sábado, 26 de julio de 2014

TRIPLE EQUIS. ¿Amigo? con derecho.


Era viernes y me vi con uno de mis mejores amigos. Lo invité a casa para ver películas y tomarnos algo ya que estaban mis hermanos y mi mamá que lo conocen y les cae muy bien.



Llegamos a casa al final de la tarde y nos pusimos a comer algo uno de mis hermanos preparaba los tragos mientras que mi mamá conversaba con nosotros en la sala.

Luego de varias horas de echarnos cuentos, reir, contar chistes, mi mamá se retiró a dormir y nos quedamos mis hermanos y mi amigo un rato más. Ya todos estábamos bastante tomados pero como nadie tenía que irse pues no nos preocupaba el asunto.


Ya mis dos hermanos se fueron a acostar y quedamos mi amigo y yo en el sofá, muy juntos, rozándonos.

–¿Nos vamos al cuarto y ponemos una película? –Le dije–.

Estuvo de acuerdo y nos metimos en mi habitación cerrando la puerta. Le presté un boxer y una franela para que estuviera cómodo, yo hice lo mismo. Se desnudó frente a mi y le volví a ver ese guevo que ya en otra oportunidad había visto; grande y grueso aunque dormido se veía apetecible. Tragué grueso y volteé la mirada.

Encendí el dvd y nos lanzamos en la cama. Le di play y no supimos más de la película.


Borrachos como estábamos comenzamos a besarnos, me quitó la franela y comenzó a jugar con mis tetillas mientras se quitaba el boxer. Aquel guevo grande, creció y creció más y lo tomé entre mis manos.

–¿Quieres mamarlo? –Me preguntó–.

Sin responder me agaché y comencé a hacerlo, una cabeza enorme, su guevo ocupaba toda mi boca, aunque eso no importó para que él empujara mi cabeza y que me lo tragara todo. Le quité la mano y comencé a mamarlo de arriba a bajo metiéndolo todo en mi boca hasta la garganta y me detenía en su enorme glande para chupárselo y lamerlo, algo que lo estremecía y le ponía la piel de gallina.

Unos minutos después me apartó y buscó un condón en su bolso.

–Pónmelo–Lo hice, tomé el lubricante y embadurné su guevo y mi culo.


Estaba nervioso, en el cuarto de al lado duerme mi mamá y yo iba a tirar con mi mejor amigo. Me puso en cuatro y comenzó a penetrarme lentamente. Cuando logró meterlo todo comenzó a moverse y yo a gemir, se acercó a mi oído para decirme algo.

–No hagas ruido que nos van a oir–Yo seguí gimiendo y me tapó la boca con su brazo y comenzó a darme más duro. Cada golpe de su pelvis con mis nalgas me excitaba más, la cama sonaba y yo sólo pensaba en mi mamá pero la excitación ganó, me volteé y le dije que me lo metira de nuevo.

Sentía dolor pero esa sensación me gustaba. Volví a gemir y el puso su mano en mi boca mientras me decía que me callara. Mientras seguía penetrándome yo me masturbaba, sabía que no iba a acabar tan rápido, yo estaba muy tomado aunque estaba consciente de lo que hacía, mi amigo estaba más borracho que yo.

Él sacaba completamente su guevo y volvía a meterlo, una y otra vez  y en cada repetición le daba con más fuerza, yo sentía mi culo abierto, él tenía una cara de morbo que me estaba volviendo loco.

De repente aceleró y habló.

–¿Ya me vengo ¿dónde quieres la leche?

En ese momento no supe que responder no quería en mi boca pues no me gusta el sabor del semen pero respondí –En mi boca–.

Sacó el guevo de mi culo y jaló el condón yo me acerqué a su glande esperando el chorro mientras él se masturbaba.

–Abre la boca–La abrí y metió su guevo expulsando tres chorros de leche que inundaron mi boca. La tragué. No sé si fue la excitación del momento pero me supo a gloria.

De un brinco se levantó de la cama y se fue al baño. Aproveché para recoger la ropa y buscar el condón que no sabía donde había parado. Tocaron la puerta.

Era mi mamá. Entró al cuarto y yo estaba desnudo, me tapé con la ropa que tenía en la mano, al encender la luz vi el condón y lo pisé para que no lo viera.

–¿Qué haces?

–Nada, aquí recogiendo. Pedro se está bañando, vimos un película y ya nos vamos a acostar.

–MMM ya…¿y por qué tan nervioso? Escuché ruidos.

–Nada, nada mamá sal que va a salir Pedro y le va a dar pena.

Al salir del baño, Pedro me reclamó por el ruido que hice, le dio pena. Su pene seguía erecto y yo con ganas de más. Me agaché para mamárselo de nuevo pero él no quiso, se fue a acostar desnudo. Se tapó con la sábana y se durmió, yo no pude, estaba nervioso y pensando si mi mamá sospechaba algo…

Al día siguiente fuimos a un cumpleaños y no hablamos de lo que pasó. Nunca más se habló del tema. Ya no fuimos más amigos…

sábado, 5 de julio de 2014

TRIPLE EQUIS. Metiendo pan negro en el horno


11:30 de la mañana, el calor en la calle era insoportable. Dentro de la panadería no era distinto.

