jueves, 3 de febrero de 2022

Pasticho hormonal. Capítulo 4

 


La orquesta sonaba, algunos bailaban y otros en la cola para la comida o pedir un trago en el bar. Los novios caminaban por las mesas saludando.

–Esto es increíble, conseguirte en la boda de mi hija.
-Así es el mundo de pequeño Francisco, tu yerno es mi mejor amigo. Tú que no que querías verme más y mira.
–No te creas que por este encuentro vamos a repetir. Coño ahí se acerca el imbécil de Gustavo.
–Es inmamable.
–Entonces ustedes si se conocen, Pancho, mosca con este, seguro te está trabajando para que lo metas en tu cama, a él no le importa que estés casado.
–Mejor aléjate si no quieres que te de un coñazo.
–¿Tú, el mariconcito que le gusta que se lo puyen?
–O yo, Gustavo. Te reviento a coñazos y te saco de la fiesta.
–Tranquilo Pancho, me voy a bailar con tu hija, que hoy está más bella que nunca. -Gustavo se fue y ambos se quedaron ahí viendo como se alejaba.
–Este guevón está enamorado de tu hija.
–¿Qué?
–Si...me atrevería a decir que tuvieron algo.
–¡No me eches esa vaina Gonzalo!
–Voy averiguarlo, pero estoy casi seguro.
–¿Y toda esta mierda porque no lo dijiste y dejas que pase?
–Porque no es problema mío, es de tu hija.
–¿Y tu amigo? Es su hermano.
 –No se para que te dije. Tú ni querías verme.
–Voy por un trago.

–Tengo unas ganas de bailar contigo, pero seguro que los dinosaurios que están aqui van a poner el grito en el cielo.
–Ay Ernesto, ya tendremos tiempo de bailar, ademas dentro de cuatro horas lo podremos hacer, seguro que luego de la hora loca, que la habrá, bailaremos y nos besaremos. -Ernesto miró a Agustín a los ojos.
–¿Qué pasó?
–Hasta ayer en la tarde pensaba que venía solo a la boda, cuando me escribiste que me ibas a acompañar, se me aceleró el corazón.
–Después de tanto peo Ernesto, necesitaba un escape.
–Yo me siento muy mal con esta situación, yo no pretendía que las cosas llegaran hasta este punto y ahora...Castro...
–Ya...Castro, Castro es pasado Ernesto. Yo no te amo, lo sabes, sigo amando a Castro pero ahora estoy contigo.
–Uy, disparo a quemarropa. Voy a vivir bajo la sombra de tu ex.

Un mes atrás...

–No quiero que vengas más a este horrible lugar, no quiero que me escribas, ni me llames, no quiero saber de ti más nunca, no quiero ser el hombre de tu vida, no quiero casarme contigo, no quiero contigo. Te amo, pero no te quiero en mi vida.
Trata de der feliz con otro hombre, con ese policía. Solo serás feliz pero no vas a amar a ningún otro hombre como me amas a mi.
–Castro yo...-Le puso la mano en la boca.
–No digas nada, tú decidiste estar con él apenas me encerraron. Disfruta esa relación con él, que es casado.
–¿Me dejas hablar?
–Habla.
–Yo te amo Castro y voy a esperarte cuando salgas de aqui y luego cumplas tu tratamiento, nos casaremos, ya estamos haciendo las diligencias para que recuperes a tu hija.
–Gracias por todo lo que haces por mi flaco. Estuve 31 dias esperando a que vinieras a verme diariamente o por lo menos tres veces por semana, pero preferiste al policía, revolcarte con él por 30 días y hoy vienes para darme una laptop y a que te cogiera... ¿para quitarte la culpa?

Agustin salía de la celda y caminaba hacia la calle. Castro pidió quedarse un rato en esa celda. Cogió la sábana y la pasó por una viga apenas descubierta. Le hizo un nudo,se montó en una vieja butaca, una vez montado, se enrrolló la sábana al cuello. –Te amo flaco. Sacudió la butaca con los pies y quedó colgado. Su cuerpo se agitaba pero la sábana cedió rasgándose, su cuerpo cae y la cabeza golpea con la punta del concreto de la cama. El ruido alerta a los guardias que se acercan y ven a Castro tumbado en el suelo.
–¡Está muerto, está muerto!.

