Adriano y Américo
10 años antes
Eran
casi las nueve de la noche, el centro comercial estaba casi vacío, las
tiendas cerradas. Se veía caminar a lo lejos gente como zombies bajando
por las escaleras mecánicas apagadas, había un silencio y frío que
helaban.
Américo caminaba por uno de los pasillos buscando un baño,
apenas salía del cine. Consiguió uno abierto y entró. Estaba vació
excepto un urinario.
Américo tenía 21 años, estudiante de
medicina, viene de una familia estricta con un padre recio y una madre
que acepta todo lo que dice el marido. Estudiaba medicina porque así lo
quiso el padre que es médico retirado por causa del Párkinson. Es hijo
único, no ha tenido novia, es virgen y le gustan los hombres pero no se
atreve a tener nada con nadie por miedo a que su padre se entere que su
heredero no le de decendencia. Asustadizo y nervioso, cuando algo le
interesa quiere tenerlo no importa de que manera.
Se coloca al
lado del joven y comienza a orinar mientras veía de reojo como el
muchacho se tocaba el pene y se le iba poniendo duro. Tragó grueso y
enfocó la mirada a su urinario pero volvió a mirar.
–Tócalo, ¿te gusta?
–Me da miedo ¿y si entra alguien?
El
muchacho le hizo un gesto con la cara de que no se procupara. Américo
no le agarró el pene sino que se agachó y comenzó a mamarlo.
Cuando llevaba unos segundos agachado se levantó y le bajó los pantalones al joven, el hizo lo mismo.
–Voltéate
que te voy a coger –No terminó de decir la frase cuando él mismo lo
volteó, escupiendo su pene y su mano para colocarle saliva en el culo.
Abrió las nalgas y lo penetró. Hizo que se doblara hacia delante y
comenzó a darle con fuerza mientras que el muchacho se agarraba de la
lámina que divide cada urinario. Seguía empujando con fuerza mientras
que el otro gemía y apretaba los dientes.
Américo dio dos empujones
más y se corrió dentro de el muchacho. Retiro su pene, se subió los
pantalones y le dio un beso en la boca.
–Que cogida tan rica.
–Si, tienes el culo apretadito. Eres el primer hombre que me cojo, soy, era virgen.
–Vaya..que honor…
–Te quiero ver de nuevo, yo te busco–Le dio un beso y salió del baño.
–“Yo
te busco” qué loco este tipo…–decía el muchacho mientras se subía el
pantalón. Entraban dos hombres al baño y apuró el paso.
Cinco meses después.
Américo
estaba en la cola del supermercado comprando un par de botellas de vino
que le pidió el papá, delante de él un joven que compraba varias cosas,
parecía que se iba a la playa.
Cuando le tocaba pagar al
muchacho sacó la cédula. Américo se fijó en el nombre: Adriano Vargas.
Lo memorizó. El muchacho entregó la tarjeta de crédito.
–¿Te acuerdas de mi?
–¿Disculpa?
–Te cogí en el baño del centro comercial, fue en la noche.
La cajera vio a Américo y luego al joven, este le devolvió la mirada a ella.
–Tome su cédula, ponga firma, cédula y teléfono.
–Creo recordar pana, pero este no es el momento pa´ hablar de eso. -Le susurró.
Américo, vio el celular y lo memorizó.
–¿Pero te acuerdas de mi? Te gustó, me lo dijiste.
–Si chamo me tengo que ir.
Adriano
se fue y Américo se quedó pagando. Salió y vio a lo lejos al muchacho
que se montaba en el carro. Anotó el nombre y el número en su celular.
Días después, le envía un mensaje al celular:
_<Hola, me llamo Américo yo te cogí en el baño del centro comercial y nos vimos en el supermercado, pagando>
–<Chamo, déjame en paz>
–<Te quiero coger de nuevo, yo sé que te gustó>
No recibió respuesta.
Américo
entró en internet y averiguó el correo electrónico de Adriano y comenzó
a escribirle por ahí, recibió un par de respuestas, una de ellas
insultándolo.
Todos los días le escribía al celular dándole los buenos días y le enviaba un correo. Nunca recibía respuesta.
Cinco meses después.
Volvieron a encontrarse en el supermercado. Américo cogió una caja de bombones de un anaquel y se acercó a Adriano.
