Uno a uno fue derramando su semen entre la cara y el pecho
de Tobago, pero antes que finalizara el show,
el hombre que entró de repente al vapor, lo jaló del brazo poniéndolo en
pie, lo alzó y se lo montó en el hombre como quien carga una res.
–Ahora vas a sabé cómo es que tira un macho de verdad carajito,
tienes una cara de menor, pero igual vas a llevá palo–le dijo el malandro que
se lo llevó. 1.80, musculoso, cicatrices en todo el cuerpo y el pelo con un
corte tipo meseta con la mitad de la cabeza para bajo sin cabello.
Entraron a la precaria cabina privada que tenía el hombre,
lo lanzó en la cama de cemento, lo puso boca abajo y sin decir nada lo penetró
hasta el fondo. Un pene grueso de 23 cms invadió su cuerpo que lo hizo
retorcerse del dolor. –Aaaaau me duele
coño–gritaba el jovén pero a pesar de su queja e malandro lo garro del pelo y
lo empujó hacia él, hacienda que el pene lo tuviera totalmente adentro. A
partir de ese momento le dió con todas sus fuerzas. Lo violó.
El malandro no se apartó del muchacho, de hecho le dió la
cola a su casa en su moto. –Ahora sé donde vives menor, vas a ser mi mujercita
cuando tenga ganas de culo, y que no me entere que otro te monta, porque lo
mato y a tit e va a ir peor–. Tobago se bajó de la moto y el malandro lo agro
del pelo y le plantó un beso. –Me llamo Coromoto carajito, grabate ese nombre,
porque voy a ser tu macho–.
***
Comenzaba una nueva semana y los gemelos se iban como
siempre en el colectivo rumbo a su colegio. Tobago todavía adolorido y asustado
por lo de ayer. Trinidad tranquilo pero pensando que a su igual le pasaba algo
y algo malo. Lo abrazó y le dijo –Hermanito pase lo que pase sabes que cuentas
conmigo, somos tu y yo, nos tenemos a los dos para cuidarnos– y le dió un beso
en el cachete.
Trinidad como su hermano son homosexuales pero él tiene otra
inquietud. Se siente mujer, desde pequeño. Siempre se colocaba los vestidos de
su madre o los de su hermanita y se pintaba la boca con algunos cosméticos que
había en casa y así salía a la calle hasta que su padre lo descubría y le daba
correazos hasta el llanto. Esos episodios han hecho que se reprima mucho pero
carga su cruz en silencio. Odia a las mujeres porque él no tiene lo que tienen
ellas y es lo que más desea.
Desde hace 3 años ahorra de su mesada para algún día
operarse para “ponerme tetas y un coño
entre las piernas que es lo que quiero”. Su rabia llega al punto de la
violencia hacia sus compañeras del colegio, estudien con él o no.
Llegó la hora del recreo, el colegio era un bullicio y un
hervidero de alumnus corriendo hacia la cantina, los baños y ricones ocultos
donde poder fumar o desatar las hormonas.
En uno de esos lugares ocultos estaban dos jovencitos
comiéndose a besos mientras sus manos jugaban entre sus entrpiernas. Una mano
del muchacho bajaba las bragas de la niña y con la otra liberaba a su amigo de
la bragueta que lo separaba de aquella gloria. Trinidad los veía a una
distancia perfecta para detallar la escena. Él solo se fijaba en la vagina de aquella
niña, se mordía los labios de la rabia de solo pensar que si tuviera una de esas
ese niño “me podría coger a mi”.
Se fijó en su cara para no olvidarse de ella. –Esa es de 4to
año B–pensó. Se quedó ahí esperando que iban a hacer pero sonó el timbre para
retornar a las aulas. Ella no se fue a su salón, se fue al baño pero antes le
dijo a una compañera que le dijera a la profesora. Trinidad esperó que el
recreo quedara completamente solo y se fue al baño de damas. Buscó un trapo
negro para taparse la cara y se puso una chemise azul que consiguió en un salón
abandonado para que ella no lo reconociera.
La muchacha estaba en uno de los cubículos, él cerró la
puerta del baño con cuidado, esperó a un lado hasta que saliera. Apenas ella
abrió la puerta el puño de Trinidad fue directo a la cara de ella lo que hizo
que cayera al piso. Aprovechó y se le fue encima golpeándola –¡Maldita perra!
¿Cómo te atreves a follar?, ¡puerca!– y seguía golpeándola a pesar que ella ya
no estaba poniendo Resistencia. Se detuvo al ver sangre en toda la cara de la
muchacha. Le dió una patada entre las piernas.
La volvió a meter en el cubículo y trance el cerrojo. Se
limpió las manos y la cara, botó la chemise y el trapo en un pipote que estaba
afuera en una esquina y se colocó su chemise beige. El corazón le palpitaba a
mil por hora más por la emoción de la golpiza que porque lo descubrieran.
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