Un
año y unos meses después del incidente con los policías –Aquí entrenos, muy en
el fondo y a pesar de lo humillante que fue y lo mal que me sentí, era una de
mis fantasías, la cagó el policía jefe asqueroso e imbécil –me gradué, entregué
tesis y ya era Químico de este país.
Mi mamá me
pagó el pasaje y la estadía en la isla de Margarita, me fui con cinco de mis
compañeros que nos graduamos, los otros -seis más-no sé que hicieron pero creo que
alguno fue a la isla aparte.
Antes de
irme a la isla por 10 días –en ferry, llevé mi carro y otro chamo el suyo– mi
mamá me echó la cantaleta de cuando salía a rumbear o por ahí –“No te vuelvas
loco con la tarjeta de crédito que después la tengo que pagar yo y tú no
aportas nada”– Sé que lo dice de la boca para afuera porque después quería
saber que le había comprado en la isla, pero así es mamá.
Más adelante
seré yo quien le diga lo que ella me decía, pues correrá por mi cuenta parte de
los gastos del hogar y de ella.
Llegamos a
la isla y yo había decidido tener una habitación para mi. Ellos compartirían
habitación; las dos chicas en una y los otros tres en otra. Entre ellos había un
gay, no había salido del closet pero estaba seguro que era y este viaje lo iba
a sacar del closet por los pelos o a empujones para cogérmelo, pero de que
salía, salía.
Cuando
llegamos al hotel, el botones que me atendió, estaba guapísimo, tendría unos
años más que yo, el uniforme le quedaba perfecto, le marcaba el culo y el
paquete –yo creo que me vio y se le paró, no es invento, se le notaba parado-.
Le pedí que me subiera la maleta y mi bolso, a mis compañeros los atendió otro
botones.
–¿Puedes
poner la maleta en la cama y abrirla por fa?
–Sí como no
–me dijo.
Me fui al
baño a orinar y me quité el pantalón quedándome en interiores.
–Estoy
reventao y me voy a dar un baño. –Me quité el interior –agarra el pantalón y
busca la propina en mi billetera.
–Señor pero
eso me lo tiene que dar usted, ¿cuánto voy a agarrar?
–Saca la
billetera – Mientras buscaba la billetera en el bolsillo, lo tomé por detrás y
le desabroché el pantalón hasta que cayera al piso. –Si me das culo y te mueves
bien la propina puede ser grande.
–No me puedo
quedar mucho tiempo. –Me dijo, tomé un condón de la maleta y el lubricante y le
bajé el interior echándole una buena cantidad de gel en el culo.
–Tranquilo
que yo lo hago rápido.
Puso sus
manos en la cama para agacharse y esas nalgas se abrieron para dejar el culo
–peladito– listo para que se lo metiera.
Despacito
fui metiéndolo pues estoy consciente de mis dimensiones y lo escuhaba quejarse
un poco apretándo el cubrecama.
–Me duele
–Ya va a
pasar, aguanta un poco –Lo terminé de meter con la ayuda de él que empujó hacia
mi.
–Tragón,
quieres llevar güevo. –Comencé a empujar y él a gemir, tenía las nalgas
blanquitas y lampiñas, la verdad me gustan peluditas pero esas nalgas eran
bellas y duras. Comencé a darle duro lo que hizo que sus gemidos aumentaran
pero no aguantó y se corrió en la alfombra. Saqué mi güevo y le acabé en las
nalgas.
Cuando se
volteó tenía la cara roja y estaba sudado. Se subió el pantalón.
–¿No te vas
a limpiar?
–No tengo
tiempo –Se abrochó el pantalón y le dije que por lo menos se lavara la cara y
se peinara. Le dí el dinero y se sonrió.
–Esto no
suelo hacerlo –me dijo– Yo me sonreí –yo tampoco, que pena- le dije con
sarcasmo.
–Anda vete y
si necesito de ti, te llamo,
–Cuando
quiera estamos para servirle, mi nombre es Pedro, mi turno termina a las seis de
la tarde
–Seguro
Pedro, gracias.