–Hola, ¿Cómo estas? Yo feliz de verte de nuevo después de cinco meses y dos días de la última vez. Te regalo esto, para ti.
–Gracias mi pana, pero estoy apurado.
–Llámame, tienes mi número.
Ambos salieron del supermercado y Américo se le acerca al carro.
–¿Me vas a llamar?
–No lo sé coño, déjame en paz.
–No me rechaces, te quiero mucho.
Adriano se le quedó mirando y aceleró el carro. Américo memorizó la placa.
Seis años después.
Américo
estaba en su cuarto, sentado sobre la cama tenía unas tijeras y varios
hojas impresas. Su padre había muerto hace tres años a causa del
Parkinson, su madre, hacía seis meses como consecuencia de un cáncer
fulminante. Ahora vivía solo en una casa que para él se hacía inmensa.
Estaba
recortando fotos que iba pegando en una pared de su cuarto, cada vez
que obtenía una nueva foto la imprimía, la recortaba y la pegaba en la
pared “la pared de mi novio Adriano”, así le decía. La mayoría eran
fotos de Adriano que recolectaba de facebook, otras que él mismo le
tomaba de lejos, también había de su carro, de su perro, de su familia,
de sus amigos y de ellos juntos gracias al photoshop.
Cuatro años mas tarde.
Luego
de casi seis meses de salir, cenas, cine, teatro, playa, etc, Adriano y
Américo se hicieron novios. Américo estaba feliz de haber conseguido,
luego de muchos años, estar con el hombre que amaba. Adriano también
feliz de conseguir por fin a alguien que se parecía mucho a él y
compartían muchas cosas.
La relación ya llevaba nueve meses.
Normalmente Adriano se quedaba en casa de Américo ya que este vivía
solo. Una noche mientras hacían el amor, Américo, que estaba sobre
Adriano viéndose a los ojos, comienza de repente a empujar con fuerza,
algo que a Adriano le gustaba.
–Dale más duro.
Américo le hizo caso hasta que lo vio directamente a los ojos.
–¿Tú sabes quien soy yo? ¿Te acuerdas de mi?
Adriano se sonreía –eres mi novio–.
–¿Pero te acuerdas de mi?
A Adriano se le tensaron los músculos del cuello y soltó a Américo.
–¿Qué te pasa?
–Hace 10 años te cogí en el baño de un centro comercial y te gustó como te lo hice.
viernes, 31 de enero de 2020
jueves, 30 de enero de 2020
SE ME ANTOJA QUERERTE. Capítulo 4
Débora y Alejo
Débora es una muchacha de 24 años, de profesión peluquera –estilista, como le gusta que le digan–. No terminó sus estudios de bachillerato por las contínuas agresiones de sus compañeros, sólo llegó al 9no grado pero no se dejó vencer por las circusntancias y con esfuerzo, trabajo y el apoyo de su madre ahora tiene un salón de belleza cerca de donde vive en una zona populosa de la ciudad.
Cuando Débora nació sus padres le pusieron Arquímedes, un nombre de varón porque ella nació hombre. Desde muy pequeño Arquímedes se vestía de mujer e intentaba maquillarse con las pinturas de su madre.
No fueron pocos los correazos que recibió de su padre cada vez que lo encontraba vestido de niña cuando tenía 6 años. Su madre Desiré se limitaba a ver como le pegaban a su hijo mientras sus otros hermanos mayores que él, también observaban el maltrato.
Desiré no se escapaba de los golpes de su esposo. Cuando Arquímedes ya tenía 10 años lograba escaparse de su padre para que no lo golpeara, pero la rabia de no poder pegarle a su hijo, la pagaba su esposa.
Cuando Arquímedes comenzaba el 9no grado ya recibía por parte de sus compañeros del liceo golpes e insultos diarios. Su comportamiento era femenino y era el blanco de burlas de casi todo el liceo. Él decidió dejar de estudiar y comenzar a trabajar, vendiendo tortas y dulces en su casa con la ayuda de su mamá. A partir de ese momento comenzó su transformación como mujer, se vestía y actuaba como tal. Se sentía mujer, era una mujer en el cuerpo equivocado. Soportó burlas de sus vecinos, las aguantaba con entereza, pero no aguantaba los reproches y golpes de su padre que ahora cuando llegaba borracho arremetía contra él con la mayor brutalidad.
