sábado, 16 de marzo de 2013

SEXORAMA 11. Borracho no es gente.



El sonido de un camión se escuchó en la calle, me asomé por la ventana y lo vi. Al hombre más varonil y sexi de la familia, y el culpable de mis fantasías desde hace años, mi tío.

Tiene casi 50 años, macho hasta el morbo, velludo, fornido, canoso y una barba tipo candado. Siempre va con jeans apretados marcando aquel paquete grande y unas nalgas de infarto. Salí de la casa a saludarlo.

-Hola tío –le dije- -Hola David, sobrino, que grande estás, ya eres un hombre –me abrazó.

Mi tío me abrazó y el subí al cielo , despedía un olor a macho, entre el perfume y su calor corporal. Tenía en mente que ese día me iba a coger, pero no sabía cómo. Mi familia de por medio, era difícil, pero valía la pena intentarlo.

Comenzaron los preparativos para el almuerzo, destaparon una botella de whisky para animar la situación. Mi tío se sentó a conversar con mi papá y sus hermanos, y yo me senté frente a él para observer bien su entrepierna. El tiempo pasaba y no se me ocurría nada. Ya de noche la mayoría de la gente entre mujeres y hombres estaban borrachos y mi tío sin dar señales de algo…

Entré a mi habitación, saqué un bóxer para dormir. En ese momento se abrió la puerta del cuarto, me volteé y no lo podía creer, era mi tío, borracho y con un vaso de whisky y la otra mano en su paquete. Colocó el vaso en la mesita de noche y se desabrochó el pantalón. Yo tenía taquicardia y estaba temblando de los nervios. En un instante mi tío quedó desnudo de la cintura para abajo. Aquel pene grande y grueso estaba frente a mí. Me acerqué a él, me arrodillé y comencé a mamarle el guebo. Tomó nuevamente el vaso de whisky. Mis ojos se clavaban en aquel pene, tomó un sorbo de su bebida y la derramó en su guebo mientras yo seguía mamando. Estuvimos un rato en eso, hasta que me levanter y me volteé para que disfrutara ahora de mi culo. Escupió sobre su guebo y comenzó a penetrarme, me dolía un poco, pero el placer superaba el dolor. Sentí como me abría y allí comenzó la acción.

Tomó mis caderas y me atraía hacia él y me alejaba, haciendo que su pene entrara y saliera una y otra vez. Yo seguía temblando, no se si de placer o de los nervios viendo a ese macho cogiéndome. Comencé a masturbarme, pero el retiró mi mano de mi pene. -Hoy acabarás sin tocarte–. Mi corazón volvió a acelerarse.

Se detuvo un momento, sacó lentamente su pene hasta casi tenerlo todo afuera, y lo volvió a meter lentamente. Comenzó a moverse muy lento y profundo de forma circular, mientras yo gemía y me retorcía de placer. La cabeza de su pene tocaba mi mi próstata, comenzó a masajear y hacer presión, todo eso con una lentitud enloquecedora. Comenzó a salir de mi guebo la leche sin el mayor esfuerzo, sin tocarme, sin hacer nada, solo sentir ese vergón dentro de mí y mi culo lo sentía más abierto que nunca.
Mi tío se dió cuenta que había acabado y retiró el guebo y se puso frente a mi cara, se masturbó rápidamente y lanzó su leche en mi rostro. Comencé a pasarle la lengua por todo su glande, limpiando los restos de semen. Con su mano limpió de mi cara su leche y se la limpió con su lengua, se alejó de mí, se vistió, agarró su vaso y salió. Me dejó en el medio de la habitación, desorientado y preguntándome si eso acababa de ocurrir en realidad.

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