viernes, 10 de julio de 2015

FINAL DE TEMPORADA Se me antoja quererte 10


Adriano y Américo

Adriano llega a planta baja y sale del edificio. Una vez en la acera voltea a ambos lados y no ve a nadie. Al fijarse a mano izquierda ve a Américo levantando la mano, se estremece y le recorre un escalofrío por la espalda y va caminando hacia él que está apoyado en su carro.

–Te denuncié en la policía, en cualquier momento te buscan.
–Mi amor no me hables de cosas malas, sube al carro –Le sacó el arma oculta en un paño negro –Sube al carro que vamos a pasear.
–¡No me voy a subir Américo!–Mientras decía eso sentía como su interior se movía y se humedecía, un calor le recorría el cuerpo.
–Te tengo que dar tu regalo. Toma las llaves, vas a manejar tú.

Se montaron en el carro y Américo lo apuntaba en un costado –Ya lo tienes parado ¿ves que te gusta estar conmigo? Vamos a disfrutar, arranca–.

Comenzaron a rodar mientras que Américo comenzó a hablar de los planes que tenía con Adriano, los viajes, la casa donde iban a vivir juntos, mientras le empujaba la pistola. –Yo no quiero hacerte daño, porque te amo mi amor, pero a veces me obligas –Comenzó a bajarle el cierre del pantalón, le apartó el interior y sacó el pene que estaba completamente erecto. Se agachó para mamarlo mientras le seguía apuntando con el arma.
Adriano se estremecía cada vez que Américo introducía todo su pene en la boca. Se detuvo.
–Acomódate y vas a cruzar aquí y agarras la autopista.
–¿Dónde vamos?
–A un sitio donde estaremos solos.
–¿Pero dime dónde? –Américo le empujó más la pistola haciéndole daño. –Ya lo sabrás mi amor, no te angusties que no te va a pasar nada que no te guste–.

Tomaron la autopista, luego de unos minutos Américo le dijo que tomara una salida que había a la derecha para pasar por debajo de la autopista y tomar el retorno, al incorporarse de nuevo, rodaron un par de kilómetros más y le dijo que se orillara. Iban a entrar a una estación de servicio abandonada. Dejaron el carro en el hombrillo, salieron del carro y entraron a la estación.

–Camina hacia esa puerta y vas a entrar.
Adriano estaba sudando y estaba temblando –Vamos a dejar esto ya, yo retiro la denuncia y me olvido de todo.
–CÁLLAATEEEEEE, ENTRA. –Lo empujó y entraron al baño que estaba oscuro. Casi no se veía adentro del baño y el olor era insoportable.

–Bájate los pantalones –Se desabrochó y los dejó caer y le dijo que se pegara a la pared. Apuntándolo en el cuello, Américo también se bajó los pantalones y el interior, se echó saliva en la mano y embadurnó su pene para luego meterlo entre las nalgas. Empujó con fuerza y Adriano se tensó. Américo lo agarró con fuerza del cabello –Afloja el culo coño–.

Comenzó a empujar con fuerza mientras Adriano tenía la cara pegada a la pared que estaba sucia. Américo seguía empujando cada vez más duro. El celular de Adriano comenzó a sonar, se puso nervioso y le dijo a Américo que tenía que contestar que era probable fuera de la oficina. Le dijo que se callara.

Le puso el brazo izquierdo en la nuca mientras comenzaba a correrse dentro de Adriano que estaba bañado en sudor, sin darse cuenta él también se había venido pegado a la pared.

–¿Te gustó? Vístete que nos tenemos que ir.
Adriano no contestó, pero por dentro sentía una emoción que no podía describir, cada sesión de sexo con Américo lo excitaba y le daba morbo. En su mente tenía una dualidad, sabía que tenía que denunciarlo y acabar con el acoso pero le gustaba cada vez que aparecía Américo y lo trataba como un objeto sexual.

–Me tengo que ir a la oficina, me van a formar un peo por mi ausencia.
–Tranquilo mi amor ya vamos para allá y te doy tu regalo.
–¿Mi regalo? ¿no era esto? lo que hicimos.
–Ja, ja, ja no mi amor, eso era porque quería hacer el amor contigo, el regalo es otro

Llegaron a la oficina y le dijo para entrar al estacionamiento de la torre. Al entrar Adriano estacionó el carro y salieron para abrir la maleta, Adriano se asomó para ver lo que había, quedó sorprendido.

–Para que puedas cambiar tus cauchos, por mi culpa no has podido usar tu carro y te pido disculpas por eso –Lo ayudó a sacarlos de la maleta–.
–Yo no te puedo aceptar esto.
–No es cuestión que lo aceptes mi amor, me comporté mal pinchando los cauchos y lo que quiero es resarcir los daños.

Adriano los apoyó en la pared y se limpió las manos en su pantalón que ya estaba bastante sucio. Américo se le acercó y le dio un beso en la boca que no rechazó, más bien lo retribuyó entregándose al beso y sintiendo su entrepierna moverse.
Dejó los cauchos guardados en el sótano y Américo se fue. Al subir entró a la oficina y nadie había notado su ausencia y entonces revisó su celular. Tenía una llamada perdida de un celular desconocido y llamó.

–<<Buenas tardes señor Adriano, soy el policía que lo atendió con lo de su denuncia>>
–<<Ah, sí, sí, dígame, ¿averiguó algo?
–<<Necesito que venga a la comisaría para a hablar del caso>>
–<<¿Pero pasa algo?
–<< En dos platos, los datos que nos dio de este hombre no existen, no hay nadie llamado así y menos con ese número de identificación.

Adriano se quedó petrificado y bajó el celular de su oreja, se sentó en su silla y colgó la llamada.

 

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