Una noche que Arquímedes llegaba de la calle encontró a su padre golpeando su mamá en la habitación. Sus hermanos no estaban. Entró y sin pensar cogió de la peinadora unas tijeras y se abalanzó sobre su padre clavándole las tijeras una y otra vez hasta que dejó de moverse.
Luego del escándalo vecinal por el asesinato, Desiré le confesó a la policía que ella había matado a su esposo en defensa propia. Gracias a la ayuda de amigos abogados logró evadir la cárcel, aunque estuvo unas semanas detenida. Tuvo que ir a terapia.
A los 16 años Arquímedes toma una decisión importante en su vida. Quiere vivir como lo que es, mujer. Su madre lo apoya en todo lo que emprendiera su hija, así que fueron al médico para comenzar su tratamiento hormonal y paralelo a eso consultas en el psicólogo.
Desiré no era una mujer de mucho dinero, pero gracias a la costura y repostería ganaba lo suficiente, aparte de un dinero ahorrado por años junto a su marido. Con los ahorros y el dinero que entraba en casa, comenzó en secreto, primero a buscar un local y luego equiparlo. Quería regalarle a su hijo un salón de belleza.
Luego de 4 años el sueño se hizo realidad y cuando Arquímedes, que ahora se llama Débora, cumplió 20 años, su maddre le dio las llaves del local.
–Aquí tienes mi amor, este es tu futuro, feliz cumpleaños.
Débora abrazó a su madre llorando. Ese día también cumpliría otro sueño: Se colocaría los senos.
6:30 de la mañana y Débora como todos los días ya estaba en el salón barriendo y acomodando para que a las ocho de la mañana todo estuviera listo. Entre las 7:30 y 7:45 llegan los tres empleados que tiene; dos muchachas que la ayudan a cortar el pelo y un joven que hace las manos.
Y como todas las mañanas minutos antes de abrir pasa una pandilla del barrio y se pone frente al local a gritarle groserías e insultos a Débora mientras se ponen las manos en la entrepierna y hasta unos se atreven a sacarse el pene y orinar la entrada.
–MARICÓN, MARICÓN, un día te vamos a coger los seis pa que dejes la guevoná.
A Débora le recorría un escalofrío cada vez que la pandilla llegaba a su local.
Los martes curiosamente suelen venir más clientes hombres que mujeres y hoy llegó un hombre alto y fornido, es un vecino de la cuadra que Débora conoce de hace muchos años pero era la primera vez desde que abrió el local que iba a cortarse el cabello ahí.
Alejo tiene 27 años, es buhonero pero de profesión ingeniero, por circunstancias de la vida su familia quedó sin trabajo y sin dinero y tuvieron que mudarse a un lugar más modesto. No ha podido ejercer la profesión pues no tiene experiencia y tenía que trabajar para traer dinero a casa. En el barrio le temen por su estampa de hombre alto y corpulento.
–Hola Arquímedes ¿cómo estás?
–Hola, bien…pero no me llames Arquímedes, Alejo, soy Débora.
–Disculpa, es que es la costumbre.
–¿Y eso que poooor fin decidiste venir a cortarte el pelo aquí?
–Porque me han hablado muy bien del local y quería conocerlo y probar.
–Que bueno, espero que salgas complacido –Débora lo miraba por el espejo y le sonrió colocándole la mano en el hombro que sintió duro como una roca, lo que hizo que se estremeciera.
Alejo desvió la mirada hacia su hombro para verle la mano y levantó la mirada para verla a través del espejo.
–También vine porque me daba curiosidad verte cerca y saber que es verdad que eres mujer.
Débora apartó la mano del hombro.
–No soy una atracción de circo para que vengas a corroborar si soy hombre o mujer, te voy a pedir que te retires.
–Pero Arquímedes no me malinterpretes, es solo que…bueno…no podía creer lo que… decían.
–Débora, me llamo Débora. No sigas hablando que te hundes más –Sintió indignación al ver que el hombre que le gustaba sólo sentía “curiosidad” por ella.
Alejo salió del local con el rostro rojo de la pena. Ya fuera del local se acercó al vidrio de la vitrina y le dijo –Perdón–Débora le leyó los labios pero volteó la cara para buscar unas toallas y atender al próximo cliente.
