Macuto tenía su mano derecha en la entrepierna de Tabay y
este bajo la falada, ya levantada de África. Sus dedos jugaban con su vagina
mientras ella controlaba sus emociones y gemidos.
–Permiso, voy un momento al baño, ¿dónde está?–Usa el de mi
cuarto mi amor, es más cómodo, arriba a la izquierda está el cuarto–Le señaló
África. –Catia, acompáñalo para que sepa donde es– Ay sí, así aprovecho y yo
voy también–sonrió.
Entró al baño del cuarto y enseguida se coló Catia. –¿Tu
piensas tirarte a toda mi familia? Primero me coges a mi– Se levantó la falda y
se quitó su ropa interior. –Yo solo vine a orinar mi hembra bella– Le apoyó la
mano en el hombre y la hizo agacharse, –Abre la boca que se que tienes sed–¿me
vas a orinar?–Shhhhhh calladita– Comenzó a orinar en su boca mientras ella iba
tragando aquel liquid. Al comienzo le desagradó pero luego pudo más el morbo
que se introdujo el pene en la boca mientras el seguía descargando. Terminaron
y bajaron con unos segundos de diferencia.
Terminó la cena y África lo invite a quedarse a dormir, el
aceptó. Catia estaba molesta y Macuto feliz de pensar que esa noche podría ser
la noche.
***
Llegó el domingo y Catia salió a pasear con su novio Falcón
que esa mañana se enteró que el amor de su vida tenía un novio contemporáneoa a
ella. Respiró hondo y se fue con su novia a recorrer la ciudad. Se encontrarían
con un amigo de Catia, Trinidad.
Trinidad y Tobago hermanos gemelos afrodescendientes, viven
en una zona popular de la ciudad. Aunque no son de mucho dinero viven
modestamente cubriendo sus gastos. Sus padres trabajan; Orlando es mecánico,
trabaja cerca de casa, los que lo conocen dicen que es excelente en su trabajo
y conoce mucha gente. Sus clients son de distintas partes de la cudad, tanto
del este como del oeste. Bolivia trabaja de doméstica en varias casas, algo que
no le hace gracia a su esposo pero necesitan el dinero. Sus hijos estudian con
mucho esfuerzo en un colegio privado, donde estudia también Catia.
Los gemelos tienen 16 años, son homosexuales y por su
condición tienen muchos problemas en su entorno. Sus papás los apoyan aunque a
veces Orlando se molesta y grita –¿Por qué coño me salieron maricones mis
varones, que carajo hice mal?– Pero lo dice de la boca para afuera, los ama y
protege, aunque ellos no les hace mucha gracia que salga a defenderlos.
Trinidad es más afeminado, más inclinado a vestirse de mujer
y comportarse como tal. Tobago es más serio. Son tan exactos que hasta que
Trinidad no habla o se mueve no saben quien es quien. Lo único que los
diferencia es una incipiente marca blanca, producto del vitiligo que padece
Tobago, en la punta del glande.
Tobago no quiso acompañar a Catia y compañía de paseo. –Me
voy a ver con unos amigos del colegio–mintió –nos vemos luego. Al igual que su
hermano, Tobago tiene un document de identidad falso que dice que son mayores
de edad, -esto a espaldas de sus padres- con lo que entran y salen de cualquier
antro por las noches y compran alchol y cigarrillos.
Gracias a esto, Tobago decidió pasar el día en un sauna que
queda en la zona más cutre de la ciudad: Plaza Venezia. Este sauna es mejor
conocido como La Cochinera, es una
sauna deprimente, poco higiénico y va gente de todo tipo. Está abierto desmuy
temprano en la mañana y es visitado por gente trasnochada y con Resaca,
malandros amanecidos, policías y vigilantes hasta mendigos y recogelatas. Es
tan económico que el público es varipinto y es lo que puede pagar Tobago.
Entró, pagó, se despojó de toda su ropa quedando sólo con
una diminuta tela que parecía papel de fumar de lo desgastada que estaba. Se
dirigió al vapor. El lugar estaba lleno de todo tipo de gente. En un descuido
que entra aun pequeõ cuarto de vapor, se
encuentra con siete hombres, entre flacos, gordos, viejos y un afrodescendiente.
Uno de ellos le arranca el pedazo de trapo que lo cubría y
lo toma de un brazo acercándolo a su pene hasta que Tobago se agacha y comienza
la felación. Los demás se van acercando mientras tocan y jalan sus miembros
para ponerlos firmes. Tobago se aparta del hombre flaco y se va hacia el de su
color y repite lo que hizo antes –coño que rico lo mamas, ven tú pa que te lo
mame– decía el afrodescendiente.
Y asi fue, Tobago iba pasando de pene, se los introdcía en
su boca hasta el fondo, unos le tomaban de la cabeza para que lo tragara
completo, lo que hacía que tuviera arcadas que no le molestaba en lo absoluto.
Pasaba de un hombre a otro y su mandíbula la sentía tensa y desencajada.
Descansaba lamiendo los testículos. El Viejo aprovechó y lo levantó por la
espalda hasta que sus nalgas quedaron frente a su miembro. Lo penetró; bastó
apenas un leve empujón y aquel pene se deslizó como si entrara un cuchillo en
la mantequilla.