Luego de salir de un local con unos amigos donde
bebimos hasta salir bastante tomados, nos fuimos al estacionamiento a
buscar mi carro para dejarlos en sus respectivas casas.
Les digo que me esperen afuera mientras busco el
carro. Extrañamente el sótano está completamente a oscuras, sé donde
está el carro pues activo la alarma y se encienden las luces.
Al cruzar por una columna siento a alguien detrás de
mí y me agarra por el cuello, me empuja hacia la columna. Su brazo
izquierdo rodea mi cuello y mantiene mi cabeza pegada a la columna, en
su mano derecha tiene una navaja que la coloca a mi costado:
“Te vas a bajar los pantalones, lentamente sin hacer
nada extraño porque te entierro la navaja, te voy a coger mariquito” Mis
pantalones junto con el interior se deslizaron por mis piernas hasta
llegar a los tobillos. Él, como pudo sacó su pene, abrió mis nalgas y
sin más nada que su animal fuerza lo metió. El dolor fue insoportable
por unos segundos a tal punto que grité. “si vuelves a gritar te corto
el cuello maricón”.
Una vez que lo metió todo, seguía dándome duro y me
golpeaba contra la columna, en ese momento estaba disfrutando aquella
violación, que permití. Lo sacaba y lo metía, una y otra vez. Lo tenía
grande pues sentía como entraba y se hacía paso en mi culo.
“te voy a dejar la lechita adentro pa' que te acuerdes
de mi, loquita” empujó con más fuerza y acabó. Volvió a empujar un par
de veces más. Lo sacó, me pidió la billetera y el celular y arrancó a
correr en la oscuridad.
Me monté en el carro, me temblaban las piernas, salí y
se montaron. Nunca les extrañó que tardé en salir, entre la rasca y la
habladera que tenían no midieron el tiempo. Fui todo el camino sin
hablar, no conté nada…hasta hoy.
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