Débora es una muchacha de 24 años, de profesión peluquera –estilista, como le gusta que le digan–. No terminó sus estudios de bachillerato por las contínuas agresiones de sus compañeros, sólo llegó al 9no grado pero no se dejó vencer por las circusntancias y con esfuerzo, trabajo y el apoyo de su madre ahora tiene un salón de belleza cerca de donde vive en una zona populosa de la ciudad.
Cuando Débora nació sus padres le pusieron Arquímedes, un nombre de varón porque ella nació hombre. Desde muy pequeño Arquímedes se vestía de mujer e intentaba maquillarse con las pinturas de su madre.
No fueron pocos los correazos que recibió de su padre cada vez que lo encontraba vestido de niña cuando tenía 6 años. Su madre Desiré se limitaba a ver como le pegaban a su hijo mientras sus otros hermanos mayores que él, también observaban el maltrato.
Desiré no se escapaba de los golpes de su esposo. Cuando Arquímedes ya tenía 10 años lograba escaparse de su padre para que no lo golpeara, pero la rabia de no poder pegarle a su hijo, la pagaba su esposa.
Cuando Arquímedes comenzaba el 9no grado ya recibía por parte de sus compañeros del liceo golpes e insultos diarios. Su comportamiento era femenino y era el blanco de burlas de casi todo el liceo. Él decidió dejar de estudiar y comenzar a trabajar, vendiendo tortas y dulces en su casa con la ayuda de su mamá. A partir de ese momento comenzó su transformación como mujer, se vestía y actuaba como tal. Se sentía mujer, era una mujer en el cuerpo equivocado. Soportó burlas de sus vecinos, las aguantaba con entereza, pero no aguantaba los reproches y golpes de su padre que ahora cuando llegaba borracho arremetía contra él con la mayor brutalidad.
Una noche que Arquímedes llegaba de la calle encontró a su padre golpeando su mamá en la habitación. Sus hermanos no estaban. Entró y sin pensar cogió de la peinadora unas tijeras y se abalanzó sobre su padre clavándole las tijeras una y otra vez hasta que dejó de moverse.
Luego del escándalo vecinal por el asesinato, Desiré le confesó a la policía que ella había matado a su esposo en defensa propia. Gracias a la ayuda de amigos abogados logró evadir la cárcel, aunque estuvo unas semanas detenida. Tuvo que ir a terapia.
A los 16 años Arquímedes toma una decisión importante en su vida. Quiere vivir como lo que es, mujer. Su madre lo apoya en todo lo que emprendiera su hija, así que fueron al médico para comenzar su tratamiento hormonal y paralelo a eso consultas en el psicólogo.
Desiré no era una mujer de mucho dinero, pero gracias a la costura y repostería ganaba lo suficiente, aparte de un dinero ahorrado por años junto a su marido. Con los ahorros y el dinero que entraba en casa, comenzó en secreto, primero a buscar un local y luego equiparlo. Quería regalarle a su hijo un salón de belleza.
Luego de 4 años el sueño se hizo realidad y cuando Arquímedes, que ahora se llama Débora, cumplió 20 años, su maddre le dio las llaves del local.
–Aquí tienes mi amor, este es tu futuro, feliz cumpleaños.
Débora abrazó a su madre llorando. Ese día también cumpliría otro sueño: Se colocaría los senos.
6:30 de la mañana y Débora como todos los días ya estaba en el salón barriendo y acomodando para que a las ocho de la mañana todo estuviera listo. Entre las 7:30 y 7:45 llegan los tres empleados que tiene; dos muchachas que la ayudan a cortar el pelo y un joven que hace las manos.
Y como todas las mañanas minutos antes de abrir pasa una pandilla del barrio y se pone frente al local a gritarle groserías e insultos a Débora mientras se ponen las manos en la entrepierna y hasta unos se atreven a sacarse el pene y orinar la entrada.
–MARICÓN, MARICÓN, un día te vamos a coger los seis pa que dejes la guevoná.
A Débora le recorría un escalofrío cada vez que la pandilla llegaba a su local.
Los martes curiosamente suelen venir más clientes hombres que mujeres y hoy llegó un hombre alto y fornido, es un vecino de la cuadra que Débora conoce de hace muchos años pero era la primera vez desde que abrió el local que iba a cortarse el cabello ahí.