Al día siguiente
en la noche nos reunimos todos en la habitación de los tres hombres y comenzamos a
beber, en la mañana habíamos comprado varias botellas de ron, refresco y vainas
para picar.
Ya pasadas
las 11 nos habíamos tomado tres botellas y quedaban dos más, seguíamos hablando paja
y cantando, ya las muchachas estaban a punto de ser cogidas por mis amigos. Uno
de ellos se llevó a una a la habitación de ellas, el otro se fue a su cama y
comenzó a cogerse a la chama sin importarle que estábamos nosotros dos ahí.
–¿Qué hacemos?
–Irnos a mi
cuarto, no me voy quedar aquí viendo como tiran, me voy a poner quesúo. -Le
dije.
Nos llevamos
un ron y comenzamos a beber de la botella. Me quité la ropa y me quedé en
interior. Él estaba sentado en la cama como apenado.
–Ponte
cómodo.
–No, no, así
estoy bien.
–Deja la
mariquera, estamos solos, quítate la ropa.
Se quitó la
camisa y se desabrochó el pantalón sin quitárselo. Me acerque a él a escasos
centímetros, mi guevo estaba medio parado y el bulto era grande, él no le
quitaba la mirada. Le ofrecí la botella para que bebiera. Me bajé el interior y
le acerqué la cabeza a mi guevo.
–Mámalo
–puso resistencia unos segundos y luego abrió esa boca como una tragavenado,
comíendose todo el guevo. Yo quedé sorprendido la capacidad de su garganta
para tragarse semejante verga pero bueno el carajo sabía lo que hacía. Mientras
mamaba yo bebía y le echaba ron a mi guevo para que el bebiera.
El carajo se
metía todo el guevo en la boca y lo sacaba como si nada. Luego de un rato, se
sacó el guevo y levantó la mirada. –¿Tienes condones? Me lo quiero meter.
–Claro ya me
lo pongo y te cojo.
–No, te dije
que me lo quiero meter. –Me asustó un poco el tono que usó para aclararme el
punto pero le dije ok.
–Acuéstate
en la cama boca arriba –Hice lo que me dijo, tomó el empaque del condón, lo
abrió, sacó el látex, lo estiró y me lo empezó a colocar.
–Te quiero
reventar ese culo –Le dije.
–Shhh, se
levantó poniendo sus piernas a ambos lados de mi, se agachó y me agarró el
guevo apretándolo, se fue agachando hasta que la cabeza tocó su culo y empezó a
meterlo, yo levanté mi cadera, para metérselo.
–¿Te quieres
quedar quieto? –Obedecí.
Se lo
fue metiendo el solo, lentamente, iba bajando, bajando, bajando, yo sentía como
se calentaba mi guevo, me estaba excitando eso hasta que se sentó metiéndolo
todo, todo. Se quedó así unos segundos con los ojos cerrados. Comenzó a mover
las caderas de manera circular y yo sentía que iba a acabar. Se detuvo y se
puso a brincar . Ese hombre se movía de una manera…era un experto, yo no
hacía nada, él lo hacía todo. Mientras más brincaba más gritaba.
Empezó
masturbarse y gritaba más, yo no iba a aguantar mucho. Comenzó a gemir más
fuerte y de repente, un par de chorros llegaron a mi cara y a mi pelo. Se
descargó y su respiración era acelerada, se bajó, me quitó el condón y se puso
a mamar de nuevo. Cuando tenía el guevo completamente dentro de su boca me vine
y se tragó hasta la última gota. Se apartó, agarró la botella y se lanzó un
guamazo de ron.
–Sí, soy
gay. Ya puedes dormir tranquilo. –Se vistió y se fue.
–Verga este
pana es un experto. Es un activo por ese culo y yo el más pasivo –Dije mientras
me pasaba la mano por el pelo y sentí el pegoste de leche.
Me metí a
duchar y me acosté en la cama.
Todavía
quedaban días en Margarita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario