lunes, 7 de febrero de 2022

Pasticho hormonal. Capítulo 6

 


Castro, como todas las mañanas, se levantaba en las mañanas y barría el patio para luego ayudar en la cocina. Después de su intento de suicidio, se enfocó más en ayudar dentro del pequeño penal. 

Anoche particularmente no pudo dormir. Sus pensamientos estuvieron en Agustín. Una y otra vez a su mente llegaba la imagen de Ernesto y el chico teniendo sexo salvaje.

Mientras algunos presos estaban en el patio, él y dos hombres más, limpiaban las celdas.
–Castro, llevas un mes que no me coges.
–Hace un mes tuve un fuerte golpe y casi muero. ¿Crees que tengo ganas de tirar?
–Pero antes no había que decirte nada...me cogías y ya...y eso que apenas tienes casi 3 meses aquí. -Castro soltó las cosas que tenía en las manos y sujetó al hombre por el cuello alzándolo.
–No tengo ganas de cogerte, ni a ti ni a nadie. Allá afuera hay alguien que espera por mí. -Lo soltó. El hombre cayó al piso.
–Por ese hombre fue que te ibas a matar ¿o no te acuerdas?. -Un fuerte golpe en la cara hizo que la nariz del hombre sangrara a borbotones. Se la fracturó. A Castro le temían aunque no era agresivo a menos que lo provocaran.
Dejó lo que estaba haciendo y se fue a su celda. Se sentó y no paró de llorar viendo las fotos de su hija y de Agustin.

Unas cuantas horas atrás...

Agustín entraba a su apartamento con Castro, el enorme hombre que conoció en la boda que fue con Ernesto, el policía.
Castro comenzó a desvestir al chico en la sala, cuando ya estaba desnudo, Castro se quitó el sacó y se desabotonó la camisa. Un pecho enorme con dos pronunciados pectorales llenos de vellos, unos enomes brazos. Un abdomen grande y duro como una roca, igual de velludo. Se quitó el cinturón y lentamente se bajó el pantalón quitándose los zapatos. Ya en interiores entre las piernas se notaba un enorme bulto que Agustín no dejaba de ver.
–Te dije que es enorme. ¿Quieres hacerlo?
–Estás aquí, te traje para tirar. -El chico le bajó el interior.
El enorme y grueso pene apareció frente a los ojos de Agustín. A pesar que estaba totalmente erecto, el prepucio aún cubría el glande.
–Tiene mucha piel, la puedo echar para atrás. -El hombre descubrió el glande que estaba brillante y húmedo. –¿Te incomoda?
–No.
–Entonces mámalo. -Cogió la cabeza del chico y la empujó hacia su pene para que se lo metiera pero Agustín lo frenó.
–Marico, tienes un vergón, déjame a mi llevar la situación porque si me obligas lo que voy a hacer es vomitar. -El hombre levantó los brazos y se encongió de hombros.
–Todo tuyo ese palo. Disfrútelo.
Agustín comenzaba a mojar de saliva el glande para luego ir metiéndoselo poco a poco mientras echaba hacia atrás el enorme prepucio. Con sus labios traía hacia adelante la piel mordiéndola y le pasaba la lengua.
–Así papá...rico...coño...eres experto mamando. -Lo sacaba de su boca, miraba el glande y lo mordía suavemente. Castro lo levantó por el brazo y le dio un beso en la boca. –Quiero cogerte, vamos a tu cuarto.

El hombre tumbó a Agustín boca abajo, se agachó abriéndole las nalgas y comenzó a chuparle el culo. Con las nalgas bien abiertas, le pasaba la lengua, chupaba y mordía. Metía los dedos moviéndolos dentro del culo.
–¿Tienes condón?
–En la gaveta hay y lubricante también. -Castro abrió el sobre y sacó el látex, lo estiró y comenzó a ponerlo en su enorme miembro.
–Esta vaina si es incómoda. -Derramó un chorro de gel en el culo del chico. –Voy a meterlo despacito, tranquilo. -Comenzó a apoyar el pene para empezar a penetrarlo. Poco a poco entraba, Agustín apretaba las sábanas aguantando el dolor. El pene iba abriéndose paso, Castro lo hacía con cuidado. El pene iba desapareciendo dentro del culo del chico. Una vez adentro, le pidió a Agustín que se diera la vuelta sin sacar el pene, mientras lo hacía cerraba los ojos y apretaba los dientes aguantando el dolor. –Ya, ya, tranquilo, tranquilo, respira, asi...eso. -Agustin, ya boca arriba, se tumbó en la cama mientras Castro seguía moviéndose lentamente. El chico comenzó a llorar, las lágrimas le salían solas. –¿Te duele, quieres que pare? -Agustin mueve la cabeza negando.
–No puedo, no puedo seguir. -Castro retira el pene y se coloca a un lado del chico.
–Si no te gustó no hay rollo, dímelo.
–Esto no debió pasar...sigo enamorado de...
–Tu novio, con el que estabas en la boda, entiendo...tranquilo, yo me voy.
–Sigo enamorado de Castro...mi ex. Lo amo.
–Ya...que vaina, que perdedera de tiempo...me voy. -Castro comienza a vestirse y se voltea a ver a Agustín. –No me llamo Castro. Es que cuando te vi la cara de emoción no quería decepcionarte y quería llevarte a la cama, me llamo Gregorio.
–Todo es una mierda, si, es mejor que te vayas, te acompaño.
Cuando llegan a la sala se abre la puerta, entraba Ernesto que se sorprende al verlos. Gregorio vestido y Agustín en bóxer.
–Yo me voy, disculpa lo malo, buenas noches o días. -Gregorio se va y Ernesto cierra la puerta.
–Solo vine a cambiarme e irme a casa, te dejo solo.
Agustín lo abrazó, Ernesto cerró los ojos y lo abrazó.
–¿Tiraste con este tipo, con el Castro que no es tu Castro?
–Si...no se llama Castro. Ernesto sigo enamorado de Castro, perdidamente enamorado.
–No me lo tienes que decir...lo sé, desde el primer día. Yo me cambio, recojo todo y me voy, será lo mejor. -Agustín besó a Ernesto.
–No te vayas por fa, no me dejes solo.
–Igual tengo que irme, tengo que ir a casa.
–A mi me tocan puros hombres casados bisexuales...esto es un desastre.
–Agustín...¿Para que quieres que me quede contigo? Cuando salga Castro correrás a sus brazos, ¿Y yo?
–Tienes a tu mujer.
–Te amo pendejo, yo a ti te amo. Tu amas a ese tipo pero yo te amo a ti.
–Soy un desastre.
–Tenía la esperanza de encontrate  solo aqui y hacerte el amor. Ese idiota...
–¿Quieres acostarte conmigo? Quiero que me abraces.
–Tengo que irme.
–Por fa, un ratico...no quiero estar solo. -Ernesto le tomó la mano y se fueron a la habitación. Se desvistió y entraron a la cama, durmieron abrazados.


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