miércoles, 11 de diciembre de 2013

PECADO CAPITAL 6. Soberbia


15 días después Icoa se recuperaba de la agresión con los cuidados de Asuán. El guardaespaldas había averiguado con sus contactos quienes eran los cuatro tipos que golpearon y violaron a Icoa. Uno a uno los mató. Ella no supo de eso y él tampoco quiso decirle. –Mi amor, tenemos que irnos de este país pero antes tengo que arreglar unos asuntos, tengo el dinero y los contactos y cuento con tu apoyo para lo que quiero hacer– decía Icoa a su novio– Cuéntame, sabes que cuentas conmigo para lo que sea–Icoa comenzó a decirle su plan.



***

Federico, que aún le quedaba año y medio encerrado en el reclusorio, falsificó sus documentos para ser mayor de edad y salir libre. Lo logró. Fue a su casa, buscó documentos, dinero, se duchó se puso ropa nueva y se fue directo a las oficinas de su padrino. Quiere que le de lo que le corresponde de la herencia de sus padres.



Llegó a la recepción de la torre y ahí lo despojaron del arma que cargaba.  –Esta arma está decomisada–Soy el ahijado del dueño de esta maldita torre y empresa así que cuando salga me la devuelven–Si, si, lo que tú digas niño, sube–. En la antesala al despacho lo detuvo la secretaria –Mia mor no puedes pasar a menos que te anunce pero el señor Orinoco está ocuapdo, reunido–No me interesa, yo voy a entrar– siguió de largo y abrió la puerta, en el despacho estaba Orinoco y un escolta.



–¡Padrino! Aquí me tienes, ¡¡¡ya estoy libre!!! ¿Cómo estás?–Federico, no puedes venir a mi oficina así cuando te dé la gana, tienes que esperar a que autorice tu ingreso–Ay padrino que tanto ya estoy aquí, además vine por algo importante y urgente–Lo abrazó pero no recibió el abrazo de vuelta. –Quiero que me des lo que me toca de mis papas, necesito dinero para mis negocios–¿Qué negocios imberbe? Tu no sabes ni manejar tu mesada, deja que yo te administer ese dinero hsta que cumplas los 18–Y tengo 18 con estos documentos que me saqué, anda Orinoco deja el peo y dame lo que me corresponde–Orinoco vió los documentos y los arrojó al escritorio.



-Deja el apuro chamito, vamos a relajarnos primero, tu padrino tiene ganas de cariño por parte de su ahijado–Se tocó la entrepierna mientras miraba a Federico.–Bájate los pantalones que quiero cogerte–EL muchacho comenzó a desvestirse.–Te dije que te bajaras los pantalones nada más, obedece– Esperó unos segundos. –Date la vuelta y baja tu cuerpo– Le dio la espalda a su padrino, mirando de frente al escolta que no se movía de la puerta.



Orinoco también se bajó los pantalones, sacó su diminuto pene, se acercó al cuerpo de su ahijado y comenzó a dilatarle la zona con sus dedos. Una vez con su pene erecto escupio el ano del muchacho e introdujo su pene. Agarró fuertemente del cabello a Federico y lo penetró sin soltarlo. –Así que quieres el dinero de tus papas–Volvía a embestir al chico con fuerza, pero este no sentía ni placer ni dolor. Siguió con el forcejeo y con el cabello agarrado con sus manos dio otro empujón y se corrió.

–Maldita sea–gritó Orinoco. “Viejo verde y encima no agaunta 3 minutos tirando” pensaba Federico mientras veía al escolta con ganas de hacerlo con él, que ya sabía que eso venía ahora.

–Ven acá, termina de cogerte al mariconsito este, quiero verlos–El escolta agarró al muchacho por la camisa, lo alzó y lo montó en el escritorio, le arrancó el pantalón y lo puso al borde. El escolta un negro de 1.95 mts se bajó el cierre y con dificultad sacó su pene entre el pantalón, un pene grueso de unos 20 cms casi erecto comenzó a rozar el ano de Federico hasta que se puso tan duro como una roca. Este si no iba a tener contemplaciones con el adolescente, lo agarró del cabello y sin perder tiempo introdujo su pene completamente. Federico tensó todos los músculos y apretó su ano involuntariamente con fuerza, cosa que el escolta no le gusto y le dio una fuerte cachaetada que aturdió al jóven.



El negro siguió violando a Federico, se detuvo. Lo volte´ poniéndolo boca abajo y siguió penetrándolo. El Viejo Orinoco estaba sentado a un lateral de ellos. –Dale coño, dale duro al carajito pa que aprenda a respetar las órdenes–Federico tenía la cabeza aprisionada al escritorio y intentaba gritar por el dolor pero no podia. –Tu dinero ahijado no te lo voy a dar ni hoy, ni mañana ni nunca, eso ya está invertido y generando dinero para mi, tú, querido ahijado búscate la vida. ¡Listo! No te lo cojas más–El escolta no se detuvo siguió penetrando a Federico hasta que Orinoco lo apuntó con un arma. –Te dije que basta, sácale el guevo y dale su regalito–. Se detuvo, lo bajó del escritorio lanzándolo al piso. –Vístete– Se colocó el pantalón y el escolta lo volvió a agarrar del pelo y le dió un fuerte golpe en la cara partiéndole la nariz.


–Lárgate de aquí y no se te ocurra pisar esta torre más nunca o te mato, basura– El negro lo sacó a empujones del despacho. Al llegar a planta baja le devolvieron el arma. Federico le quitó el seguro y le disparó a un vigilante en la cabeza y a un transeúnte que en ese momento pasaba. El pánico se apoderó del lugar y el muchacho salió corriendo de ahí. –Maldito viejo…me la vas a pagar– era lo único que repetía mientras se alejaba del lugar.

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