–Pero no me has contado como sigue.
–Bien, con algunas lagunas, el golpe que se dio fue muy fuerte, pero no es el mismo hombre alegre, optimista, echao palante, dispuesto a ayudar a quien sea. Ahora es un hombre gris, apagado. -Agustín no pudo evitar que le corrieran las lágrimas. Ernesto le limpió las lágrimas y le pasó la mano por la mejilla. Se vieron a los ojos,  a Ernesto le brillaban los ojos, se le hizo un nudo en la garganta.
–Voy al baño un momento. -Ernesto se fue y Agustín fue a buscar un trago consiguiéndose con su padre.
Ernesto entró al baño y orinó para luego ponerse frente al espejo.
–Estás casado Ernesto, casado, tienes un hijo. ¿Que necesidad tienes de enrredarte con un hombre que no te ama. Lo que has tenido con él es solo sexo. -Ernesto comenzó a llorar.
Gonzalo entraba al baño y vio a Ernesto, él también lo vio mientras se limpiaba la cara. Gonzalo fue al urinario justo detrás del policía, se volteó y Ernesto lo veía, dio media vuelta y observaba el trasero del joven que volvió a voltear. Ernesto se acercó y se colocó en el urinario de al lado.

–Hijo, no sabía que conocías a los novios.
–No los conozco papá, Ernesto conoce al papá de la novia, le ha hecho unos favores.
–Entonces lo tuyo con el policía sigue. Vas a ser el amante de un hombre casado.
–Papá, Ernesto y yo somos amigos.
–Amigos que se cogen, un amigo que hizo que Castro se quitara la vida.
–Nadie me quita de la cabeza que fuiste tu quién le contó a Castro lo de Ernesto.
–Si son amigos no veo cual es el problema.
–¡Papá! Los único que sabían de Ernesto eras tu y Oto y dudo que Oto haya hablado con Castro.
–Dudas, así que pudo ser él.
–¡Fuiste tú papá y no entiendo porqué, nunca te cayó bien por ser el hijo de quien "te robó" a la mujer.
–Castro es distinto y me demostró que te ama y tú de bolsa vas y la cagas.
–Tú no puedes hablar mucho. Ademas Castro tambien hizo lo suyo.
–Castro te ama. Punto
–Castro quería tirarse al novio tuyo, a Jacinto.
–Vine a esta fiesta a divertirme, no me la jodas.
–¿Quien es esa?
–¿Quién?
–Esa...
–Carmen, una clienta, muy buena clienta. 
–Vaya, pero tienes una sonrisa...
–¿Qué sabes de Nacho?
–Ay papá ¿Y que haces tú preguntando por él.
–Se me vino a la mente.
–Ya.

–¿Todo bien?
–Si...normal. -Gonzalo le miraba el pene a Ernesto, levantó la mirada viéndolo a los ojos. Le cogió el pene y se sonrió, Ernesto se movió. Gonzalo se agachó. –Puede entrar gente.
–Deja el miedo, tu guevo es hermoso. -Se lo metió en la boca y Ernesto le puso la mano en la cabeza y echó la suya hacia atrás.
Gonzalo le tomó los testículos y los halaba.

La puerta del baño se abría, el ruido de la musica hizo brincar a ambos mirando hacia la puerta. Agustín se acerca y se sonríe.
–Agustín.
–No debería sorprenderme. Eres casado y le montaste cachos a tu mujer y yo hice lo mismo.
–Agustín, yo quería hablar contigo. -Se acomodó el pantalón mientras Gonzalo se lavaba la boca.
–Yo los dejo solos, creo que tienen que hablar. En su defensa te puedo decir que no nos conocemos.
–Que alivio. -Gonzalo salió.

–No me digas nada Ernesto, no tengo nada que reclamarte.
–¿Puedes dejarme hablar? No voy a explicarte lo que viste. Chamo yo llegué a tu vida de una manera inesperada, me gustaste y quise acostarme contigo, lo logré, pero no contaba que me gustarías más de la cuenta. Pero tú amas a Castro y sigues enamorado,  yo estaré ahí mientras tanto. Cogiéndote cuando tengas ganas de sexo y ya. Yo quiero algo más serio contigo.
–¿Serio? Estás casado Ernesto. ¿Vas a llevar dos relaciones? No es mi ideal de vida.
–Por eso, lo nuestro no puede seguir, o lo que sea que tenemos, no va a ningún lado. Yo me voy a ir.
–No, ¿cómo te vas a ir si te invitaron a ti? Me voy yo.
–No quiero quedar contigo peleado.
–Para nada Ernesto, te quiero mucho, no estamos peleando, estamos aclarando las cosas.

Agustín salió del baño. Al cerrarse la puerta ve a un hombre de espalda. Calvo, muy velludo, con barba, muy alto y fornido.

–¿Castro?





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