sábado, 2 de marzo de 2013

SEXORAMA 11. Fui a tomarme un café negro y me lo terminé tomando con leche.



Iba en el metro rumbo al trabajo, iba mirándole el paquete a un rubio que estaba a un par de metros, cuando de pronto el sonido del whatsapp me hizo volver a la realidad. El mensaje era de uno de mis compañeros de trabajo.

- ¿Un café? – decía el mensaje.

Todavía había chance antes del horario de trabajo. -Llego en 5 minutos – contesté.

Me llegó otro mensaje -Es que necesito un rato de relax – escribió mi compañero.

Mi mente voló. –Ya quisiera yo darle un momento de relax a este pana-

Llegué a la cafetería y me dirigí hacia la barra, mi compañero estaba al fondo sentado ya en una mesa. Pedí mi café y me dirigí a la mesa.

-Buenos días – dije. -Buenas – contestó – tenía que tomarme otro café antes de entrar a ese infierno de oficina. Al menos para entrar relajado. -Pues el café excita – dije – o eso es lo que dicen los médicos.

-  Bueno, es una forma de hablar, me refiero al hecho de venir aquí a la cafetería, tomarme el cafecito charlando contigo, pasar un rato agradable.

Mi mente sucia veía dobles sentidos en todas las palabras. Arturo, mi compañero no es un especialmente atractivo pero tiene algo que despierta morbo. Está casado y tiene un hijo. Moreno, delgado, 1,70, 41 años, va bien vestido pero informal y conversador y con muchos menos alboroto que los habituales heteros que me rodean.

- Además, no sólo por la oficina – continuó hablando – es que en la noche la pasé fatal. Justo me meto en la cama y le empiezo a meter mano a mi esposa y cuando ya la tenía a punto para cogérmela… el niño comienza a llorar.

- Coño que cagada – le dije - ¿qué le pasaba? -Había vomitado la cena. Debió sentarle mal. Le cambié las sábanas, lo limpié y mi esposa lo durmió. Cuando volvimos a la cama, ni mamada, ni tirada, ni nada.

- Osea que quedaste cargado con cojonera jajajaja.

- ¿Tú has oído lo de “tiras menos que un casado”? Pues lo certifico – dijo.

- Tú no necesitas café, tu necesitas es amor.

-¡Lo que quiero es tirar coño! – dijo y nos reímos. Se puso la mano en el paquete y lo apretó con fuerza.

-¿Vamos subiendo a la oficina? – pregunté -Espera que me estoy meando – dijo – voy al baño.

Se levantó y dio un par de pasos, se dio media vuelta y preguntó:

–¿Me acompañas al baño? Sin pensarlo mucho le dije que sí y bajamos, queda en un sótano

Bajé tras él y cuando entramos me quedé paralizado. En lugar urinarios, había un meadero corrido. Una placa de acero por la que bajaba agua, solo cabían ahí dos personas. No era difícil verle el guebo al tipo que se te pusiera al lado a mear.

Arturo se desabrochó el cinturón y se bajó el cierre. Es de los carajos que pa’ mear se bajan medio pantalón, lo cual me pone a cien. Pero más morbo me dio ver como se sacaba el guebo y empezaba a mear contra el acero.

- ¿No vas a orinar?-me dijo

Me saqué el guebo y comence a orinar al lado de él. Arturo no se cortaba, miraba mi guebo y el suyo. Terminó de mear y se dio un par de sacudidas para quitarse las últimas gotas. Noté que lo tenía grueso.

-Qué divino es sacudírselo – dijo – y se me pone dura la verga. Vamos a llegar bien relajados al trabajo, vamos a hacernos una buena paja.

Se acercó a mí y me agarró el paquete, yo me había guardado el guebo, pero él volvió a bajarme el cierre, metió la mano y me lo sacó. Por su cara parecía que aquello le encantaba, yo me dejé llevar.
Empezó a masturbarme y mi guebo no tardó en pararse. Yo agarré el suyo e hice lo mismo. Ambos soltábamos algún gemido cada vez que tocábamos el glande de cada uno. Arturo notó que a mi guebo le faltaba lubricación y se escupió la mano que restregó sobre mi guebo. Si seguía dándole no podría aguantar mucho más. Sentí que mis bolas explotaban y expulsé varios chorros de leche que fueron a parar al acero de la pared. Cuando acabé solté el guebo de Arturo que todavía no se había corridor. Se agarró el guebo y comenzó a masturbarse, pero no me iba a perder ese guebo en mi boca asi que me arrodillé y le aparté sus manos, lo agarré por la base y me lo metí. Mi lengua recorrió todo su tallo y saboreé sus flujos. Terminé de bajarle los pantalones y el interior y le agarré bolas peludas acariciándolas mientras mi lengua recorría de arriba abajo. Le subí la camisa y acaricié los vellos del ombligo. Pasé mis manos hacia sus nalgas y empecé a moverlo hacia mi, este carajo lo que necesitaba era una buena mamada y la disfrutaba pues gemía con gusto. Él puso sus manos sobre mi cabeza y empujaba para que me entrara todo. Arturo intentó sacar el guebo de mi boca pero no lo dejé y toda su leche fue a parar a mi garganta. Me inundó la boca, se notaba que llevaba tiempo sin tirar ni pajearse. Me lo tragué todo. Miré su cara y se reflejaba satisfacción. Nos abrochamos los pantalones, nos lavamos las manos y pusimos rumbo a la oficina no sin antes darme un beso en la boca y decirme: –Estoy hay que repetirlo–.

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