Adriano y Américo
Luego
de un par de días sin saber de Américo, Adriano llama a su hermano para
contarle lo que le ha ocurrido. Pese a que su hermano le había
advertido que tuviera cuidado y se alejara, no le hizo caso.
–¡Te lo dije! Apártate de ese carajo coño.
–Lo voy a denunciar.
–Ya era hora güevón desde que te dije. ¿tienes los mensajes y todas las cosas que te ha dado?
–Si, no he borrado ni botado nada.
–Pues arma una carpeta y llévalo a la policía, lleva todo.
–Si eso voy a hacer, estoy recolectando todo para llevarlo, a lo mejor en un par de días antes de llegar a la oficina.
–Si me desocupo te acompaño, igual avísame para cuadrar.
Pasaron
los dos días y Adriano tenía todo recolectado, mensajes, notas de voz,
escritos, había anotado las fechas de las llamadas. Todo lo tenía
documentado.
Se había levantado temprano para ir a la policía primero
antes de irse a la oficina. Su hermano no lo acompañaría pues estaba
complicado.
Ya vestido, fue a la cocina a desayunar, estaba un
poco ansioso y hasta nervioso, pero se detuvo un momento, respiró, se
tomó el café y cogió las llaves del carro. Salió de su casa.
Al llegar al carro se detiene en seco.
–¿Qué
es esto?–Comienza a darle la vuelta al carro y se da cuenta que los
cuatro cauchos están pinchados, se agacha y se pasa la mano por la
frente, comienza a sudar copiosamente y se pone nervioso.
Al levantarse da media vuelta y frente a él, un arma.
–Hola mi amor, fui yo, es que quiero darte la cola yo y era la única manera de que la aceptaras.
–¿Qué…qué quieres Américo, por fa, baja esa arma.
–No mi amor, deja los nervios que no te voy a hacer nada, móntate en mi carro y yo te llevo.
–Voy a la oficina, déjame ir, voy solo, no le digo a nadie.
–No
amor, pero si justamente vas a decirle a muchos. Yo te llevo a la
policía para que introduzcas esa carpeta con todos mis mensajes y
conversaciones. Yo te dejo en la policía me denuncias y luego te busco
en la tarde.
–Por favor...por favor, baja el arma, ok, no voy a la policía, me voy a la oficina.
–¡MÓNTATE EN MI CARRO YA!
Adriano
le hizo caso y fue al carro, al acercarse vio que no era el carro de
siempre pero igual se montó. Américo le puso la pistola en un costado
mientras Adriano iba manejando.
–Haces un movimiento raro y te disparo, yo no quiero hacerte daño mi amor, pero no me obligues a matarte.
Dos
cuadras antes de llegar Américo le dice que estacione el carro y que le
ponga el tapasol al parabrisas. Con el carro encendido y los vidrios
oscuros era difícil ver hacia dentro. Américo cargó el arma y lo apuntó.
–Antes que te bajes quiero que me lo mames aquí.
–Américo...no hay necesidad de todo esto...ya te dije que no te denuncio.
–Lo
vas a hacer pero primero me lo vas a mamar –Se lo sacó por el cierre
del pantalón y le tomó la cabeza hasta bajarlo a su pene–.
Adriano
comenzó a hacerle sexo oral mientras Américo le apuntaba con el arma
sobre la cabeza. Mientras que Adriano, nervioso y temblando hacía lo que
le pidió, le empujaba la cabeza sin importarle que su ex se ahogaba.
Unos segundos más y se corrió dentro de la boca. Américo le haló el
cabello mientras tenía temblores producto de la eyaculación.
Adriano
al sentir el líquido en su boca, lejos de apartarse se quedó unos
segundos más disfrutando. Se apartó y se limpió la boca, estaba sudando.
–Ahora
entra y pon la denuncia ya tienes otra prueba en mi contra, mi semen.
-Américo seguía apuntándolo. Salió del carro y comenzó a caminar las dos
cuadras que faltaban. El carro arrancó y le pasó por un lado a Adriano
que estaba caminando como zombie, con la mente en blanco.
Al
llegar a la puerta de la comisaría, agarró con las dos manos la carpeta y
la abrió y comenzó a leer. Comenzó a temblar de nuevo y a sudar frío,
pero igual entró.
En la entrada lo detuvo un policía para preguntarle
que quería hacer. Le explicó que quería denunciar a una persona por
acoso, el oficial le quitó la carpeta y la vio por encima.
–Siéntate ahí, ahora te llaman.
El “ahora te llaman” se convirtió en una hora, en ese momento lo llaman.
–A ver ciudadano ¿qué se le ofrece?
Adriano
se sentó en la silla que estaba frente al policía, los separaba un
pequeño escritorio con una computadora muy vieja y sucia. Detrás de
Adriano habían otros dos policías.
–Vengo a poner una denuncia en contra de una persona, por acoso –Le entregó la carpeta al policía pero este la rechazó–.
–No,
no, no eso después échame el cuento tú ¿cómo es eso que te acosan?
¿Cómo se llama la jeva? Miren una caraja lo acosa. Yo me dejaría acosar
papá, pero echa pa’ fuera.
Adriano cerró los ojos y ya en ese momento sabía que eso no iba a terminar bien, pero siguió.
–Bueno…no es una mujer, es un hombre el acosador.
–¡Ah vaina! –Las risas de los policías de atrás, aunque en voz baja, se escucharon – El que te acosa es…¿es tu novio?
–Si…bueno, era…se llama Américo Sánchez.
–Los maricos son una vaina, ahora se acosan. ¿A ti te acosa un macho Hernández?
–Zape jefe con marico nada.
–¿Sabe
qué? Yo mejor me voy porque si van a hacer chistecitos con esto que
para mi es muy serio me voy a otro sitio a poner la denuncia.
–Ciudadano siéntese y entrégueme la carpeta. Vamos a llenar el formulario, Hernández y López esperen afuera.
Adriano con mucha vergüenza le comentó lo sucedido desde el momento en que se conocieron hasta lo que sucedió hoy en el carro.
–¿Tú
viste porque la gente se burla de ustedes? ¿Cómo se comportan, haciendo
sus vainas en lugares públicos y luego pasan estas cosas? Un carajito
mio me sale así y lo muelo a golpes, son unos aberrados.
–Oficial por
favor, ya me siento bastante mal con las situación con este tipo para
que también tenga que aguantar lo que usted está diciendo de manera
despectiva.
–Disculpe señor Adriano, aquí está su denuncia, revísela y la firma y le pone su huella.
Luego
de leer el documento, el policía le dijo que le informaría de cualquier
eventualidad, pero comenzaría la investigación y buscarían a la persona
para interrogarlo. Adriano se fue de la comisaría con la sensación que
su denuncia sería archivada en la caja de casos de “maricos enfermos” y
ahí se olvidaría.
Llegó a su oficina y se sentó en su
escritorio, sentía que había llegado a lugar seguro y comenzó a llorar,
llamó a su hermano y le contó la terrible experiencia de ir a la
policía.
Unos minutos después recibía un mensaje de un número extraño.
<<Y yo que pensaba que no ibas a denunciarme, me dijiste que no lo harías, estoy muy triste por eso>>.
Adriano no pudo trabajar ese día, pidió permiso por no sentirse bien y se fue a su casa.
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