El sonido de un
camión se escuchó en la calle, me asomé por la ventana y lo vi. Al hombre más
varonil y sexi de la familia, y el culpable de mis fantasías desde hace años,
mi tío.
Tiene casi 50 años, macho
hasta el morbo, velludo, fornido, canoso y una barba tipo candado. Siempre va
con jeans apretados marcando aquel paquete grande y unas nalgas de infarto. Salí
de la casa a saludarlo.
-Hola tío –le dije- -Hola
David, sobrino, que grande estás, ya eres un hombre –me abrazó.
Mi tío me abrazó y
el subí al cielo , despedía un olor a macho, entre el perfume y su calor
corporal. Tenía en mente que ese día me iba a coger, pero no sabía cómo. Mi
familia de por medio, era difícil, pero valía la pena intentarlo.
Comenzaron los
preparativos para el almuerzo, destaparon una botella de whisky para animar la
situación. Mi tío se sentó a conversar con mi papá y sus hermanos, y yo me
senté frente a él para observer bien su entrepierna. El tiempo pasaba y no se
me ocurría nada. Ya de noche la mayoría de la gente entre mujeres y hombres
estaban borrachos y mi tío sin dar señales de algo…
Entré a mi
habitación, saqué un bóxer para dormir. En ese momento se abrió la puerta del
cuarto, me volteé y no lo podía creer, era mi tío, borracho y con un vaso de
whisky y la otra mano en su paquete. Colocó el vaso en la mesita de noche y se desabrochó
el pantalón. Yo tenía taquicardia y estaba temblando de los nervios. En un instante
mi tío quedó desnudo de la cintura para abajo. Aquel pene grande y grueso estaba
frente a mí. Me acerqué a él, me arrodillé y comencé a mamarle el guebo. Tomó
nuevamente el vaso de whisky. Mis ojos se clavaban en aquel pene, tomó un sorbo
de su bebida y la derramó en su guebo mientras yo seguía mamando. Estuvimos un
rato en eso, hasta que me levanter y me volteé para que disfrutara ahora de mi
culo. Escupió sobre su guebo y comenzó a penetrarme, me dolía un poco, pero el
placer superaba el dolor. Sentí como me abría y allí comenzó la acción.
Tomó mis caderas y
me atraía hacia él y me alejaba, haciendo que su pene entrara y saliera una y
otra vez. Yo seguía temblando, no se si de placer o de los nervios viendo a ese
macho cogiéndome. Comencé a masturbarme, pero el retiró mi mano de mi pene. -Hoy
acabarás sin tocarte–. Mi corazón volvió a acelerarse.
Se detuvo un
momento, sacó lentamente su pene hasta casi tenerlo todo afuera, y lo volvió a
meter lentamente. Comenzó a moverse muy lento y profundo de forma circular,
mientras yo gemía y me retorcía de placer. La cabeza de su pene tocaba mi mi próstata,
comenzó a masajear y hacer presión, todo eso con una lentitud enloquecedora. Comenzó
a salir de mi guebo la leche sin el mayor esfuerzo, sin tocarme, sin hacer
nada, solo sentir ese vergón dentro de mí y mi culo lo sentía más abierto que
nunca.
Mi tío se dió cuenta que había acabado y retiró el
guebo y se puso frente a mi cara, se masturbó rápidamente y lanzó su leche en
mi rostro. Comencé a pasarle la lengua por todo su glande, limpiando los restos
de semen. Con su mano limpió de mi cara su leche y se la limpió con su lengua,
se alejó de mí, se vistió, agarró su vaso y salió. Me dejó en el medio de la
habitación, desorientado y preguntándome si eso acababa de ocurrir en realidad.
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