Alejo tiene 27 años, es buhonero pero de profesión ingeniero, por circunstancias de la vida su familia quedó sin trabajo y sin dinero y tuvieron que mudarse a un lugar más modesto. No ha podido ejercer la profesión pues no tiene experiencia y tenía que trabajar para traer dinero a casa. En el barrio le temen por su estampa de hombre alto y corpulento.
–Hola Arquímedes ¿cómo estás?
–Hola, bien…pero no me llames Arquímedes, Alejo, soy Débora.
–Disculpa, es que es la costumbre.
–¿Y eso que poooor fin decidiste venir a cortarte el pelo aquí?
–Porque me han hablado muy bien del local y quería conocerlo y probar.
–Que bueno, espero que salgas complacido –Débora lo miraba por el espejo y le sonrió colocándole la mano en el hombro que sintió duro como una roca, lo que hizo que se estremeciera.
Alejo desvió la mirada hacia su hombro para verle la mano y levantó la mirada para verla a través del espejo.
–También vine porque me daba curiosidad verte cerca y saber que es verdad que eres mujer.
Débora apartó la mano del hombro.
–No soy una atracción de circo para que vengas a corroborar si soy hombre o mujer, te voy a pedir que te retires.
–Pero Arquímedes no me malinterpretes, es solo que…bueno…no podía creer lo que… decían.
–Débora, me llamo Débora. No sigas hablando que te hundes más –Sintió indignación al ver que el hombre que le gustaba sólo sentía “curiosidad” por ella.
Alejo salió del local con el rostro rojo de la pena. Ya fuera del local se acercó al vidrio de la vitrina y le dijo –Perdón–Débora le leyó los labios pero volteó la cara para buscar unas toallas y atender al próximo cliente.
miércoles, 29 de enero de 2020
SE ME ANTOJA QUERERTE. Capítulo 3
Asdrúbal y Asier
Lunes, 7:30 de la mañana, el
metro está en su hora pico. Cientos de personas aglomeradas en un tren que a
pesar de comunicarse los vagones entre sí no hay más espacio. Sin embargo el
aire acondicionado funciona.
Todos van a lo mismo; trabajo o
diligencias, la mayoría van arreglados, las mujeres bien vestidas, entaconadas,
unas maquillándose, otras jugando con el celular. Los hombres escuchando música
y otros enviando mensajes. La mezcla de perfumes viaja a la velocidad del tren
por todo el vagón. A unos les incomoda, otros ni se molestan en percibirlo.
Asdrúbal, un joven de 26 años,
trabaja en una empresa de telecomunicaciones como Agente de atención al
público, soltero, vive con sus padres. Los fines de semana se dedica a hacer tortas decoradas para cualquier evento o fiesta y eso le genera un dinero extra
a su pago mensual en la oficina.
Va montado en el tren abstraído
con los audífonos colocados y a todo volumen. No ve, ni escucha nada a su
alrededor, con los ojos cerrados va cantando mentalmente la canción de su
artista favorita Kylie Minogue. Un empujón lo saca de su
concentración y decide quitarse los audífonos. Al voltear a su derecha ve a un
joven caminando con dificultad con la ropa sucia y rota. Iba contando el porqué
pedía dinero; un accidente de tránsito le partió la pierna y tiene una
colostomía, una bolsa en el costado del abdómen para poder evacuar por ahí.
Necesita dinero para medicamentos y operarse.
Asdrúbal se encontraba
con ese muchacho varias veces desde hace muchos meses en el metro y dudaba de
que aquello fuese cierto. El muchacho iba acercándose donde estaba él mientras
algunas de las personas entre tropiezos y empujones le daban dinero al joven.
Al estar cerca de Asdrúbal, que se disponía a colocarse nuevamente los
audífonos, el muchacho levanta la vista y se ven ambos a los ojos.
Fue un momento tenso,
Adrúbal de repente sintió temor, pero no le quitaba la mirada, era un muchacho
guapo a pesar de estar en las peores condiciones de higiene, y, justo cuando
iba a voltear la mirada el muchacho le guiña el ojo sonriéndole y le pide un
billete pero ya no escuchaba pues tenía los audífonos puestos y se volteó
rápidamente.
