martes, 13 de agosto de 2013

PECADO CAPITAL 4. Envidia


El arma tenía silenciador y apenas se escuchó el zumbido que hizo al disparar.  Su cara quedó salpicada de sangre, que limpió con un trapo que había en la mesa. El otro tipo ni se movió de la borrachera, Falcón soltó el arma pero lo volvió a recoger y salió del sótano. Se consiguió con la camioneta. Se montó, pasó la llave y arrancó  a toda velocidad haciendo que los cauchos traseros patinaran en el barro.



Cuando ya tomó la autopista, se le vino a la mente algó que lo asustó: “¡mierda esta camioneta debe tener rastreo satelital!” pensó.  Ve por el retrovisor que viene a toda velocidad un camioneta negra sin placas y los vidrios oscuros, lo golpea fuerte por detrás, lo que hace que Falcón golpee la cabeza contra el parabrisas, pierda el control  del carro y frene. No tenía el cinturón puesto.

La camioneta lo adelanta y se frena atravesando la otra camioneta por delante. Se baja el chofer, es Potro que carga un arma. Abre la puerta del copilot, toma por un brazo a Falcón y lo lanza al asfalto, Potro lo apunta con el arma y descarga 8 tiros.



El Guardia Nacional estaba penetrando a Trinidad, con los ojos cerrados e inspirado en su faena, Coromoto se le acerca y le da un fuerte golpe en la cara que lo tumba al piso, Trinidad se aparta y el motorizado comienza al golpear una y otra vez en la cara al funcionario, hasta que Trinidad le pone la mano en el hombre, –Ya Coromoto, déjalo, lo vas a matar y yo me tengo que ir– Se detuvo. El Guardia tenía la cara cubierta de sangre y la nariz rota, estaba casi inconsciente.

Se acomodaron y Coromoto volvió a acercarse al hombre y empieza adarle patadas en los testículos, una y otra y otra y otra patada. El Guardia ya no se movía. Se montaron en la camioneta y Coromoto seguía alterado, las venas del cuellos y frente las tenía abultadas, sudaba a mares.



Trinidad lo ve y le pregunta –¿Por qué hiciste eso, que ganabas con caerle a golpes y de esa manera, por qué me protegiste?–Primero porque fue un encargo del jefe, que te cuidara hasta saber que ya te había despachado pa’ donde vas, segundo porque eres el hermano de mi putico y pa mi es sagrado eso y tercero ese culo tenía que ser mio antes que de ese bichito– Trinidad busca en su bolso unas toallitas húmedas, saca una, se acerca a Coromoto y comienza a pasarla por su cara paar quitarle el sudor y le da un beso cerca de la boca.



–¡Que fue puej! Deja la mariquera que esas vainas son de hembrita. ¿Que guevoná es esa de besarme y pasarme una servilleta perfumada por la cara, jevita, quédate sano–Lo había empujado hacia su asiento.–Para que sepas, este viaje es para cambiarme el sexo, quiero ser mujer, me siento mujer, soy una mujer– Coromoto accionó los frenos de repente y se detuvieron en seco en el hombrillo de la autopista. –¿Cómo es la vaina? te vas a poner un cuca? ¿te van a volar el machete?–Comenzó a reir a carcajadas–Usté lo que es es un rolo e’ marico ¿oyó?.

–Como se ve que eres un animal…no entiendes nada y no estoy ahora para explicarte de que va todo esto, es demasiado complejo para que comprendas lo que he vivido y siento. Soy un chao, pero desde pequeño me siento mujer, bueno niña, este cuerpo que tengo me estorba, lo quetengo aquí abajo–se señaló en la entrepierna–me estorba–Hablaba mientras aguantaba las ganas de llorar.



Coromoto no dijo más nada, iba pensando “Na guevoná, este carajo es arrecho, se va a cambiar de sexo, se va a abrir una cuca, hay que tener bolas pa hacé eso…bicho…Verga ni mi mujé me trató así cuando este pana me limpió la cara…jejejeje que mariquita es pero es buena gente. Pero igual me lo cojo y cuando sea un hembrón me la cojo por esa cuca nueva”–Bueno panita, perdona lo que te dije, es que cooooño ese cuento es rudo papá…a mi me gustan las cucas pero pa cogémelas no pa tenerla aquí–Se tocó su entrepierna apretando su pene. –Tranquilo…no hay problema–Trinidad no le dio importancia al asunto, ignoró el último comentario. “Estoy más cerca de mi meta, estoy más cerca de mi meta–Repetía Trinidad en su cabeza–“pronto voy a ser mujer, ya falta menos, y no tendré que envidiar a ninguna mujer, seré como ellas”. Pensaba en su cabeza.



Potro se guardó el arma, lanzó algo en el piso de la camioneta robada y se montó en la suya. Los tiros los dio en el asfalto a poca distancia de Falcón. Potro ya había arrancado, Falcón, medio aturdido por los disparos y el miedo que tenía volvió montarse en la camioneta y la encendió alejándose del lugar. No entendía por que Potro no lo había matado y además lo dejó ahí con la camioneta.

Ya estando a una distancia considerable, tocó un botón y la camioneta que conducía Falcón, voló en pedazos.
Se sonrió y aceleró. –Listo, el asunto ya es fiambre– le dijo a Tabay en un mensaje de texto. –Ve al galpón y si están los imbéciles, los matas y los desapareces–.

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