lunes, 9 de mayo de 2022

Pasticho hormonal. Capítulo 45

 


Eran las 5:45 de la mañana y Francisco preparaba café. En un par de horas buscaba a Diego para tener otra jornada de sexo como le gustan. Pero antes tendría que lidiar con algunas personas. Suena su celular, un mensaje. Teodoro.

–Buenos días mi amor, debes estar preparándote el primer café de la mañana y yo aquí extrañándote. ¿Y tú?
–La verdad es que estoy feliz y tranquilo aqui solo en casa. La soltería es el mejor estado.-
–¿Por qué tienes que ser cruel?-
–No soy cruel, es la realidad, mi realidad, estoy feliz así y debí estarlo hace años, pero escogí aburrirme-
–Que tengas un feliz día-
–No lo dudes, disfruta con tu familia- No siguió escribiendo y se sirvió una taza. Volvió a sonar el celular, molesto, pensando que era Teodoro, no quiso revisar, pero volvió a sonar y lo cogió. Era Guillermo.
–Me tienes abandonado y con las ganas que tengo de tirar contigo-
–Hola carajito, coño, he estado con mil peos y ando con un carajo que tira divino. Pero en cualquier momento te llamo y te doy culo.-
–¿Estás saliendo con alguien?-
–No, me lo estoy tirando, yo no quiero ni necesito novio.-
–Ok, entonces tengo que esperar que te provoque tirar conmigo.-
–No lo pudiste decir mejor, así es. Otra cosa, ve preparando a tu madre y preparándote tú. A tu papá lo van a embargar y meter preso.-
–Que? Ya va, por qué? Qué pasó?-
–Coño, no me dijiste que jodiera a tu padre? Bueno, yo tambien queria vengarme, ya está, va a salir bien jodido.-
–No era así que quería-
–Mala leche carajito. Encima que te ayudo, te quejas. Te dejo que voy por mi tire-
–Cuando podemos vernos?
–No sé...yo te aviso, dile a tu amante que te de culo, está enamoradito de ti.-

Terminó de acomodarse y le escribió a Diego que ya estaba casi llegando al punto de encuentro.
Cuando Diego se montó en el carro se besaron.
–Hola nene, ¿Estás con ganas de llevar guebo hasta que te canses?
–Eso es lo que quiero, que me dejes cansado. -Francisco que, vestía un mono, se lo bajó dejando al descubierto su pene.
–Quiero que lo mames hasta que lleguemos al apartamento. -Diego se agachó, su lengua humedecía el glande para luego meterlo en su boca. Francisco le empujaba la cabeza, el pene llegaba a su garganta y Diego movía su lengua.
–Cooooñoooo, sigue, sigue, carajo, que rica esa lengua. -Diego subía y bajaba su cabeza, comenzaba a salivar copiosamente, su lengua no se detenía y volvia a llevarse el pene hasta su garganta.
–Como sigas voy a acabar.
–¿Me detengo?
–No.
–¿Por qué no frenas el carro para montarme sobre el?
–Ya vamos a llegar y voy a reventarte ese culo nene. -Diego le apretó los testículos y siguió mamando.mientras el portón del estacionamiento se abría. –No te levantes que hay vecinos. -Estacionó el carro y Diego se levantó limpiándose la boca, Francisco se acomodaba el mono para poder bajar.

Entraron al apartamento, Diego dejó su bolso en una butaca y Francisco lo besó. Su lengua recorriá la boca de Diego para luego morderle el labio. –¿Quieres café?
–Si. ¿Pero te puedo mamar el guevo mientras montas la cafetera?
–Claro, luego te monto yo. -Diego de cuclillas, le baja el mono a Francisco para introducir el pene en la boca. Francisco apoyado del tope, iba buscando el café y la jarra mientras veía como Diego se lo mamaba. Terminó de montarla, levantó a Diego, se quitó el mono y fueron a la cama. Se quitó el pantalón y siguió mamándole el pene. Francisco lo miraba a los ojos y le daba palmadas en la mejilla. Diego bajaba con su lengua por el pene y le mamaba el escroto para luego introducirse los testículos en la boca.
Mientras seguía mamando se desabrochaba el pantalón, con las mismas piernas y una mano se lo quitaba junto a los zapatos. Una vez desnudo de la cintura para abajo, se montó sobre Francisco.
–¿Ya te lo vas a meter?
–Si.
–¿Al seco?
–Saliva, quiero que me cojas ya. -Ya en cuclillas encima de Francisco, tomó el pene y lo introdujo en su culo lentamente, miraba al hombre mientras su piel se erizaba. Cerró los ojos sintiendo como iba entrando el pene. Una vez que entró completo soltó un gemido.
–Así nené, que rico, todo adentro, ahora muévete, cómete ese guevo.
Diego comenzó a mover sus caderas, con cada movimiento se incrementaban los gritos. –Dale, así maraquea ese culo, ¿Tú no eres bien puta? Muévete, rico, dale. -Le decía Francisco mientras le daba cachetadas, una detrás de otra mientras Diego seguía gritando con cada golpe. Se estremecía, se aferraba al pecho de Francisco y movía más rápido las caderas, algo que enloquecía al hombre que lo volteó de lado y ahora era él quien se movía. Diego lo miraba a los ojos mientras le repetía una y otra vez –Dale, dale, dale, reviéntame ese culo.
–Ese culo es mio nene, mio, no se lo vas a dar a nadie, yo solito lo voy a reventar. -Francisco lo volvió a voltear y ahora, ambis frente a frente, colocó las piernas de Diego sobre sus hombros, le alzó la cadera y volvió a moverse con fuerza y rapidez. Diego no paraba de gritar, sudaba, sus ojos se ponían en blanco y su piel se erizaba. Francisco se detuvo.
–Me vas a hacer acabar y no quiero. ¿Tomamos un café?
–Si. -Diego estaba con la respiración agitada, sintiendo un mareo, se puso de pie y sus piernas apenas respondían al movimiento, tuvo que sostenerse de la cama. Se sentaron en el sofá a tomarse el café. Conversaron unos minutos y Diego comenzó a mamarle el pene para luego montarse sobre él ahí mismo en el sofá. Esta vez brincaba mientras apoyaba sus manos en el respaldar. Volvían los gritos y las cachetadas. Diego se detuvo, sacó el pene de su culo y lo mamó.
Te voy a coger ahí. –Francisco le señaló el sofa. Una chase longue estilo Le Cobusier, con una curvatura con la que Diego se le voló la imaginación.
–Ponte boca abajo ahí que ya vengo. -Diego cogió el lubricante y se echó más. Francisco  entró al vestier, al salir venía con una correa.
–¿Qué traes? -Dijo Diego mientras Francisco hacia sonar la correa.
–Algo para castigarte, para ver si te portas bien. - A Diego se le erizó la piel y comenzó a lubricar.

Francisco dejó caer la correa mientras la sostenía de la hebilla. El primer correazo llegó a la pierna y luego a una nalga. Diego gritaba y su pene no paraba de lubricar.



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