El joven pasó rozando
a Asdrúbal y le dio una suave nalgada. Su piel se erizó y volvió a sentir
miedo. Le faltaban tres estaciones para bajarse pero en la siguiente estación el
joven discapacitado salió del tren.
Llegó a su oficina y
no podía quitarse de la mente al muchacho del vagón. Casi siempre lo veía, o
bien rumbo al trabajo o regresando, pero hoy ocurrió algo que no imaginó que
pasaría nunca; pensar en él, imaginarlo fuera del metro, conversando juntos y
hasta ayudándolo para su recuperación. Un golpe en la cabeza lo sacó del sueño.
–Mijo, ¿tas dormido
todavía? Te estoy hablando, ¿cómo te fue el fin de semana–Le dijo Ramón, un
compañero de trabajo–Tas ido, ¿te pajeaste esta mañana?
–Deja la mariquera
todo bien, es que me pasó algo raro en el metro hoy.
–Pero si ya tú eres
raro–Ramón dijo eso y se fue a su asiento, Asdrúbal no entendió que quiso decir
con eso. No sabe si lo dijo pues sabe que es gay o lo dijo porque se comporta
extraño. Eso lo preocupó un poco, al punto de olvidarse del asunto en el metro.
Se fue a su cubículo y atendió a la primera cliente.
Llegó la hora del
almuerzo y fue a buscar a Ramón para que lo acompañara a comprar comida pero
este estaba ocupado con un cliente resolviendo un bloqueo de su línea. No quiso
esperar y bajó solo, se fue a un local cerca de la torre.
Al llegar al local va
directo a la caja a pedir lo que va a comer y pagar, habían dos personas
delante de él. Volvió a colocarse los audifonos mientras esperaba su turno. Sin
darse cuenta ya quedaba una persona, en el momento de quitarse los audífonos la
persona que tiene delante se voltea para irse. De repente lo tropieza y golpea
al que tiene detrás, al voltear se le queda mirando a los ojos. Unos ojos que
ya había visto en otro sitio y no sabía donde hasta que el hombre le guiña el
ojo.
–¡Epa! ¡Tú eres el
tipo del metro, el enfermo! Verga, sabía que era pura paja coño de tu madre,
aprovechándote de la gente–
Asdrúbal se llenó de
rabia e impotencia por no poder hacer nada pero cuando se le iba a ir encima,
el joven lo agarró del brazo y lo sacó del local pidiendo que se calmara.
Asdrúbal no le quitaba la mirada de sus ojos y a pesar de la rabia volvó a
sentir escalofríos y el mismo temor cuando estaba en el vagón.
–¿Qué…me vas a pegar,
aquí?–Decía con voz entrecortada Asdrúbal..
–No, no te voy a
pegar, es lo menos que quiero hacer, anota mi número y repícame.
Asdrúbal lo hizo. Le
dijo que al salir de su trabajo lo llamara para conversar con un café o una
cerveza para explicarle todo.
–¿Qué te hace pensar
que te voy a llamar?
–El deseo que veo en
tus ojos. Me llamo Asier, esta tarde nos vemos.
Asdrúbal se quedó
viendo su celular, no sabía si sentir rabia o reir. De nuevo sintió un golpe en
la cabeza.
–Viste que eres
rarito, otra vez aguevoneao y viendo el celular, ¿Ya almorzaste? Acompáñame.
Ramón lo abrazó y lo
arrastró de nuevo al local.
martes, 28 de enero de 2020
SE ME ANTOJA QUERERTE. Capitulo 2
Amadeo y Andrés
Un restaurante pequeño, discreto
y a nivel de la calle. Comida mediterránea. El lugar de moda, siempre hay gente
esperando en la calle para conocerlo. Adentro, no más de 20 mesas, y todas
ocupadas. Cuatro amigas celebrando el
embarazo de una de ellas, dos hombres hablando de negocios, madre e hija
conversando, una pareja que estaban más pendientes de su smartphones que de
ellos mismos y otras personas que se diluían en el ecositema de aquel pequeño
local.
Entre esas mesas había una
pareja que hablaba en voz baja pero al verlos de lejos, se podía saber que
estaban discutiendo. 21 años de inmadurez discutían con 45 años de experiencia.
–A estas cosas me refiero,
estás más pendiente de instagram que de mí. Tenemos visiones distintas de la
vida, yo quiero algo más sereno y tú, tú quieres experimentar, descubrir, ¿para
qué quieres a alguien que te dobla en edad?
