Débora y Alejo
Débora
y Alejo llegaban al local, había mucha gente en la calle y aún los
bomberos estaban en el lugar ya recogiendo. También había una patrulla
de policía. Sólo se había quemado el local nuevo, la parte ampliada, el
fuego no logró extenderse ni al local viejo ni al otro lado. La casa de
atrás tampoco sufrió grandes daños.
Débora se acercó a Desiré, su
mamá, que le explicó que los vecinos que están detrás del local
llamaron a los bomberos y luego le avisaron.
–Yo creo que debes acercarte al bombero que está allá el que no tiene el casco puesto, él te va a decir que sucedió.
Efectivamente
Débora y Alejo se acercaron al inspector jefe de los bomberos
metropolitanos. Alejo lo conoce desde hace varios años, son amigos.
–¿Qué fue lo que pasó Régulo?
–Todo hace indicar que fue provocado, pero los sistemas contra incendio no funcionaron.
–Pero eso estaba en orden, ustedes mismos lo revisaron y dieron el permiso para abrir el local.
–Si, fueron manipulados los sistemas. Si están asegurados no lo va a cubrir el seguro cuando lea el informe.
–Ya
va, déjeme traerle el informe de ustedes, lo tengo en el otro local.
-Dijo Débora, que se fue y le pidió a su mamá que la ayudara con eso.
–Coño Régulo, somos panas, no pongas eso en el informe. Apenas inauguramos hace unos días no vamos a poder amortizar eso.
–Alejo me puedo meter en problemas, mucha gente estuvo de testigo.
–Yo sé que tu puedes hacerlo.
Hubo
un silencio, Régulo miró hacia el local quemado y estuvo así unos
segundos. Sacó su celular e hizo una llamada para pedir que no hicieran
el informe hasta que no llegara él.
–Esto te va a costar y caro.
–Lo que sea, yo saco los reales de donde sea.
–Sabes a que me refiero, guevón. Me debes una cogida.
Alejo se le quedó viendo y se puso serio.
–Cuenta
con ese informe, deja la angustia, que no tiene que ser hoy –Le dio una
palmada en el brazo y le guiñó el ojo– Eso es entre tú y yo, nadie
tiene porque enterarse.
Débora regresó con el informe de inspección y permiso y se lo entregó a Régulo.
–Tranquila, mañana pase por los bomberos y le entrego el informe del siniestro para que lo envíes al seguro.
–¿En serio? ¿entonces si me podrán pagar?.
–Así es señorita.
–Gracias.
–No
me lo agradezca a mi, sino a su novio –Volvió a picarle el ojo y se fue
con el resto de los bomberos que ya estaban listos para irse–.
_¿Qué significó eso? No entendí…
–Nada mi amor, yo hablé con él, conozco a Régulo desde hace 10 años, le pedí que acomodara el informe para que el seguro pagara.
–Mmmm ok ¿y ese guiño?
–Ay mi amor ¿qué pasó? ¿estás celosa?
–¿Y si ese tipo quiere cobrarte con… sexo?
–A pues, te dije que yo no soy gay ¿te lo dije o no?
–Si…pero bueno, listo, ya gracias mi amor, gracias por tu apoyo y ahora lo necesito más.
Al
no haber ningún daño en el local de al lado podrían abrir mañana, pero
necesitaban acomodar algunas cosas y rescatar lo poco que había quedado
intacto del otro lado, así que estuvieron hasta las cinco de la mañana
acomodando, los ayudó su mamá, un par de vecinos y el papá de Alejo para
la instalación eléctrica chequeando que no haya sufrido daño del lado
no quemado.
Luego de dormir sólo tres horas, se fueron al
local, Alejo hoy no trabajaría de buhonero en la calle para ayudar a
Débora ya que tenía que ir con su mamá al seguro.
Al llegar, una fila de 20 personas esperaban a que abrieran el local.
–¿Qué te dije? Lo que salió en la revista iba a ser un éxito.
–Eso es por el morbo de verme.
–Por lo que sea mi amor, hay clientas nuevas, vamos a atenderlas.
En
efecto, la mayoría vino para ver si era verdad que Débora era un
hombre. Haciéndole caso a Alejo, respiró hondo y se relajó y respondió
las preguntas. A los 20 minutos se fue al seguro quedándose él a cargo
del salón de belleza.
Al regreso del seguro no se le quitaba de
la cabeza que el incendio lo pudo haber provocado Rendel, pero cómo
saber que fue él, no habían pruebas, se lo comentó a Alejo y la
hipótesis no le pareció descabellada. Le dijo que averiguaría
directamente con su primo a ver que le decía.
Como era de
esperarse el primo negó todo pero poniéndose agresivo, al punto de
echarlo de su casa, algo que a Alejo le pareció sospechoso pero igual no
tenían pruebas contundentes. Se fue a trabajar a la calle. Débora
estaba en el salón de belleza con mucho trabajo.
Al final de la
tarde, Débora cerraba el local, estaba agotada, Alejo no pudo
acompañarla pues se fue a buscar una mercancía hacia el este de la
ciudad y llegaría en la noche.
Al llegar a su edificio, cuando cruzó
el pasillo hacia el ascensor se le apareció Rendel. La agarró por el
brazo y la metió en una esquina que da al estacionamiento. Le sacó una
navaja que le puso en el cuello.
–Ay Arquímedes deja de meterle ideas en la cabeza a tu noviecito.
–¿Qué…qué ideas?
–No te hagas el idiota, del incendio de tu local –Le clavó la punta de la navaja por debajo de la mandíbula sin herirla.
–Yo sé que fuiste tú.
–Ay si mariconcito, descubriste el agua tibia. –la volteó y la puso frente a él–.
–No se te ocurra denunciarme, además no tienes pruebas –Le agarró la cabeza y la besó en la boca–
–Besas
como una mujer, que asco, te quiero hombrecito con pelos para cogerte
–La apretó contra su pecho y le pasaba la lengua por la mejilla–No raspa
tu barba, me arrecha verte vestido de mujer-.
–Déjame en paz Rendel Ya basta, por favor, me estás asustando.
–Te voy a dejar en paz cuando seas mío –La soltó dándole un empujón –Lárgate.
Débora salió corriendo nerviosa. Al llegar a su casa le escribe a Alejo para contarle, estaba decidida a denunciarlo.
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