miércoles, 27 de noviembre de 2013

PECADO CAPITAL 6. Gula


Atabapo y Tabay estaban en el pequeño estudio donde grababan sus videos pornográficos con niños y niñas menores de 8 años. La mayoría de ellos recibían sustancias alucinógenas para poder manejarlos a su antojo.

Mientras Atabapo estaba con un niño completamente desnudo y él solo tenía puesto el cuello clerical, sostenido con una liga por detrás de su cuello. Tabay grababa hacienda acercamientos y sn enfocar la cara del niño y del cura.



–Ábrele las nalgas, que se vea como le entra y dale duro que le duela– le decía Tabay mientras grababa. De vez en cuando enfocaba la cámara hacia otros niños que se estaban tocando y jugando gracias a la droga suministrada. –Ponlo a mamar o ya va que voy yo y dejo grabando para que me lo mame a mi–.

Luego le tocó a Tabay, esta vez con una niña. Atabapo grababa. Dejó la cámara fija mientras a él le hacían sexo oral dos. Les tomaba fotos niños, eso formaba parte de la galeria para la página web.



Al rato, luego de que ambos lo hicieran con dos niños cada uno, – Tabay se fue, tenía reunion con  Orinoco que ya había regresado de viaje. –Quédate tú gravbando ya sabes ponlos a hacer de todo–Tranquilo primo que esto está cuadrado, tú vete que luego te muestro. Tabay salió del edificio abandonado, pequeño, de tres pisos, estaba en una zona alejada del bullicio y los mirones pero alguien estaba cerca vigilando todo. Esperó que Tabay arrancara en su camioneta y entró al edificio.



En la calle había un autobús escolar, al parecer trasladaron a los niños en el. Llegó al tercer piso, la puerta estaba apoyada y la abrió lentamente, el primer cuarto que vió a mano derecha habían tres niños desnudos tirados en un colchón moviéndose de manera extraña y riendo. Siguió caminado y encontró a su izquierda otro cuarto, solo habían niñas y estaban en la misma situación.

Lo que era la sala, era un lugar amplio y con muy pocos muebles, solo un sofá, una cama y una mesa. Habían tres focos para la grabación, un par de cámaras, preservativos, dildos y lubricantes. Se acercó hasta un punto donde todavía no lo podía ver el cura, que estaba sosteniendo a un pequeño, que lo violaba a pesar de los gritos de dolor.

–Ay curita, usté no escarmienta, le gusta la guevoná–Atabapo soltó al niño que qedó tendido en el sofa sin moverse. –¿Qué…qué haces aquí…qué vas a…a.. hacer?–Bueno panita ahora sí llegó tu hora de rendirle cuentas al jefe allá arriba–Coromoto levantó el bate que traía y comenzó a partir las luces y las cámaras. –Sal de aquí menor, ve pal cuaro y dile a todos que se vistan que nos vamos, mételos en un solo cuarto y cierra la puera. No salgan hasta que yo les diga, ¿ok?– Si, si– respondió el niño sollozando, que no superaba los 7 años.



Cuando dejó todo el material audiovisual inservible, le dió una patada a Atabapo que lo tumbó al suelo. –Ahora vas sufrí un poquito, pa que sientas lo que sienten esos menores cuando te los coges maldito enfermo–Comenzó a darle batazos en las piernas con toda la fuerza que pudo hasta que sientiera como se le partían los huesos. Siguío por el abdomen y el pecho, una y otra vez mientras que Atabapo gritaba del dolor. Un batazo fue directo a su cara que lo desmayó.

Coromoto aprovechó y lo amarró con una soga que estaba en uno de los cuartos. Ayudándose con dos alcayatas de la pared, lo sostuvo por los brazos. Las pernas las amarró juntas. Esperó que despertara.



Sacó su navaja. Le colocó en la boca una cinta de embalar. Con una mano tomó el pene del curo y lo estiró. –La otra vez te bole el pellejo, pero ahora te vas a quedá si guevo becerro– Jaló aún mas la piel y de una sola vez y de manera casi perfecta le seccionó el pene. Atabapo no podía gritar, se puso rojo del dolor y las venas de su sien estaban a punto de estallar. Coromoto le arrancó la cinta de la boca, marcó el número de cellular de Tabay en el cellular de Atabajo y se lo pegó en el ído con otra cinta.



–Habla con tu primo a vé si llega a tiempo y no te desangras. Chao panita, me llevo a los menores–Sacó a todos los niños del edificio y con la ayuda de Tobago que esperaba Escondido en la acera de enfrente, montaron a los chicos en el autobus. Coromoto subio la moto también.  Bajó del autobus y volvió a entrar al edificio con un bidón de gasoline. Fue al tercer piso, colocó el bidón en la entrada del apartamento y lo tumbó. El líquido entró rapidamente por el pasillo. Coromoto soltó un fósforo y todo se convirtió en una  bola de fuego lo que hizo que el motorizado saliera disparado hacia atrás por la combustion. Corrió por las escaleras y salieron de la zona a llevar a los niños al barrio.



Tabay venía de regreso al edificio sin percatarse que unos segundos atrás se cruzaba con el autobus y el autor del crimen. El tercer piso ardía en llamas, era imposible subir. No pudo salvar a su primo. Cuando se consumieron las llamas, lo único que quedaba de Atabapo eran sus huesos calcinados. Tabay huyó de la escena antes de que llegara la policía y los bomberos. Ninguno de los dos llegó. Nadie supo nada, nadie se enteró de nada. Su primo nunca le dijo quién le había hecho eso.


Coromoto dejó a los niños en  la iglesia y lamó a la familia de los menores. Tobago y él se marcharon de ahí y volvieron al día siguiente. Tobago se sentía un suerhéroe. Coromoto estaba feliz de haber matado al cura. –Ya no te va a coger más nadie sino yo y el que se acerque a ti lo quiebro, tú eres mio carajito– Lo alzó y le dió un beso que duró varios segundos. Coromoto desnudó a Tobago, y sin preámbulos se colocó un preservativo y lo penetró. Tuvieron sexo toda la noche y al despertar lo volvieron hacer. Tobago sabía que ahora pertenecía a Coromoto y eso no hacía otra cosa que hacerlo muy feliz.

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