–Porque me gustan las personas
mayores, ya te lo dije, coño tenemos 2 años de relación tú eres mi primera
pareja, contigo perdí la virginidad ¿y ahora me quieres botar?
Cada uno daba su visión y
versión de las cosas, argumentando cada cosa que decían, pero Aníbal estaba
decidido a terminar una relación que para él ya no iban a ningún lado o por lo
menos iban por caminos distintos. Aníbal tiene una vida tranquila pausada y
Amadeo quiere vivir intensamente.
Amadeo cada minuto que pasaba
se ponía más agresivo y levantaba la voz, Aníbal trataba de calmarlo
colocándole la mano en su hombro. Pero no hubo manera, no tuvo otra opción que
pedir la cuenta para irse y no incomodar al resto.
Amadeo Gutierrez 21 años, un
joven impulsivo, rebelde, con ganas de comerse el mundo, le gusta el deporte y
salir con los amigos a beber. Estudiante de ingeniería y uno de los nietos de
Amado Gutierrez e hijo de Adrián, el
hijo mayor de Amado. Su primera experiencia en temas del amor es con Aníbal, ha
sido una relación secreta para su familia que no sabe que es gay aunque lo
sospechan pero tampoco aprobarían que estuviera saliendo con alguien mucho
mayor que y además con más edad que su padre. La vida le cambiará la manera
de ver las cosas.
Aníbal un hombre de 45 años,
divorciado, comerciante, tiene su propio
negocio que maneja con su hermano y un cuñado. A pesar de aún ser joven es una
persona tranquila que le gusta estar en casa leyendo, viendo televisión y compartir
una comida pero en su casa. Le gusta el sexo y más cuando es con gente menor
que él. La conversación con un amigo le dará otra opción de negocios.
Ya fuera del restaurante,
seguían discutiendo, Amadeo insistía en seguir la relación. Más allá de querer
estar con Aníbal por una razón
sentimental era por la estabilidad económica que le proporcionaba, Aníbal
pagaba todo y Amadeo se sentía cómodo.
Amadeo lo tomó del brazo para
detenerlo pero Aníbal se soltó y caminó hacia el carro que estaba estacionado a
dos cuadras del local. Llegaron al auto y el muchacho seguía discutiendo,
Aníbal ya no le hacía caso. Llegó un momento que lo empujó hacia la pared de un
edificio para que se calmara. Se quedó quieto y Aníbal se volteó y le dio a la
alarma para abrir la puerta.
Amadeo aprovechó y corrió hacia
la otra puerta y la abrió para entrar.
Siguieron discutiendo hasta que
el muchacho le dio un beso en la boca a Aníbal. No lo rechazó pero al separarse
le dijo a Amadeo que se bajara del auto. Se colocó el cinturón de seguridad con
la intención de no bajarse. Salió del carro y se dirigió a la puerta del
copiloto, la abrió agarró al muchacho por la camisa y le quitó el cinturon de
seguridad sacándolo del carro violentamente.
Peatones cercanos veían en la
distancia como forcejeaban cerca del carro. Aníbal lo tumbó en el capó del
carro reclamándole que lo dejara en paz y se fuera, lo volvió a alzar y lo
lanzó al piso. Volvió a montarse en el
carro y arrancó el carro dándole un golpe al vehículo que tenía delante estacionado.
Amadeo comenzó gritrale
mientras se arreglaba la camisa, la gente se acercó para ver si estaba bien y
si necesitaba algo. Les gritó que se fueran, dio me dia vuelta y se tropezó con
una persona que venía por la acera, tumbándolo al piso.
–Disculpa, no te vi, lo siento.
–El joven se incorporó, aún
sentado en el piso comenzó a tocar el piso buscando sus lentes oscuros.. Amadeo
lo veía sin entender mucho hasta que vió un bastón.
–¿Eres ciego?
–Eh si...¿me ayudas a
levantarme por favor? No consigo mi bastón.
Amadeo se lo entregó y lo ayudó
a levantarse. Al verlo de pie no dejó de observarlo. Quedó embelesado. Era un
muchacho de piel blanca y cabello negro, cuerpo atlético sin ser musculoso.
