–Ponte cómodo que yo te atiendo. -Me dijo
el cura. Sirvió un par de whiskies y se sentó a mi lado en el sofá y me dio un
beso en la boca. –Salud.
Le conté a Carlos todo lo que había
pasado desde aquella fatídica boda que me cambió la vida para siempre. Estaba
sorprendido y más de mi vida sexual tan activa.
–Chamo, pero tú estás grave, necesitas
terapia, ayuda de gente externa que te saque de ese círculo vicioso. Sexo,
alcohol, muerte. Otra persona te diría que tienes un trabajo montado porque la
mala suerte te persigue.
–Pero ¿tú que vas a hablar? Eres cura,
gay y tiras con tus feligreses y demás fauna.
–Si claro pero tengo sexo cuando se da la
oportunidad, no lo busco y además no es todos los días, lo tuyo es enfermizo.
–La muerte de Eduardo me movió mucho y
más porque se fue de mi casa molesto y no pudimos sentarnos a hablar, murió…mi
vida es un desastre.
–Yo me hice cura para escapar del
fantasma de ser gay, obviamente tenía vocación para esto, para acercarme a la
gente, aconsejarla, llevarlos al camino de Dios, pero pensé que siendo cura se
me quitaría lo de ser gay, craso error, fue peor, el morbo creció. Pero bueno,
no me traumatiza, no le hago mal a nadie, oficio misas, caso, bautizo y eso me
llena como persona y como trabajador del Señor.
–Oirte decir eso e imaginarme yo cargado
por ti mientras me coges y se me cruzan los cables.
–Son dos cosas distintas, no tiene que
ver una cosa con la otra.
Tercer whisky.
–A veces me hace falta mi mamá, vivir
solo era lo que quería, de hecho lo pude haber hecho antes de que se fuera pero
mi mamá es mi pana, la que le cuento todo y ella me cuenta sus cosas.
–¿Y porque no te vas con ella a Panamá?
Aprovechas que estás con ella y cambias de ambiente, de gente, de todo.
–Tengo la esperanza que en algún momento
se aparezca Jack y todo vuelva a ser como antes.
–¿Te has puesto a pensar que si vuelve el
tal Jack, que a todas luces se ve que estás enamoradito de él, tienes que
cambiar esa vida que llevas? ¿Él está dispuesto a estar contigo mientras tu
tiras con 20 más? Por lo que me has contado, no creo.
–Lo sé…no sé cómo manejar eso, pero primero
quiero verlo, saber que está bien y luego pensar en lo demás.
–Ay François, mosca y te das otro
carajazo como te lo diste con este Eduardo, que en paz descanse. Y va a ser
peor porque de Jack si estás enamorado.
Cuarto whisky. La promesa que en algún
momento lanzó, se desvaneció en el aire. Bebió un buen sorbo del trago y me
besó, pasándome el líquido para luego desnudarme. Cuando ya estaba sin ropa se
levantó del sofá y desabrochó su pantalón, saco su guebo. –Ponlo duro. -Me
acerqué a él y comencé a mamarlo mientras me acariciaba la cara. Seguí mamando,
la excitación se incrementaba, estaba salivando de manera excesiva, mientras
tenía su verga metida le jalaba las bolas.
–Cógeme de una vez. –Le dije. Me puso la
mano en el mentón y me miró a los ojos.
–Disculpa por este arrebato, pero vamos a
detenernos aquí, no quiero ser parte de tu problema, ponte de pie y nos
sentamos a hablar.
Se subió el pantalón. –Voy a preparar
café, ¿quieres?
–Quería otra cosa, pero bueno, café está
bien. –Me vestí.
Regresó con 2 tazas.
–No debí permitir lo que pasó luego que
me contaras todo eso François, tú no estás para llenarte de más peos.
–Tranquilo, una paja y se me quita esto,
por hoy. Yo creo que me voy a ir a casa.
–¡Tú estás loco! Estas borracho, no voy a
dejar que conduzcas así.
–Estoy bien, déjame ir. -Me levanté del
sofá y me mareé pero igual tomé las llaves del carro. –Voy al baño y me voy.
–Dame las llaves. –Me las quitó y fui al
baño.
Me puse a orinar y no estaba apuntando
hacia la poceta, veía luces blancas y seguía mareado de repente me fui a negro
y caí al suelo.
Un rato después abrí los ojos, me
encontraba en una habitación que no era la mía, hacía frío, había un aire
acondicionado. Estaba en bóxer. Me senté en la cama, estaba solo. Cerré los
ojos y vi a Jack, volví a abrirlos y apareció Carlos que también estaba en
bóxer. Sus pectorales dominaban su imagen y mis ojos no se iban de ahí.
–¿Ya te sientes mejor?
–Algo, me duele la cabeza, Au. -Tenía un
chichón en la cabeza.
–Cuidado, te diste un golpe al caerte. Y
tú querías manejar, cabezón.
–¿Qué hora es?
–Ya es de noche, son las 9:30, y 36 para
ser exactos.
Carlos me preparó la cena y me la llevó a
la cama.
–¿Sabes algo? Tengo miedo que te pase
alguna cosa. La gente que se acerca a mi y me trata bien, termina pasándola mal.
–Deja de estar llamando a la fatalidad y
come.
–Lástima que seas cura.
–¿Por qué?
–Serías un buen novio.
–He tenido parejas, ya te dije que una
cosa no tiene que ver con la otra.
–Eres valiente, la otra vez casi te
descubren y te ibas a meter en un megapeo.
–Lo sé, es el riesgo que hay que correr
para ser lo que uno quiere ser.
Al día siguiente, Carlos me despertó para
desayunar, había hecho perico y arepas con jugo de naranja y café. La verdad
que se había comportado como un caballero.
Me dio una toalla para que me duchara, un
jabón nuevo y pasta de dientes.
–Tu ropa está lavada y seca así que te la
puedes poner de nuevo.
Ya bañado y vestido estaba listo para
salir e irme a trabajar.
–Gracias por la invitación y por todas
las atenciones, lo pasé muy bien.
–De nada chico, cuando quieras nos vemos de nuevo, en tu casa o en la mía.
–Seguro que sí.
Ya montado en el carro iba para la
empresa a dar clases de inglés pero lo que tenía era ganas de beber.
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