La Jefa se acercó hasta el hospital donde tenían recluído a
Trinidad. La Jefa se colocó al lado de
la cama y le dijo al oído Trinidad mientras este dormía: –Tranquilo que de esta
vas a salir y los que hicieron esto ya lo pagaron caro con su vida– Maldito hijo de puta descarado fuiste tú el
que me mandó al hospital–Pensaba Trinidad que aún con los ojos cerrados le
apretó la mano a La Jefa.
***
Atabapo recien terminaba la misa y se retiró a la
sacristía pero antes de llegar se asoma
hacia un pequeño parque que está al lado de la iglesia y ve a una niña de no
más de 6 años. La pequeña ve al cura y corre hacia él y lo abraza. Atabapo
aprovecha y la mete hacia la sacristía con él. –¿Quieres jugar conmigo un rato
mientras llega tu mamá?– La niña mueve la cabeza de manera afirmativa.
Se sienta en una silla y le dice a la niña que se acerque,
–Ven, juega con este muñeco, ven sin miedo para que lo veas– Atapabo se baja el
cierre del pantalón, la niña se acerca. Él la toma por la cabeza acercándola,
ella sin saber que pasaba con algo de resistencia se aproximaba.
Luego de unos minutos de aquel “juego” se pone a llorar
cuando Atabapo deja fluir su sexo dentro dentro de la boca de la niña. –¿Te
gustó el dulce mi amor? Traga mi amor, no puedes botar eso. –No me gusta sabe
mal quiero ver a mi mamá–Esto es un secreto entre tú, Papá Dios y yo ¿ok? No
puedes contarle a nadie y así puedes venir otra vez, ¿quieres? Y jugamos de
nuevo–Si padre–Le dió un beso y llevó a la niña al parquet donde la madre estaa
desesperada buscándola.
–Discúlpeme señora, su hija entró y yo la invité a entrar y
le enseñé la sacristía y la iglesia y jugamos cartas, ¿verdad princesa?–Atabapo
se agachó y le dió un meso en la mejilla y sin que su madre se diera cuenta
introdujo una mano debajo del vestido de la niña y tocó sus partes, algo que
hizo que Atabapo se estremeciera.
La madre de la niña estaba embobada viendo al cura que
llevaba solo un guarda camisa ydejaba ver los vellos del pecho y unos
pectorales bien formados. Mojó sus labios con la lengua y se mordió suavemente
el labio inferior. –Tranquilo padre, con usted está segura, ya vendré a hacerle
una visita o confesarme– dijo esto desabrochando un botón de su blusa y tocarse
delicadamente entre sus senos.
Luego de hacer varias diligencias de la iglesia y
personales, se le hizo muy tarde estando en la calle y decidió comer en una
arepera. Eran pasadas las 10 de la noche, se sentó en una mesa y pidió una
pelúa (arepa de maíz con carne mechada y queso amarillo) y un jugo de guayaba.
Frente a él estaba un motorizado con la que parecía su
novia. Él era bastante moreno y musculoso, había poca luz y no detallaba bien
sus rostros. Un niño de unos 5 años se le acerca para venderle unas flores,
pero Atabapo le dice que no y le da unas monedas que tenía en el bolsillo, le
da unas palmadas en la mejilla y el niño se aleja.
El motorizado ve hacia la mesa del cura y lo reconoce –Este es el hijo ‘e puta que se quiere tirar
a mi putico, malpario–
Atabapo se terminó la arepa, pidió la cuenta y antes de irse
se dirigió al baño pues no aguantaba las ganas de orinar. Coromoto lo seguía
con la mirada. Entra al baño, no había
nadie, unos segundos después entra el mismo niño vendedor de flores y vuelve a
ofrecerle las flores mientras Atabapo orinaba. –Nené ya te di unas monedas no
quiero las flores–Te la chupo y me das más plata–Atabapo quedó inmóvil por unos
instantes al escuchar al niño decir eso, pero reaccionó y no tuvo inconveniente
en complacer al niño.
–Mi reina voy a mear, ya vengo– Coromoto corrió al baño,
entró y encontró al cura con el niño, apartó al niño –Sal de aquí menor–le dió
un billete de 50, el niño del susto dejó las flores tiradas en el piso.
–Maldito enfermo, con un carajito que puede ser tu hijo, por que no me pones a
mamar guevo a mi a ver si yo me dejo maricón–Sacó una navaja, le dió un fuerte
golpe en la cara y lo tumbó al suelo, una vez tirado, al verle el pene se lo
agarró, le estiró el prepucio –Esto va a doler curita– y de una sola pasada con
la navaja, le hizo una circuncisión casera. La sangre brotaba copiosamente.
Arrastró el cuerpo a un cubículo, lavó la navaja y salió.
–Vámonos mami–Dejó en la mesa dos billetes de 100, tomaron sus cosas y se
montaron en la moto rumbo al barrio.
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