Luego de estar una semana encerrado en mi
casa sin salir, bebiendo y comiendo, recibo una llamada de Abel que me saca de
mi estado sedentario. Me dijo que en un mes se gradúan y Caín en 6 meses se va
del país a estudiar afuera pero que él se queda para seguir aquí con su papá y
trabajar.
–Quiero verte en persona para contarte
algo. -Me dijo.
Me duché, me inscribí en el gimnasio y
entrené en ese momento. Un par de horas ejercitándome y 30 minutos más en el
sauna despejaron mi mente. De ahí me fui a casa de David para que se quedara en
la mía. Sus papás están mayores y quería prevenir cualquier emergencia por el
embarazo. Ya estaba a menos de 8 semanas para dar a luz. Los periodistas ya nos
habían dejado en paz.
Un mes después me enteré que Guillermo
había cambiado de trabajo con un mejor sueldo y decidió mudarse con un
compañero de trabajo para compartir gastos. David ya instalado en casa, yo no
lo dejaba hacer nada, contraté a una muchacha para la limpieza que viniera 3
veces a la semana y estuviera pendiente de David. Casi tuvimos que sacarle una
pizarra y explicarle gráficamente como es que David siendo hombre está embarazado.
De su boca solo salía “Ah ok” pero creo que nunca entendió, igual se quedó
trabajando con nosotros.
De vez en cuando me hablaba con Carlos.
Mi vida sexual se vino a menos y la amorosa un desastre. Cuando Abel quiso
conversar conmigo era para pedirme por vigésima vez que fuéramos novios. Le
dije que sí, pero que hasta que no cumpliera los 18 años no viviríamos juntos y
creo que ni después. Cometí un error empatándome con él, pero me la pasaba bien
con Abel. Caín estaba celoso, ya casi no me hablaba.
Aunque parezca extraño, mi única pareja
sexual es justamente mi novio menor de edad Abel, él sabe que no lo amo, que lo
quiero mucho pero no hay amor. No le importa, sólo saber que me tiene a su lado
lo llena, yo me dejo llevar. Mi mente sigue llena de Jack. El único sexo fuera
de mi relación es en mi nueva película porno que estoy grabando, creo que me
esmero más en el estudio que en mi cama. A Ernesto me lo sigo cogiendo en el
trabajo.
De Tomás supimos que se volvió a escapar
de casa y sus padres le perdieron la pista. Se esfumó, estuve 3 días
recorriendo la ciudad con Ernesto y nada. Cuando alguien no quiere ser
encontrado se mimetiza en esta ciudad y no hay quien de con su paradero.
Humberto salió un mes con Eugenio pero no
resultó, vuelve a estar soltero y dedicado a su trabajo y a sus hijos,
cuadrando todo para que Caín se vaya cómodo y sin problema al exterior.
Mi mamá me insiste en que me vaya a
Panamá y me instale, venda todo y me vaya. Ella no piensa regresar a Venezuela
a menos que sea por los negocios de su esposo. Siempre le salgo con lo mismo;
hasta que no aparezca Jack no me muevo de aquí y además voy a ser papá y esa
beba tiene otro padre también.
Al mes de la muerte de Eduardo le llevé
flores a su tumba, me quedé un rato sentado frente a su lápida hablando,
hablando solo. Le conté mi vida, nunca había hablado tanto y solo en mi vida.
Cuando dejé de hablar una lágrima cayó en la grama y un brisa fría recorrió mi
espalda. Al voltear se había desatado un ventisca y el cielo estaba gris y comenzó
a llover muy fuerte. Volví a recordar a Sergio el día que un rayo lo mató,
estaba lloviendo como ese día, todo se puso negro y tuve que irme. Me quedé
dentro del carro encendido, con el aire puesto y mi cabeza apoyada en el
volante. Afuera caía un torrencial, adentro también. Abel me escribía, siempre
me escribe, a cada rato.
–<¿Dónde estas?, ¿por qué no has
llegado?, ¿Estás tirando con alguien? Dímelo, yo entenderé, te conocí así, pero
no me dejes con la duda. La verdad es que no quiero que estés con más nadie
solo conmigo> -Y así todos los días cada vez que me desaparezco en las
tardes sin decir nada.
A veces Caín me busca para que tiremos,
“no tiene porque enterarse mi hermano”, pero no quiero, no quiero saber de
nadie, no quiero tener sexo con más nadie, mi vida gira en torno a una persona
que no está y si no está no me interesa más nada. Carlos me insiste que busque
ayuda, yo me niego, no creo en nadie.
Lo único que ahora me mantiene en pie es
mi hija Rebeca que pronto la veré a los ojos y entenderé que esta vida vale la
pena.
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