Asdrúbal y Asier
Lunes, 7:30 de la mañana, el
metro está en su hora pico. Cientos de personas aglomeradas en un tren que a
pesar de comunicarse los vagones entre sí no hay más espacio. Sin embargo el
aire acondicionado funciona.
Todos van a lo mismo; trabajo o
diligencias, la mayoría van arreglados, las mujeres bien vestidas, entaconadas,
unas maquillándose, otras jugando con el celular. Los hombres escuchando música
y otros enviando mensajes. La mezcla de perfumes viaja a la velocidad del tren
por todo el vagón. A unos les incomoda, otros ni se molestan en percibirlo.
Asdrúbal, un joven de 26 años,
trabaja en una empresa de telecomunicaciones como Agente de atención al
público, soltero, vive con sus padres. Los fines de semana se dedica a hacer tortas decoradas para cualquier evento o fiesta y eso le genera un dinero extra
a su pago mensual en la oficina.
Va montado en el tren abstraído
con los audífonos colocados y a todo volumen. No ve, ni escucha nada a su
alrededor, con los ojos cerrados va cantando mentalmente la canción de su
artista favorita Kylie Minogue. Un empujón lo saca de su
concentración y decide quitarse los audífonos. Al voltear a su derecha ve a un
joven caminando con dificultad con la ropa sucia y rota. Iba contando el porqué
pedía dinero; un accidente de tránsito le partió la pierna y tiene una
colostomía, una bolsa en el costado del abdómen para poder evacuar por ahí.
Necesita dinero para medicamentos y operarse.
Asdrúbal se encontraba
con ese muchacho varias veces desde hace muchos meses en el metro y dudaba de
que aquello fuese cierto. El muchacho iba acercándose donde estaba él mientras
algunas de las personas entre tropiezos y empujones le daban dinero al joven.
Al estar cerca de Asdrúbal, que se disponía a colocarse nuevamente los
audífonos, el muchacho levanta la vista y se ven ambos a los ojos.
Fue un momento tenso,
Adrúbal de repente sintió temor, pero no le quitaba la mirada, era un muchacho
guapo a pesar de estar en las peores condiciones de higiene, y, justo cuando
iba a voltear la mirada el muchacho le guiña el ojo sonriéndole y le pide un
billete pero ya no escuchaba pues tenía los audífonos puestos y se volteó
rápidamente.
El joven pasó rozando
a Asdrúbal y le dio una suave nalgada. Su piel se erizó y volvió a sentir
miedo. Le faltaban tres estaciones para bajarse pero en la siguiente estación el
joven discapacitado salió del tren.
Llegó a su oficina y
no podía quitarse de la mente al muchacho del vagón. Casi siempre lo veía, o
bien rumbo al trabajo o regresando, pero hoy ocurrió algo que no imaginó que
pasaría nunca; pensar en él, imaginarlo fuera del metro, conversando juntos y
hasta ayudándolo para su recuperación. Un golpe en la cabeza lo sacó del sueño.
–Mijo, ¿tas dormido
todavía? Te estoy hablando, ¿cómo te fue el fin de semana–Le dijo Ramón, un
compañero de trabajo–Tas ido, ¿te pajeaste esta mañana?
–Deja la mariquera
todo bien, es que me pasó algo raro en el metro hoy.
–Pero si ya tú eres
raro–Ramón dijo eso y se fue a su asiento, Asdrúbal no entendió que quiso decir
con eso. No sabe si lo dijo pues sabe que es gay o lo dijo porque se comporta
extraño. Eso lo preocupó un poco, al punto de olvidarse del asunto en el metro.
Se fue a su cubículo y atendió a la primera cliente.
Llegó la hora del
almuerzo y fue a buscar a Ramón para que lo acompañara a comprar comida pero
este estaba ocupado con un cliente resolviendo un bloqueo de su línea. No quiso
esperar y bajó solo, se fue a un local cerca de la torre.
Al llegar al local va
directo a la caja a pedir lo que va a comer y pagar, habían dos personas
delante de él. Volvió a colocarse los audifonos mientras esperaba su turno. Sin
darse cuenta ya quedaba una persona, en el momento de quitarse los audífonos la
persona que tiene delante se voltea para irse. De repente lo tropieza y golpea
al que tiene detrás, al voltear se le queda mirando a los ojos. Unos ojos que
ya había visto en otro sitio y no sabía donde hasta que el hombre le guiña el
ojo.
–¡Epa! ¡Tú eres el
tipo del metro, el enfermo! Verga, sabía que era pura paja coño de tu madre,
aprovechándote de la gente–
Asdrúbal se llenó de
rabia e impotencia por no poder hacer nada pero cuando se le iba a ir encima,
el joven lo agarró del brazo y lo sacó del local pidiendo que se calmara.
Asdrúbal no le quitaba la mirada de sus ojos y a pesar de la rabia volvó a
sentir escalofríos y el mismo temor cuando estaba en el vagón.
–¿Qué…me vas a pegar,
aquí?–Decía con voz entrecortada Asdrúbal..
–No, no te voy a
pegar, es lo menos que quiero hacer, anota mi número y repícame.
Asdrúbal lo hizo. Le
dijo que al salir de su trabajo lo llamara para conversar con un café o una
cerveza para explicarle todo.
–¿Qué te hace pensar
que te voy a llamar?
–El deseo que veo en
tus ojos. Me llamo Asier, esta tarde nos vemos.
Asdrúbal se quedó
viendo su celular, no sabía si sentir rabia o reir. De nuevo sintió un golpe en
la cabeza.
–Viste que eres
rarito, otra vez aguevoneao y viendo el celular, ¿Ya almorzaste? Acompáñame.
Ramón lo abrazó y lo
arrastró de nuevo al local.
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