentro de ti–.
Empezaron los gemidos entrecortados que decían que era el momento del orgasmo y vi como enormes chorros de semen fueron a parar a la tierra, pecho y cara de David. Al ver aquello me vine yo también, estallé en su interior.
Volvieron a sonar unas hojas, pero no había nadie. Lo ayudé a levantarse, estábamos llenos de tierra, con todo ese sudor en la piel.  
-Ha sido fantástico – Me dijo mientras jadeaba del cansancio.
-Debemos de recoger eso y volver rápido, sino sospecharán de nuestra tardanza – Dije.
-Me has dejado seco – me besó. - ¿Cuándo podremos…? – Dije, -    Esta misma noche – Dijo– Me escaparé de mi habitación, y te cogeré yo a ti – Guiñó un ojo y me besó.
-Y nosotros a ustedes- soltaron los otros compañeros que habían visto toda la jornada de sexo que tuvimos. Quedamos sorprendidos al saber descubiertos, pero se percibía cierta complicidad que nos permitió tomarlo relajado. 
Así nos fuimos todos al caserío, esperando la llegada de la noche para tener mi primera orgía y en el campo.