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En uno de esos viajes a la playa un fin de semana cualquiera donde va poca
gente, al instalarnos a la orilla del mar decido dar un paseo hacia el lado de
la playa menos concurrida.
Caminando pensando en quien sabe que cosa veo a lo lejos la silueta de una persona
moviéndose de manera extraña, a esa distancia no sabía bien que es lo que
hacía. A medida que me acerco veo que es un hombre en bermudas y franela que
sostiene un guacal de esos que se usa para transportar frutas o verduras, lo
cargaba a la altura de su pelvis y lo agitabade arriba abajo apoyado hacia su
cuerpo.
Ver ese movimiento me resultaba algo erótico y rítmico, un movimiento
constante. Al acercarme más me doy cuenta que está cocinando guacucos y dentro
del guacal tiene las conchas que va separando lo de antro que va cayendo al
suelo, de ahí las sacudidas fuertes con el guacal. Al llegar donde está el
hombre me coloco a un lado para verlo trabajar, el me mira sin mucho interés y
sigue su trabajo. –Eh ¿paseandito?– me
dice yo le respond con un sí. Me toco por encima de mi traje de baño y me
acerco más a él.
Era un pescador negro, muy negro, con un cuerpo definido, me imagino que
trabajado en su rutina de pesca, recolección y acomodo de los guacucos.
–¿Tienes rato trabajando?– Le dije mientras miraba hacia atrás y llevaba la
vista a lo lejos chequeando que no viniera nadie. –Si, desde tempranito–Y no
quieres relajarte un poco, descansar–No panita, tengo que terminar–Mi pene
comenzaba a despertar y viendo a ese tipo menear ese guacal mientras sus músculos
se tensaban me daban ganas de todo.
–¿No quieres que te mame el guevo?– Le dije así, sinpensar y de una. El se
rió y dejó el guacal en el piso. Se agarró su pene entre el bermuda apretando.
–¿Cuanto hay pa’ eso?–Solo tengo este reloj– Le dije y me coloqué lo más cerca
de él que pude. Se soltó el cordón que ataba el bermuda y jaló el velcro. Dejó
ver un pene grueso y más oscuro que el resto de su piel, aún no estaba erecto.
–Ven pues, páralo– .
Me arrodillé y cuando tenía su enorme trozo negro frente a mí, aquello
despedía un olor a pescadería un poco desagradable, pero en esos momentos no me
iba a poner con exigencies higiénicas. Tome aquella verga con mis manos y la me
la metí en la boca; estaba suave, esponjosa y con sabor a guacuco. Cada vez que
me lo introducía completo iba creciendo en mi boca y casi que ya no cabía.
–Dame el reloj– me dijo mientras agarró mi brazo y me lo desabrochó de la
muñeca y se lo metió en el bolsillo trasero del bermudo apestoso a molusco.
Yo seguía mamando y aquel pene era enorme, me tomaba de la cabeza y me
empujaba hacia a él. Mi naríz y frente golpeban en su vello púbico que estaba
mojado y con el mismo olor característico de su pene. Él se movía al ritmo de
como yo iba mamando y me estaba excitando más de la cuenta. –Viene gente– me
dice mientras seguía empujándome. –Cógeme–Eso te va a costar más– me dijo y le
dije que ese reloj cubría la mamada y la cogida. Tomó el reloj, lo vió y me
dijo – Espérame en el árbol del fondo– señalanado más atrás de la orilla donde
habían arbustos y monte.
Llegué y me quité el traje de baño, el guardó el reloj en otro sitio y se
acercó. –Te voy a coger a rin pela’o papá no tengo condón– Yo me volteé y abrí
mis nalgas, me jaló, escupió mi culo y apoyó su verga e iba empujando. Era algo
brusco, me tuve que relajar para que me métier su enorme pene de una. Lo
deslizó por completo. Sentía como se estiraba mi piel, la saliva fue escasa
pero igual lo metió. Cuando comenzó a moverse y darme con más fuerza, llegó una
parejita, la que venían caminando y el advirtió que se acercaban, se detuvierno
frente a nosotros pero desde la orilla.
El pescado se dió cuenta y me empujó hacia adentro
del bosque donde estábamos. Seguía cogiéndome y no paraba, su pene rígido
entraba y salía, ya mi culo totalmente dilatado y lubricado recibía aquel
semejante trozo. El hombre no se cansaba. –Tírate en la arena– me empujó y me
puse boca arriba. Alcé las pierna y volvió a penetrarme. Ya no sabía si la
pareja seguía ahí, lo que si sabía es que me dolía el culo y el pescador no se
cansaba hasta que de pronto apretó sus manos en mis mulos con fuerzas y pegó un
gruñido fuerte, me dió dos empujones y supe que acabó, sacó su pene. –ßaca la
lecha perra– me dijo, pujé y comenzó a corer su semen fuera de mi culo. Al
incorporarme vi a la pareja que estaba cerca de nosotros y ellos también estan
teniendo sexo. Nos vestimos y nos quedamos viendo como el chamo se cogía a su
novia. El pescador se acerco al muchacho que tenía a su novia pegada a una
pequeña montaña penetrándola. Comenzó a meterle al chamo el dedo por el culo,
masajeándole la próstata pues el hombre empezó a temblar y gemir con fuerza y
se corrió dentro de ella. Yo me fuí al mar a limpiarme y el pescador siguió con
su trabajo con los guacucos. Pasé un fin de semana ligerito…
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