David era celoso,
muy celoso. Llamaba a Cristóbal a cada rato, mensajes sin cesar, si
salía con otra persona lo monitoreaba, hasta que no llegaba a casa no
paraba de llamar.
Creó
una dependencia hacia Cristóbal; si a David lo invitaban a un sitio y
Cristóbal no quería ir pues no iban ninguno de los dos, si sucedía al
contrario y David no quería ir pues el otro si se iba, eso lo ponía del
peor humor. Del tiempo que estuvieron juntos casi nunca iban los dos de
viaje en Carnaval o Semana Santa. David se iba solo a la playa con la
familia.
El
sexo iba muy muy bien de eso ninguno se quejaba, lo pasaban excelente. De
hecho cada vez que discutían por algo tenían sexo y David se calmaba.
Cristóbal se lo decía –Lo que te hacía falta era una cogida para que te
calmaras– No era gracioso escuchar eso pero era verdad.
Una
noche Cristóbal no aguantó más tanto celos y explotó: –¡Ya coño! ya basta
de tanto peo y llamadera, ¿hasta cuando la vigiladera y controlándome?
Eres una cuaima histérica. Yo me empaté con un hombre con pelos en el
pecho no con una mujercita escandalosa armando peos todo el día. ¡No me
llames tanto! Permíteme que te extrañe durante el día, que me provoque
llamarte, me tienes cansado David– Esto se repitió un par de veces más. La primera David dejó de ir al matrimonio civil de su primo por estar
discutiendo,, la segunda terminó en el hospital con la tensión en las nubes.
Luego de eso lDavid cambió, nada volvió a ser igual.
Luego de eso lDavid cambió, nada volvió a ser igual.
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