–No te vas a ir sin mamarme el guevo carajita, no me vas a dejar
así…– La tomó por la cola de caballo hasta acercarla a su pene. Catia abrió su
boca para introducirlo completamente. Ocupaba todo su interior, sus labios
bordeaban aquel cuerpo esponjoso y venoso. Mientras él introducía sus dedos en
la entrepierna juvenil que unas horas antes dejó de ser virgen.
Con suaves movimientos de arriba hacia abajo, cubría de
saliva aquellos 17 centímetros que exploraban su cavidad bucal. Tabay la tomó
con fuerza de la cabeza y empujó hacia abajo para penetrarla profundamente. –Trágala
toda coño, vamos– A pesar de las arcadas que le producían la presión del pene
dentro de su boca, ella aprovechó y tomó en sus manos los enormes testículos y
clavó suavemente las uñas en su escroto, él no la soltaba, pero esa sensación
hizo que el clímax se apoderara del entorno.
La boca de Catia se inundó de su semen que hasta ese día era
ajeno dentro de ella. Tragó. Lo único que pudo hacer antes que él la soltara.
Se alejó de su miembro y un último disparo de placer terminó en su labio
superior.
–Coño que rico lo mamas carajita…ya eres una experta–. Tabay se acomodó el pantalón, Catia se arregló la cola y la blusa; salió del carro. Cruzó dando traspiés, hacia la ventanilla del piloto, sus excesos de alcohol y drogas se notaban en su andar. Se agachó para darle un beso a su chofer.
–Quieta bebe, espera que te quito esto– pasó su pulgar por el labio de Catia para quitarle el rastro de sexo que aún quedaba en ella, se limpió el dedo con su boca y ahora sí la besó para cerrar la tarde con el fin de la inocencia.
Frente a la puerta del apartamento, Catia sacó las llaves y sin saber muy bien cual usar para poder entrar, se puso a adivinar hasta que alguien detrás de la puerta la abre de manera intempestiva.
África, la madre de Catia, la ve de arriba a abajo sorprendida por su aspecto. –¿Dónde estabas tú?, te estoy esperando desde el mediodía, tienes el celular apagado y además ¡vienes borracha!–. África la toma fuerte del brazo derecho y la jala hacia dentro. Catia tropieza con el sofá que le detiene la caída.
–Ay mamá no empieces con tus sermones de mierda, salí con mis amigos después del colegio y nos tomamos unas cervezas más nada. Deja el drama–. La mano de su madre se levanta y va directo con toda su fuerza a la mejilla de su pequeña hija. Esta vez cae al suelo, su falda se levanta por arriba de su vientre y se descubre desnuda; su ropa interior quedó abandonada en aquel lujoso carro que la trajo hasta su casa.
Catia se levanta y encara a su madre agarrándola por el
cuello, sus ojos inyectados de furia la ven fijamente a los ojos. –Que sea la
última vez que me golpeas maldita, porque te meto presa–. –A MI NO ME AMENACES
SOY TU MADRE, Y MIENTRAS ESTES EN ESTA CASA Y SEAS MENOR DE EDAD ME VAS A
OBEDECER ASI SEA A GOLPES–. Su hija la empuja con fuerza pero en su estado no
logra moverla de donde está. –No me grites, histérica, por eso es que mi papá
se metió a marico, porque no te aguantaba, le va mejor con un macho, ni pa
retener a un hombre con sexo puedes, frígida–.
Otra cachetada cruzó la cara de Catia, esta vez la devolvió
y se fue a su cuarto. África le ordenó que se quedara en su cuarto sin salir.
–Castigada–Ay púdrete– fue lo único que escuchó de su hija.
Sola en la sala decide ir al cuarto de su hijo simplemente
para recibir algo de cariño y apoyo. –Macuto, ¿estas despierto? Necesito
hablarte–Tengo sueño mamá, hablamos luego, sal de mi cuarto que estoy desnudo–.
Africa con lágrimas en los ojos regresa a la sala, se sirve una copa de vino y
se sienta en el sofá.
Luego de par de horas y una botella de vino vacía, aparece
Catia vestida para salir a comerse la noche. –Te recuerdo que estas castigada–
le dice la madre con el vino hacienda estragos en su cabeza. – Tu castigo me
sabe a mierda borracha, será mañana sábado que comienza el castigo si acaso, me
vino a buscar Falcón voy a salir, me voy a quedar en su casa así que no me
esperes, no tengo batería chao–.
Tras unos minutos peleando con el sacacorcho, abre otra
botella y se sirve una copa llena. Suena el timbre. Observa por el ojo mágico.
Es Falcón, África sorprendida la bre la puerta. –Cariño…– su lengua se enreda
para hablar pero continúa. –Catia está abajo en PB esperándote, ¿qué haces
aquí?–.
–Buenas noches señora África, ¿Catia? Pero si yo no quedé en verme con ella, me dijo que estaba montando una exposición del colegio–. –Corazón ella me dijo que se iba a ver contigo– le puso su mano en la mejilla. –No entiendo que haces aquí–.
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