–Que torpe –dijo Amadeo haciendo
un gesto con la cara como de haber metido la pata –Te invitó un café por el
incidente.
Andrés Benítez, 27 años, es
abogado y está ciego desde los 5 años a consecuencia del glaucoma congénito que
le apareció en los primeros meses de vida para luego a los 5 años quedar
totalmente ciego. Debido a los escasos recursos de la familia no pudo operarse,
pero con esfuerzo se graduó de bachiller en un colegio especial y luego
graduarse de abogado, trabaja en un bufete importante de la ciudad.
–Te acepto el café –Sonrió y le
extendió el brazo a Amadeo para presentarse–Andrés Benítez mucho gusto.
–Amadeo Gutierrez –también
sonrió y se quedó viendo a Andrés–.
–¿Te vas a quedar parado
viéndome y sonriendo o nos vamos a tomar el café?
_¿Tú no eres ciego? ¿cómo
sabes?
_Porque no podré ver pero
percibo todo lo que hay a mi alrededor.
–Genial, dame tu brazo que yo
te llevo y así me vas contando.
–Tú también me tienes que
contar que pasaba antes de tumbarme al suelo.
lunes, 27 de enero de 2020
ESTRENO. Se me antoja quererte. Capítulo 1
Amado y Alonso
Seis de la mañana y como todos
los lunes Amado se dedicaba a acomodar
su huerto que tenía detrás de su casa en la playa. Tenía árboles de naranja,
limón, aguacate, plátano, cambur y guanábana. Recogía las hojas secas, alguna
fruta que ya estaba madura y regaba sus árboles. En los extremos del jardín, llenos
de rosas como le gustan a su esposa.
Amado Gutierrez, un hombre de
65 años jubilado de la empresa petrolera. Una vez que se hizo efectiva su baja
laboral se mudó cerca de la playa con su esposa Daira a disfrutar de la vejez a
nivel del mar.
Mientras Amado caminaba por la
playa ese miércoles luego de regresar del pueblo, pensaba en el día siguiente. Cada
vez que lo hacía se le iluminaba el rostro y aparecía una sonrisa que lo hacía
sentir libre. Daira desde la cocina veía a través de la ventana que daba a la
playa a su esposo caminar y deternerse para mojar sus pies.
–¿Cuándo te cambiaron Amado? Ya no eres el mismo de hace un tiempo.
Mañana vuelves a dejarme sola –Pensaba Daira mientras lo veía regresar del paseo.
–¿Por qué no dejas ropa y
articulos de aseo en casa de tu hijo y así no tienes que cargar con eso cada
jueves?.
–Lo he hecho mi amor pero esta
vez quiero llevar otras cosas.
4:30 de la mañana, Amado ya
estaba calentando el carro para irse a la ciudad. Volvió a entrar a la
habitación para despedirse de su esposa. Un beso en la frente, ella abrió los
ojos para verlo salir del cuarto y cerrar la puerta. Cada jueves a las 4:30 de
la mañana Daira se quedaba sola en casa y, aún acostada, corrían como cada
jueves, las lágrimas por su rostro.
6:35 de la mañana, Amado busca
su celular y hace una llamada.
–Mi amor ya estoy cerca.
–Te espero abajo.
Llegó al edificio y como siempre
lo esperaba para recibirlo. Estacionó el carro y se abrazaron.
–¿Cómo has estado? ¿Los niños?–Todo bien, el trabajo full, sabes como es mi trabajo. Pero bueno, lo importante que ya estás aquí.
–Así es. ¿Subimos en este ascensor?
Llegaron al apartamento. Abrió
la puerta y se fue directo al baño, había aguantado las ganas de orinar para no
detenerse en el camino a oscuras.
Regresó a la sala y ahora si
vendría el saludo. Un apasionado beso le dio la bienvenida de nuevo al
apartamento que compartían tres días a la semana.
–No sabes como te he extrañado
todos estos días, se me hacen eternos. A veces quiero dejarlo todo y vivir
contigo.
–Mi amor no podemos, por lo
menos no todavía.–Lo sé Alonso, lo sé, pero en estos seis meses de relación a distancia se me hacen pocos.
–Pero son intensos y productivos. Vamos a desayunar.
–Dame otro beso.
Alonso y Amado volvieron a
besarse. Ambos se quitaron las franelas para ir a desayunar en la terraza del
pent house.
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