Potro cargó a Falcón y se acercó a África que aún seguía
medio inconsciente en el piso.
–Te mereces lo que te pasa por hija de puta, ahora me voy a
llevar a Catia ya, no me la volverás a quitar– le dijo Potro mientras le daba
una patada en las costillas.
Al rato llega al apartamento Coro para visitar a sus hijos,
–Buenas tardes, llegué, ¿hay gente?–No recibe respuesta y decide subir a la
planta de arriba. Encuentra a África tendida en el piso agonizando. –África,
¿qué te pasó, quién te hizo esto?– Po…Potro…te…tengo que contarte algo antes
que me va…vaya… Potro es…
…el hombre que se
enamoró perdidamente de África cuando ella estaba casada con Coro y tenían a
Macuto. Una tarde luego del trabajo, tuvo un percance con el neumático de su
carro y un jóven se le acercó para auxiliarla. El flechazo fue de inmediato y
más en la situación de África, su matrimonio no estaba bien, sopechas de
homosexualidad de su marido; el amor se había esfumado. Aquel muchacho la ayudó
con el carro y luego ella le ofreció llevarlo a su casa pero antes tomaron un
desvío hacia un hotel de paso. –Quiero hacer el amor con un desconocido y tú
llegaste en el momento ideal–le dijo ella. Cariaco, así se llama antes de
convertirse en Potro, sonrió y con su gesto aprobó la decisión de la mujer.
Llegaron a la
habitación del hotel, cerraron la puerta y África con una pasión desmedida se
le lanzó encima, –Quítame la ropa y házme tuya, a lo salvaje, que me hierva la
sangre–. Cariaco le jaló la blusa haciendo brincar los botones, le soltó el
brassiere y comenzó a besarla, le desabrochó
el pantalón y se lo bajó, la tumbó en la cama y terminó de quitarle la
ropa. Su cara fue directo a la entrepierna de ella, comenzó a lamer su vagina,
morderla, succionarla. África gritaba, gemía, se retorcía de placer.
El comenzó a quitarse
la ropa. –Cógeme y castígame– lo repitió tres veces; Cariaco le hizo caso,
introdujo su miembro en la ya húmeda vagina. 24 centímetros penetraron hasta el
fondo a aquella mujer sedienta de sexo –casada y sin intimidad por cuatro meses–África
no hacía más que gritar hasta que Cariaco experimentado y lleno de energía le
tapó la boca –Vuelves a gritar y te pego–Pégame–La agarró del cabello y le
escupió la cara. La jaló con más fuerza del cabello y le azotó dos fuertes
cachetadas, algo que excitó aún más a África –sigue, sigue coño, pégame más,
anda maldito negro–. Cariaco no se detuvo y siguió pegándole hasta que se
detuvo, se incorporó en la cama y de un tirón la volteó para penetrarla por
detrás.
Escupió su mano y la
deslizó entre las nalgas y sin aviso, las abrió para darle paso a un miembro grande
y grueso que iba a desvirgar esa zona. La penetró. El dolor fue intenso. Las
manos de Cariaco fueron directo a la boca de la mujer introduciendo los dedos y
jalando. –Sigue gritando y te doy más duro–La volvió a agarrar del cabello y
jalaba, jalaba con fuerza mientras África gemía y no paraba.
Sacó su pene del ano.
–Voltéate–se masturbó y descargó su semen en la cara de ella para luego
restregarle por toda la cara con su mano todo ese líquido que no era poco.
Se ducharon, se
vistieron y una vez en el carro todo volvió a la normalidad, serenos,
tranquilos, conversaron. De esa conversación vino una relación clandestina que
duró 4 meses. Cariaco se había obsesionado con África, la llamaba, la buscaba,
la perseguía, se le aparecía en la oficina, en su casa, buscaba a su hijo en el
colegio. La secuestraba y tenían sexo donde fuera.
África quería terminar esa relación enfermiza
y se le ocurrió una “excelente idea”. Al saberse embarazada de Cariaco, le dijo
a Coro que era suyo de una vez que tuvieron sexo, pero no le dijo al verdadero
padre. Se citaron en un hotel distinto al de siempre, los chequearon y África
se encargó de que el hombre le viera bien la cara a Cariaco. En el cuarto
volvieron a hacer el amor salvajemente pero esta vez con un látigo. Ella le pidió
que la azotara hasta en su vagina, cosa que hizo en varias oportunidades. Con
su entrepierna enrojecida le dijo que la penetrara, aguantando el dolor pidió
que le acabara adentro. Una vez que lo hizo África comenzó a gritar pidiendo
ayuda.
Fingió una violación.
Como pudo se deshizo del látigo y soportando la vergüenza de un chequeo
forense, descubrieron el semen en su interior, laceraciones y golpes en la
cara. Hubo un juicio. Cariaco fue a la cárcel. 10 años. En ese tiempo se enteró
de la hija que tenía y en la cárcel se preparó para su salida convirtiéndose en
el hombre que es hoy. Un hombre con una fuerza descomunal al igual que su
cuerpo. Con el odio inyectado en los huesos y en los músculos. 5 años estuvo en
la cárcel por buena conducta y por los buenos oficios del que ahora es su jefe,
que en ese momento lo que tenía era el dinero de su padre para manejar a su
antojo las leyes. Ahora quiere recuperar a su hija…
–…Y creo que ya….lo… logró…se la llevó…te…tengo miedo de ese…hombre…no…no
sabía…que..que Potro era…era..Cariaco…mi amante.– Coro sólo se enteró de que Catia no era su hija y respiró porque
no hubo incesto. Estaba distraído viendo a su exmujer desnuda y no aguantó las
ganas de tocar aquella vagina que una vez fue suya y comenzó a introducir sus
dedos. Cerró sus ojos y comenzó a imaginar sus cuerpos desnudos en la cama. Su
menté voló. África ya se había ido de este plano. Él seguía jugando con sus
dedos.
Llamó a la policía para que investigaran lo que había
ocurrido. No se enteró que su hijo estaba muerto en la otra habitación hasta
que los uniformados revisaron todo el departamento. El primer sospechoso, Coro,
lo llevaron a la comisaría para interrogarlo. El arma estaba en el cuarto de
África.
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