miércoles, 13 de noviembre de 2013

PECADO CAPITAL 6. Lujuria


Potro cargó a Falcón y se acercó a África que aún seguía medio inconsciente en el piso.

–Te mereces lo que te pasa por hija de puta, ahora me voy a llevar a Catia ya, no me la volverás a quitar– le dijo Potro mientras le daba una patada en las costillas.

Al rato llega al apartamento Coro para visitar a sus hijos, –Buenas tardes, llegué, ¿hay gente?–No recibe respuesta y decide subir a la planta de arriba. Encuentra a África tendida en el piso agonizando. –África, ¿qué te pasó, quién te hizo esto?– Po…Potro…te…tengo que contarte algo antes que me va…vaya… Potro es…



…el hombre que se enamoró perdidamente de África cuando ella estaba casada con Coro y tenían a Macuto. Una tarde luego del trabajo, tuvo un percance con el neumático de su carro y un jóven se le acercó para auxiliarla. El flechazo fue de inmediato y más en la situación de África, su matrimonio no estaba bien, sopechas de homosexualidad de su marido; el amor se había esfumado. Aquel muchacho la ayudó con el carro y luego ella le ofreció llevarlo a su casa pero antes tomaron un desvío hacia un hotel de paso. –Quiero hacer el amor con un desconocido y tú llegaste en el momento ideal–le dijo ella. Cariaco, así se llama antes de convertirse en Potro, sonrió y con su gesto aprobó la decisión de la mujer.



Llegaron a la habitación del hotel, cerraron la puerta y África con una pasión desmedida se le lanzó encima, –Quítame la ropa y házme tuya, a lo salvaje, que me hierva la sangre–. Cariaco le jaló la blusa haciendo brincar los botones, le soltó el brassiere y comenzó a besarla, le desabrochó  el pantalón y se lo bajó, la tumbó en la cama y terminó de quitarle la ropa. Su cara fue directo a la entrepierna de ella, comenzó a lamer su vagina, morderla, succionarla. África gritaba, gemía, se retorcía de placer.



El comenzó a quitarse la ropa. –Cógeme y castígame– lo repitió tres veces; Cariaco le hizo caso, introdujo su miembro en la ya húmeda vagina. 24 centímetros penetraron hasta el fondo a aquella mujer sedienta de sexo –casada y sin intimidad por cuatro meses–África no hacía más que gritar hasta que Cariaco experimentado y lleno de energía le tapó la boca –Vuelves a gritar y te pego–Pégame–La agarró del cabello y le escupió la cara. La jaló con más fuerza del cabello y le azotó dos fuertes cachetadas, algo que excitó aún más a África –sigue, sigue coño, pégame más, anda maldito negro–. Cariaco no se detuvo y siguió pegándole hasta que se detuvo, se incorporó en la cama y de un tirón la volteó para penetrarla por detrás.



Escupió su mano y la deslizó entre las nalgas y sin aviso, las abrió para darle paso a un miembro grande y grueso que iba a desvirgar esa zona. La penetró. El dolor fue intenso. Las manos de Cariaco fueron directo a la boca de la mujer introduciendo los dedos y jalando. –Sigue gritando y te doy más duro–La volvió a agarrar del cabello y jalaba, jalaba con fuerza mientras África gemía y no paraba.



Sacó su pene del ano. –Voltéate–se masturbó y descargó su semen en la cara de ella para luego restregarle por toda la cara con su mano todo ese líquido que no era poco.



Se ducharon, se vistieron y una vez en el carro todo volvió a la normalidad, serenos, tranquilos, conversaron. De esa conversación vino una relación clandestina que duró 4 meses. Cariaco se había obsesionado con África, la llamaba, la buscaba, la perseguía, se le aparecía en la oficina, en su casa, buscaba a su hijo en el colegio. La secuestraba y tenían sexo donde fuera.

 África quería terminar esa relación enfermiza y se le ocurrió una “excelente idea”. Al saberse embarazada de Cariaco, le dijo a Coro que era suyo de una vez que tuvieron sexo, pero no le dijo al verdadero padre. Se citaron en un hotel distinto al de siempre, los chequearon y África se encargó de que el hombre le viera bien la cara a Cariaco. En el cuarto volvieron a hacer el amor salvajemente pero esta vez con un látigo. Ella le pidió que la azotara hasta en su vagina, cosa que hizo en varias oportunidades. Con su entrepierna enrojecida le dijo que la penetrara, aguantando el dolor pidió que le acabara adentro. Una vez que lo hizo África comenzó a gritar pidiendo ayuda.



Fingió una violación. Como pudo se deshizo del látigo y soportando la vergüenza de un chequeo forense, descubrieron el semen en su interior, laceraciones y golpes en la cara. Hubo un juicio. Cariaco fue a la cárcel. 10 años. En ese tiempo se enteró de la hija que tenía y en la cárcel se preparó para su salida convirtiéndose en el hombre que es hoy. Un hombre con una fuerza descomunal al igual que su cuerpo. Con el odio inyectado en los huesos y en los músculos. 5 años estuvo en la cárcel por buena conducta y por los buenos oficios del que ahora es su jefe, que en ese momento lo que tenía era el dinero de su padre para manejar a su antojo las leyes. Ahora quiere recuperar a su hija…



–…Y creo que ya….lo… logró…se la llevó…te…tengo miedo de ese…hombre…no…no sabía…que..que Potro era…era..Cariaco…mi amante.– Coro sólo se enteró de que Catia no era su hija y respiró porque no hubo incesto. Estaba distraído viendo a su exmujer desnuda y no aguantó las ganas de tocar aquella vagina que una vez fue suya y comenzó a introducir sus dedos. Cerró sus ojos y comenzó a imaginar sus cuerpos desnudos en la cama. Su menté voló. África ya se había ido de este plano. Él seguía jugando con sus dedos.



Llamó a la policía para que investigaran lo que había ocurrido. No se enteró que su hijo estaba muerto en la otra habitación hasta que los uniformados revisaron todo el departamento. El primer sospechoso, Coro, lo llevaron a la comisaría para interrogarlo. El arma estaba en el cuarto de África.

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