jueves, 7 de mayo de 2015

SE ME ANTOJA QUERERTE 4

Débora y Alejo

Débora es una muchacha de 24 años, de profesión peluquera –estilista, como le gusta que le digan–. No terminó sus estudios de bachillerato por las contínuas agresiones de sus compañeros, sólo llegó al 9no grado pero no se dejó vencer por las circusntancias y con esfuerzo, trabajo y el apoyo de su madre ahora tiene un salón de belleza cerca de donde vive en una zona populosa de la ciudad.

Cuando Débora nació sus padres le pusieron Arquímedes, un nombre de varón porque ella nació hombre. Desde muy pequeño Arquímedes se vestía de mujer e intentaba maquillarse con las pinturas de su madre.
No fueron pocos los correazos que recibió de su padre cada vez que lo encontraba vestido de niña cuando tenía 6 años. Su madre Desiré se limitaba a ver como le pegaban a su hijo mientras sus otros hermanos mayores que él, también observaban el maltrato.

Desiré no se escapaba de los golpes de su esposo. Cuando Arquímedes ya tenía 10 años lograba escaparse de su padre para que no lo golpeara, pero la rabia de no poder pegarle a su hijo, la pagaba su esposa.

Cuando Arquímedes comenzaba el 9no grado ya recibía por parte de sus compañeros del liceo golpes e insultos diarios. Su comportamiento era femenino y era el blanco de burlas de casi todo el liceo. Él decidió dejar de estudiar y comenzar a trabajar, vendiendo tortas y dulces en su casa con la ayuda de su mamá. A partir de ese momento comenzó su transformación como mujer, se vestía y actuaba como tal. Se sentía mujer, era una mujer en el cuerpo equivocado. Soportó burlas de sus vecinos, las aguantaba con entereza, pero no aguantaba los reproches y golpes de su padre que ahora cuando llegaba borracho arremetía contra él con la mayor brutalidad.

Una noche que Arquímedes llegaba de la calle encontró a su padre golpeando su mamá en la habitación. Sus hermanos no estaban. Entró y sin pensar cogió de la peinadora unas tijeras y se abalanzó sobre su padre clavándole las tijeras una y otra vez hasta que dejó de moverse.

Luego del escándalo vecinal por el asesinato, Desiré le confesó a la policía que ella había matado a su esposo en defensa propia.  Gracias a la ayuda de amigos abogados logró evadir la cárcel, aunque estuvo unas semanas detenida. Tuvo que ir a terapia.

A los 16 años Arquímedes toma una decisión importante en su vida. Quiere vivir como lo que es, mujer. Su madre lo apoya en todo lo que emprendiera su hija, así que fueron al médico para comenzar su tratamiento hormonal y paralelo a eso consultas en el psicólogo.

Desiré no era una mujer de mucho dinero, pero gracias a la costura y repostería ganaba lo suficiente, aparte de un dinero ahorrado por años junto a su marido. Con los ahorros y el dinero que entraba en casa, comenzó en secreto, primero a buscar un local y luego equiparlo. Quería regalarle a su hijo un salón de belleza.

Luego de 4 años el sueño se hizo realidad y cuando Arquímedes, que ahora se llama Débora, cumplió 20 años, su maddre le dio las llaves del local.
–Aquí tienes mi amor, este es tu futuro, feliz cumpleaños.
Débora abrazó a su madre llorando. Ese día también cumpliría otro sueño: Se colocaría los senos.

6:30 de la mañana y Débora como todos los días ya estaba en el salón barriendo y acomodando para que a las ocho de la mañana todo estuviera listo. Entre las 7:30 y 7:45 llegan los tres empleados que tiene; dos muchachas que la ayudan a cortar el pelo y un joven que hace las manos.

Y como todas las mañanas minutos antes de abrir pasa una pandilla del barrio y se pone frente al local a gritarle groserías e insultos a Débora mientras se ponen las manos en la entrepierna y hasta unos se atreven a sacarse el pene y orinar la entrada.
–MARICÓN, MARICÓN, un día te vamos a coger los seis pa que dejes la guevoná.
A Débora le recorría un escalofrío cada vez que la pandilla llegaba a su local.

Los martes curiosamente suelen venir más clientes hombres que mujeres y hoy  llegó un hombre alto y fornido, es un vecino de la cuadra que Débora conoce de hace muchos años pero era la primera vez desde que abrió el local que iba a cortarse el cabello ahí.

Alejo tiene 27 años, es buhonero pero de profesión ingeniero, por circunstancias de la vida su familia quedó sin trabajo y sin dinero y tuvieron que mudarse a un lugar más modesto. No ha podido ejercer la profesión pues no tiene experiencia y tenía que trabajar para traer dinero a casa. En el barrio le temen por su estampa de hombre alto y corpulento.

–Hola Arquímedes ¿cómo estás?
–Hola, bien…pero no me llames Arquímedes, Alejo, soy Débora.
–Disculpa, es que es la costumbre.
–¿Y eso que poooor fin decidiste venir a cortarte el pelo aquí?
–Porque me han hablado muy bien del local y quería conocerlo y probar.
–Que bueno, espero que salgas complacido –Débora lo miraba por el espejo y le sonrió  colocándole la mano en el hombro que sintió duro como una roca, lo que hizo que se estremeciera.
Alejo desvió la mirada hacia su hombro para verle la mano y levantó la mirada para verla a través del espejo.
–También vine porque me daba curiosidad verte cerca y saber que es verdad que eres mujer.
Débora apartó la mano del hombro.
–No soy una atracción de circo para que vengas a corroborar si soy hombre o mujer, te voy a pedir que te retires.
–Pero Arquímedes no me malinterpretes, es solo que…bueno…no podía creer lo que… decían.
–Débora, me llamo Débora. No sigas hablando que te hundes más –Sintió indignación al ver que el hombre que le gustaba sólo sentía “curiosidad” por ella.

Alejo salió del local con el rostro rojo de la pena. Ya fuera del local se acercó al vidrio de la vitrina y le dijo –Perdón–Débora le leyó los labios pero volteó la cara para buscar unas toallas y atender al próximo cliente.

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