Amado y Alonso
Seis de la mañana y como todos
los lunes Amado se dedicaba a acomodar
su huerto que tenía detrás de su casa en la playa. Tenía árboles de naranja,
limón, aguacate, plátano, cambur y guanábana. Recogía las hojas secas, alguna
fruta que ya estaba madura y regaba sus árboles. En los extremos del jardín, llenos
de rosas como le gustan a su esposa.
Amado Gutierrez, un hombre de
65 años jubilado de la empresa petrolera. Una vez que se hizo efectiva su baja
laboral se mudó cerca de la playa con su esposa Daira a disfrutar de la vejez a
nivel del mar.
Mientras Amado caminaba por la
playa ese miércoles luego de regresar del pueblo, pensaba en el día siguiente. Cada
vez que lo hacía se le iluminaba el rostro y aparecía una sonrisa que lo hacía
sentir libre. Daira desde la cocina veía a través de la ventana que daba a la
playa a su esposo caminar y deternerse para mojar sus pies.
–¿Cuándo te cambiaron Amado? Ya no eres el mismo de hace un tiempo.
Mañana vuelves a dejarme sola –Pensaba Daira mientras lo veía regresar del paseo.
–¿Por qué no dejas ropa y
articulos de aseo en casa de tu hijo y así no tienes que cargar con eso cada
jueves?.
–Lo he hecho mi amor pero esta
vez quiero llevar otras cosas.
4:30 de la mañana, Amado ya
estaba calentando el carro para irse a la ciudad. Volvió a entrar a la
habitación para despedirse de su esposa. Un beso en la frente, ella abrió los
ojos para verlo salir del cuarto y cerrar la puerta. Cada jueves a las 4:30 de
la mañana Daira se quedaba sola en casa y, aún acostada, corrían como cada
jueves, las lágrimas por su rostro.
6:35 de la mañana, Amado busca
su celular y hace una llamada.
–Mi amor ya estoy cerca.
–Te espero abajo.
Llegó al edificio y como siempre
lo esperaba para recibirlo. Estacionó el carro y se abrazaron.
–¿Cómo has estado? ¿Los niños?–Todo bien, el trabajo full, sabes como es mi trabajo. Pero bueno, lo importante que ya estás aquí.
–Así es. ¿Subimos en este ascensor?
Llegaron al apartamento. Abrió
la puerta y se fue directo al baño, había aguantado las ganas de orinar para no
detenerse en el camino a oscuras.
Regresó a la sala y ahora si
vendría el saludo. Un apasionado beso le dio la bienvenida de nuevo al
apartamento que compartían tres días a la semana.
–No sabes como te he extrañado
todos estos días, se me hacen eternos. A veces quiero dejarlo todo y vivir
contigo.
–Mi amor no podemos, por lo
menos no todavía.–Lo sé Alonso, lo sé, pero en estos seis meses de relación a distancia se me hacen pocos.
–Pero son intensos y productivos. Vamos a desayunar.
–Dame otro beso.
Alonso y Amado volvieron a
besarse. Ambos se quitaron las franelas para ir a desayunar en la terraza del
pent house.
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