Marcos tiene 28 años mide 1.93, muscoloso y negro como la noche. Se encarga, junto con dos compañeros, de los hornos donde se hace el pana que se vende a diario.

En ese momento estaba solo en el área de trabajo, frente a él una oficina. Ahí estaba Mario, el encargado ventas y de contactar a los clientes. 30 años, blanco, 1,75, delgado.

Marcos no aguantaba el calor, se quitó la camisa y quedó en franelilla. La tela de algodón le ajustaba, marcando sus pectorales y por la humedad y el roce, también sus tetillas.



Varios de los empleados se habían ido a almorzar y solo quedaron Mario y Marcos. La panadería cierra al mediodía, dos horas. Mientras terminaba de hacer unas llamadas, levantó la mirada y vio a su compañero bañado en sudor y lleno de harina en su brazo izquierdo, igualmente observaba sus músculos bien trabajados. Marcos volteó hacia la oficina y Mario bajó la mirada y a los segundos volvió a verlo, esta vez sus miradas se encontaron. Marcos puso su mano en la entrepierna y con la otra mano se secaba el sudor de la frente.



Los separaba un vidrio pero la tensión traspasaba cualquier obstáculo. Mario comenzó a tocarse y sentía como su pene comenzaba a crecer, Marcos sonreía mientras seguía viendo a su compañero. Seguía tocándose él también. De repente el teléfono sonó y atendió, Marcos aprovechó para ir al baño.

Colgó rápido la llamada y se dirigió al baño.



–Ah disculpa pensé que estaba vacío.

–Tranquilo ya oriné.–Dijo, volteándose hacia el lavamanos con el pene aún afuera.

Grueso, centímetros de sobra como para corroborar el mito de la raza negra. Lo tenía algo erecto. Mario terminó de orinar y fue al lavamanos. Le miró el pene a Marcos a través del espejo, no podía quitarle la mirada de encima.

–¿Te gusta?
Mario se limitó a sonreir.
–¿Quieres probar?–Marcos se bajó el pantalón y dejó libre su miembro.
Mario lo agarró, no podía cerrar la mano alrededeor del pene. Tragó saliva.
–No muerde…mámalo.

Y eso hizo, se agachó y como pudo introdujo aquel inmenso pene en su boca. Marcos le empujaba la cabeza para que le entrara todo, pero a Mario le daban arcadas y se le aguaban los ojos.

–Ya va, coño, que lo tienes enorme.

–Shhhh, aguanta, dale que tú puedes.–Y pudo, poco a poco lo introdujo todo en su boca llegando hasta la garganta, respirando y relajando la mandíbula.



Luego de un rato jugando con semejante miembro, Marcos lo levantó del suelo. Se quitó el pantalón y le dijo a su compañero que hiciera lo mismo.

–Te voy a coger.–Volvió a tragar saliva.

Ambos sudaban, sus cuerpos brillaban y así, desnudos, Marcos llenó su mano de saliva y la pasó por entre las nalgas de Mario. Lo cargó. Este se agarró del cuello de Marcos. Guió su pene hasta llevarlo a la entrada del culo y ahí comenzó a empujar despacio, muy despacio. Lo apoyó en el lavamanos y terminó de penetrarlo, Mario cerraba los ojos aguantando el dolor.

–Relájate para que termine de entrar.–23 centímetros entraron en el cuerpo de Mario que gemía sin parar. Marcos lo alzó y salieron del baño. Aún penetrado se fueron hasta el escritorio y ahí lo tumbó.

Le abrió las piernas hacia los lados y comenzó a empujar con todas sus fuerzas. Mario no paraba de gritar. El dolor y el placer se mezclaban con el calor que los invadía. A Marcos le corría el sudor por sus ojos pero seguía embistiendo con fuerza a su compañero. Se detuvo, lo volteó.



Lo puso al borde del escritorio y siguió. Mario no paraba de gritar y gemir. Marcos lo agarraba por la cabeza y le daba con más fuerza.

–Me vengo, me vengo, no aguanto.–Decía Mario que no se estaba tocando.

–Dale acaba que ahora voy yo. ¿Dónde quieres la leche?–Terminó la frase y ambos acabaron a la vez. Marcos lanzaba gritos con cada descarga, que veniá con otra embestida. Terminó. Sacó su pene lentamente y de aquel culo dilatado escurría el líquido que había dejado Marcos adentro.



Mario no podia moverse, le dolía todo, pero quedó satisfecho y cumplió su fantasía de que lo cogiera un negro y mejor aún, compañero de trabajo. El pan que estaba en el horno se quemó.