La tranquilidad de un muerto.
Carmelo se bajó del mesón luego de tener sexo con el
policía que recién había muerto. Su cuerpo estaba lleno de sangre y fue a
ducharse para volver a vestirse y abrir la puerta para que entraran los otros
médicos.
–Preparen este cadáver para la autopsia yo me
encargaré de los que están llegando.
Ya había terminado el tiroteo entre la policía y los
antisociales que también cayeron 2 de ellos.
Luego de una larga jornada de trabajo, sus
erecciones cada vez que veía a un cadáver entrar, estaba agotado. Decidió que
al día siguiente iría a la playa a relajarse para luego ver que hacer para
calmar sus ganas.
Estando en la playa se consigue con Bertha su
contadora, administradora y abogada. La emoción de ella al verlo no lo disimula
y lo abraza.
Mientras el esposo de Bertha estaba en el mar, ella
complacida hablando con su amigo. Carmelo la oía hablar pero no escuchaba lo
que decía, sólo se imaginaba el cuerpo de esa mujer tendido en una cama,
inerte, sin voluntad a merced de él. Su pene se movía en su entrepierna queriendo
salir del bermuda, ella lo notó.
Luego de un rato Carmelo le propuso ir a su casa
para estar mas cómodos. –Invéntale algo a tu esposo, de hoy no pasa que te coja
en mi cama. –Bertha sintió como se estremecía su cuerpo. Ella resolvió decirle
a Darío, su esposo que iría a casa de Carmelo a resolver unos asuntos de
trabajo.
–Bueno, ya estamos en mi casa.
–Te confieso que estoy nerviosa, le mentí a mi
esposo y además me voy a acostar con otro.
Carmelo la tomó de la cintura y la besó. Su lengua
recorrió cada espacio de la boca de Bertha, ella estaba excitada. Cuando
Carmelo puso su mano en su entrepierna levantándole la bata, su traje de baño
estaba húmedo.
–Estás mojadita. Te excita estar con otro hombre que
no sea tu marido. ¿Tú sabes que Darío es gay verdad?
–No, él no…-Otro beso interrumpió la respuesta. Se
separó. –Es bueno que lo sepas. -La cargó y la llevó a la cama. La lanzó y se
quitó la ropa.
–No, no, no, tú no te quites nada, quédate así. Te
lo quiero hacer vestida.
–Házlo como quieras pero házlo, voy a ser tuya.
Mientras Carmelo le hacía el sexo oral, Bertha no
paraba de hablar y gemir.
–Aay, aaay que rico, jamás me habían hecho eso así,
aaaay, aaay, Darío no lo hace, no le gusta, aaaaaaaay, aaaaay sigue, sigue.
–Con cada gemido, Bertha dejaba salir flujo de su vagina.
–Aaay Carmelo, siguee, que rico, no pares, sigue,
sigue, dale, más, más, AAAAAH, AAAAH.
Carmelo se separó estaba un poco aburrido escuchando
a Bertha gemir mientras se retorcía, levantó las piernas, escupió sobre su pene
y la penetró.
–AAAy Carmelo, dale, soy tuya SOY TUYA, sigue ,
AAAH, AAAH, no pares Carmelo, cógeme.
Carmelo se detuvo.
–¿Qué pasó? Sigue por fa, me gusta, no pares.
–Espera. –Fue a su gaveta y sacó un frasco y una
jeringa.
–¿Qué vas a hacer?
–¿Confías en mi?
–Si, confío.
–Te voy a suministrar esto por la vena para que te
relajes ¿ok?
–Si, si, ponme lo que quieras pero métemelo.
Carmelo le buscó la vena, introdujo la aguja y le
inyectó todo el líquido, unos segundos más tarde Bertha quedaba dormida.
–Ahora sí te voy a coger en calma sin que grites ni
hables. -Le volvió a levantar las piernas echándolas hacia su cabeza y la
penetró, esta vez con fuerza, La volteó y le levantó las caderas sujetándola
con fuerza para que no se cayera y volvió a penetrarla. Varios empujones más y
acabó dentro de ella, para luego penetrarla por el culo hasta que su pene se
puso flácido.
Dejó a Bertha en la cama inmóvil y se fue a duchar.
Se vistió y a los minutos se despertaba Bertha.
–Mmmmmm hola. -Arrugó la cara, su culo le ardía.
–¿Que me hiciste?
–Te cogí y por el culo también.
–No me acuerdo de nada.
–Yo sí, vístete, ya te tienes que ir.
–Tengo hambre.
–Come en tu casa, acomódate para acompañarte a tomar
un taxi.
–¿No me vas a llevar?
–No puedo.
Bertha se vistió y le dio un beso en la boca a
Carmelo que le respondió el beso con indiferencia.
–La próxima vez quiero estar consciente.
–La próxima vez quiero que te quedes quieta y muda,
sino te vuelvo a inyectar.
La acompañó en buscar el taxi.
–Lo poco que me acuerdo me gustó y mucho, hablo de
eso y me mojo.
–Ahí llegó uno, estamos en contacto.
–Quiero repetir.
–Ya sabes mis condiciones.
–Si, un beso.
Carmelo subió a su apartamento, al entrar a su
habitación estaba en el piso la parte de abajo del bikini de Bertha. Lo recogió
y lo tiró a la basura.
–Te prefiero muerta querida Bertha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario