Me monté en la moto de Jack y rodamos y
rodamos y rodamos. El camino nos llevó a La Guaira y ya era de noche.
–¿No crees que es peligroso que estemos
aquí de noche?
–Estás conmigo. ¿Cuando estoy cerca de ti
te ha pasado algo?
–A mi no, a los que tengo alrededor, voy
a pensar que soy pavoso o que tú eres el pavoso.
No sentamos en la arena cerca de la orilla
del mar, creo que la playa era Alí Babá, no estaba seguro. Jack cargaba dos
armas. Estaba todo oscuro, apenas la luna menguando iluminaba algo.
–Cuéntame, ¿cómo es eso que vas a ser
papá?
Le conté lo que había sucedido hace un
par de meses con David y mi posición al respecto del aborto. Mientras le
contaba Jack me miraba fijamente a los ojos, o bueno lo poco que podía ver
entre lo oscuro y su pasamontaña. Se quedó callado unos segundos y luego habló:
–¿Tú no crees que David está en todo su
derecho de decidir? Tú no estabas esperando a ese bebé y él tampoco, para que
traer un problema, están a tiempo de interrumpirlo.
–¿Te parece bien que se practique un
aborto? ¿No es mejor que nazca y decidamos que hacer, a lo mejor nos
encariñamos y queremos tenerlo o lo podemos dar en adopción a alguien que de
verdad lo quiera?
–Deja que David decida. Yo si quisiera
tener un hijo.
–Yo no estoy preparado para ser papá.
–Nadie está preparado François, ni las madres,
pero hay que echar para adelante y punto. Pero este no es el caso, tú quieres
que lo tenga, David no quiere y debes respetar la decisión que tome y si decide
tenerlo espero que estés tu ahí para apoyarlo. -Hubo una pausa. –Yo lo que no
entiendo es cómo se te ocurrió tener relaciones con un transexual que no está
operado y tener relaciones por la vagina ¿en qué estabas pensando?
–Es que no estaba pensando con la cabeza
de arriba…que quieres que te diga.
–No dejes a David solo en esto, mira que
tú tienes tu cuota de responsabilidad, ya no tanto por el aborto que quiera
hacerse o no, sino que él está en una transición y esto le puede afectar.
–Él es paramédico.
–Como si fuera psicólogo François. A
veces creo que piensas con la cabeza del guebo.
En un descuido le arranqué el pasamontaña
y pareciera que le hubiese mentado la madre. Me agarró por el cuello y me tiró
en la arena.
–¡No vuelvas a hacer eso!
–¿Y hasta cuándo esta mariquera de estar
ocultándote tras una tela? Ya tiramos, ¿Qué más vas a esperar?, además con esta
oscuridad no te veo nada igual. –Se colocó el pasamontaña de nuevo.
–Yo decidiré cuando te daré la cara.
Antes no.
–Ya me tienes cansado con esa frase.
–Pero igual quieres estar conmigo y saber
de mi.
Me quedé callado, se me acercó y me dio
un beso. Nuestras lenguas jugaban, sólo nos tocábamos con nuestras bocas. Se
separó y miró hacia el frente.
–¿Cómo quieres que me enamore de ti si
vas por la vida tirando con cualquiera?
–Yo no quiero que te enamores de mi, yo
no estoy enamorado de ti. –Me volvió a besar, esta vez tomó mi cabeza con
fuerza y el beso fue más profundo. Se volvió a alejar.
–La noche que te entregaste a mi en la
posada no lo haces con todos los que tiras, eso se siente. -Tenía razón…esa
noche fue increíble. No le discutí eso.
–¿Cómo están los gemelos y su papá?
–Bien, todos bien gracias a Dios.
–Esos chamos te adoran, en el colegio son
buenos estudiantes y hablan de ti y sólo cosas buenas, del sexo que han tenido
no hablan. Eso es otra cosa que me mortifica de ti, andas tirando hasta con
menores de edad y luego te vas al extremo y lo haces con un anciano que era mi
abuelo. -Otro silencio largo.
–Lo siento Jack…de verdad, como saber que
era tu abuelo. Por todo eso que me dices no sé porqué aún sigues cerca de mi y
con ganas de ser más que mi protector.
–Es que soy tu protector no porque me dio
nota…sino porque…-Otro silencio. Se levantó y comenzó a quitarse la ropa.
–Vamos, desnúdate que nos vamos a bañar.
Se quitó la chaqueta y al quitarse la
franela, la poca luz que bañaba su cuerpo delineaba sus bien formados
pectorales y sus abdominales marcados entre luz y sombra. Dejó caer el
pantalón. Un interior blanco guardaba unas nalgas redondas, firmes y duras y
por delante un pene grande con un par de bolas de buen tamaño. El muy perro se
quitó el interior despacio, sacudió su guebo para luego quitarse los zapatos y
el pantalón. Ya yo estaba desnudo, se quitó el pasamontañas y me tomó de la
mano. –Sígueme.
El agua estaba helada, por primera vez no
tenía una erección y no porque no quisiera repetir con Jack, creo que iba más
allá del sexo, estar con él se convirtió en una necesidad, en unas ganas de
verlo. En cambio Jack se le estaba parando. Terminamos de entrar al agua,
dábamos pie pero él me dijo que me abrazara a él y lo rodeara con mis piernas.
–¿Por qué nunca terminas de decirme el
porqué estás cerca de mi?
–Porque estoy enamorado de ti. –Me dio
otro beso y nos sumergimos en el agua helada. Debajo, en aquel silencio el
tiempo se detuvo con los ojos cerrados besándonos ya no me importaba nada, ya
no quería saber de nadie, sólo él y yo en esa playa de noche.
Salimos a la superficie, me alzó y colocó
su guebo en mi culo para penetrarme, el agua no ayudaba mucho pero con su mano
fue guiando la penetración hasta que lo metió, iba cediendo, cediendo, cediendo
hasta que entró completamente.
–Quiero que seas sólo mío, te quiero para
mí.
–Te quiero conmigo Jack. –hablábamos y con
nuestras bocas a escasos centímetros una de la otra, sentía su aliento, mi
corazón latía con fuerza, sus brazos me rodeaban y me sentía protegido. Me
aprisionó contra su pecho, muy fuerte y se corrió dentro de mi.
Retiró su guebo, tomó mi cara acercándola
a él y de nuevo un beso. –Vamos a salir. -Nos acostamos en la arena.
–Hoy por fin te confesaste.
–No creo que haya sido sorpresa para ti
lo que te dije.
–No, pero me encantó escucharlo de ti.
–Para mi tampoco fue sorpresa saber que tú no sientes lo mismo.
Me puse sobre él, ahora veía algo más de
su rostro pero era confuso. –No estoy enamorado de ti, pero estoy sintiendo
cosas que con más nadie he sentido y creo que eso es un gran avance, yo no
quiero dejar de verte y estar contigo y hacer el amor.
–Hacer el amor, eso es lo que quiero que
hagas a partir de hoy, el amor y conmigo.
Me volví a acostar boca arriba al lado de
él, nos tomamos de la mano.
–De momento vamos a disfrutar de este
cielo estrellado y ya se verá que pasa con nosotros. -Me dijo.
–Gracias por esta noche mágica.
–Esta es la segunda de muchas.
–Comenzamos a hablar de mis inicios sexuales, él se reía pero me criticaba, yo
le preguntaba de sus cosas y evadía el tema contándome sólo lo que quería y
llegó un momento en que me dormí y no supe de mí.
Abrí los ojos y estaba amaneciendo, la
playa seguía sola, busqué mi reloj, eran las 5:47 de la mañana y estaba solo en
la playa, Jack no estaba y me puse nervioso. Me vestí rápido y me fui hacia la
calle.
–Hey hey hey ¿para dónde vas? No has
desayunado.
Era Jack que venía con unos jugos y una
bolsa de papel grasienta y supuse que eran empanadas. Me estiré y bostecé.
–Dormilón.
–Pensé que ya no tendrías el pasamontaña.
-Me lanzó mi bolsa de empanadas.
–Come y calla.
¿Y tú dónde conseguiste estas empanadas
a estas horas?
–Tengo mis contactos.
–Eso es lo que tienen los sicarios ¿no?
Contactos. –Hubo un silencio incómodo, Jack se metió un buen trozo de empanada
en la boca, bebió jugo y se puso el casco.
–Epa disculpa, fue un chiste malo.
–Móntate para llevarte a casa.
–Ya va Jack, te pido perdón.
–Tienes razón François, no tienes que
pedir disculpas, lo que hago no es fácil de digerir y creo que eso es lo que te
frena para estar conmigo.
–Algo de eso hay, pero anoche lo dijiste
muy bien “ya se verá que pasa con nosotros”. Te propongo algo.
–¿Qué será?
–Yo manejo la moto.
–¿Tú? ¿Sabes manejar?
–Raro que no lo sepas, tú que sabes todo,
dame las llaves.
–Mosca. –Me monté y él detrás de mi.
Arranqué la motó y salimos a toda
velocidad.
–Ve con cuidado, nunca he ido de
parrillero. –Aceleré y agarré la avenida, no había nadie y levanté la moto en
una sola rueda, cayó al suelo de nuevo y seguimos y crucé el volante y frené.
–¿ESTÁS LOCO?
–Tranquilo, sé manejar, agárrate. -Luego
de pasar el primer túnel sentí los brazos de Jack rodeándome y la sonrisa no se
fue de mi cara. Llegamos al edificio.
–Quítate el casco. –Jack se retiró el
casco y me acerqué para darle un beso. –Gracias por la noche de anoche.
–Sube, que tienes que irte a trabajar.
–Detrás del pasamontañas había una sonrisa, hermosa, que descubría a medias la
dentadura perfecta y blanca que tenía.
Entré a mi casa, me sentía muy bien,
tanto que volví a escribirle a Jack para que se quedara conmigo hoy en la
noche.
–<No puedo, tengo trabajo, me
desaparecí desde la tarde de ayer y ahora todo se ha complicado>
–<No importa, otro día>
–<Otro día a lo mejor no estaré en
este mundo François, hablamos luego>
Otra vez Jack desconcertándome.
No hay comentarios:
Publicar un comentario