lunes, 19 de marzo de 2012

SEXO BENDITO Final de Temporada SEXORAMA


Regresábamos mi novia y yo en carro hacia casa, era de noche, era la primera vez que hacíamos un trayecto, tan largo por carretera y resultaba engorroso, ya que habíamos tomado acortar un atajo que nos recomendaron, estaba cubierta por vegetación e impedía ver normalmente la vía. Al rato empezamos a sospechar que nos habíamos perdido, estábamos cansados. Durante veinte minutos continuamos en el camino, hasta llegar a una recta, al final, había un monasterio.
Al llegar nos acercamos a ver si había alguien que me pudiera guiar, y de paso estirar las piernas y tomar un poco de aire fresco. Nos dirigimos a un costado del templo, donde había una luz encendida, golpeamos una puerta de madera, oímos como giraban la cerradura, se abrió y apareció un sacerdote calvo con lentes, y su sotana.
- Buenas noches, ¿qué desean?- Preguntó el sacerdote. – Disculpe la molestia a estas horas, queríamos pedirle un favor. – Sí, ¿en qué puedo servirles? – Nos hemos perdido, llevamos muchos kilómetros y no sabemos dónde estamos. – ¿Se han perdido?, normal, si no conocen la carretera, es fácil perderse y más de noche. – Sí, dije yo, podía guiarnos, estamos cansados, muertos de sed y con hambre, queremos llegar lo antes posible. – Lo mejor que pueden hacer es quedarse a dormir aquí hoy, y continuar mañana por el día que será más fácil, además aquí hay camas de sobra, pues solo estoy yo en el convento.
Nos mirarnos y decidimos quedarnos. Pasamos, él cerró la puerta y lo seguimos entrando a uno de los cuartos laterales de la iglesia, nos comentaba que estaba solo porque las demás personas habían tenido que ir a una congregacíon de no sé que cuestión y estarían fuera unos días. El cura nos ofreció café, ya que comida no tenía. Él fue por dos vasos y por vino, el hombre era atrayente en su trato, de mediana estatura, un cuerpo normal, con pocos pelos debido a su calvicie, ojos castaños, piel clara y velluda.
La charla continuó, al igual que el consumo del vino, que mezclado con el cansancio del viaje, hizo que nos sintiéramos relajados y cómodos, el sacerdote nos comentó que era muy común que él estuviera solo, que nuestra inesperada visita era un alivio para su habitual soledad y las durezas que impone la vida religiosa.
- ¿Cuál es la más difícil? Preguntó mi novia. – El lograr mantener con voto de castidad a este pobre. Respondió él, levantándose la parte delantera de la sotana y enseñándonos que no llevaba ropa interior.
Nos quedamos sorprendidos al dejar su paquete al descubierto y velludo vientre. Colgaba un miembro sumamente grueso, cubierto de vello púbico, debajo unos testículos grandes. Mi novia comenzó a poner interés en esa verga, había un brillo en su mirada. Acercándose al sacerdote, extendió su brazo y con su mano agarró sus bolas, la verga comenzó a levantarse, poniéndose más larga y más gruesa.
Se pone de cuclillas frente al padre. Esto me dejó pasmado, ver a mi novia manoseándole las bolas a un cura, mostrándole su entrepierna y aproximando cada vez más su rostro hacia ese pene. Me miró como solicitándome mi consentimiento, y yo asentí con un ligero movimiento de cabeza. Inmediatamente, sacando su lengua tomó la pequeña gota de lubricación de la punta del glande diciendo ¡Delicioso!.
Comenzó a pasarle la lengua a la base del pene, lamiendo el tronco a lo largo, hasta llegar a las bolas, metiéndoselas en la boca, mientras con su mano derecha le hacía la paja al párroco. Llegó a la cabeza y se tragó todo el pene. Logró la maxima dureza, el cura empezó a empujar su pene en la boca de mi novia, ensalivando con sus labios aquella verga.
Todo aquello hizo que mi erección se evidenciara en el pantalón, había logrado excitarme al máximo y más aun cuando escuchando el húmedo sonido de la verga entrando en la boca de ella.
No aguanté más, la llevé hacia el escritorio acostándola, puse su pierna izquierda en mi hombro, separando como podía su pantaleta hacia un costado, y le encajé mi verga en su cuca, mientras su pierna derecha estaba pegada a la mesa del escritorio. Mi pene entraba y salía fácilmente de esa jugosa vagina, el párroco logró llegar a la cara de mi novia, para que ella volviera a mamar.
El cura se acostó en el escritorio y mi novia se colocó encima, se introdujo el guevo, hasta que solo quedaron los testículos fuera. En la sala solo se oían jadeos y olor a sexo.
Me acerqué a ellos, situé una mano en las nalgas de ella, y ensalivándome el dedo recogía parte de los flujos de ellos con los que lubricaba el pequeño ano de mi novia, el párroco volvió a sujetar y separar las nalgas de ella, facilitándome el trabajo, introduje mi dedo en el ano, luego le metí dos. Metí mi verga en su culo y el padre separó más las nalgas para facilitar la penetración, gritando, mi novia disfrutaba la doble penetración.
Las vergas entraban y salían cada una en su respectivo agujero. Seguimos reventando a mi novia, su apretado ano me oprimía el pene y a la vez sentía la verga del sacerdote, en eso llegó la primera eyaculación, pude sentir en mi pene como se escurría y llenaba de leche la vagina de mi novia. El se retiró y yo seguí cogiéndola.
De repente el cura se va detrás de mí y separa mis nalgas escupiendo entre ellas suficiente saliva para lubricar la zona y comienza a penetrarme golpeando igual o más duro que a mi novia, cada embestida que él me daba a mí, se repetía con ella. Mientras yo seguía enseguida le dije a mi novia que se volteara para acabarle en la cara mientras el párroco seguía cogiéndome; me vine en la boca de mi chica. Me lo siguió mamando mientras el cura seguía abriendo mi culo, lo sacaba completo y volvía a meterlo con fuerza hasta que me lo sacó y le dijo a ella que se arrodillara para darle su “bendición”, abrió la boca, sacó la lengua, y el sacerdote restregó la verga en ella, pajeándose, hasta que empezó a eyacular, aquella leche bendita cruzó su cara llegando al cabello, después un chorro más lento y espeso que llegó en la lengua de ella, se tragó todo, su leche y la mía. Después ella volvió a tragar la verga del cura, chupándola hasta sacar los últimos restos de leche.
Nos vestimos, y nos fuimos a dormir, partiendo el día siguiente por donde nos recomendó el sacerdote, llegando sin problemas.

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