Obsesiones.
Carmelo había sorteado los análisis científicos. Su manía de
tener sexo con cadáveres y eyacular dentro de los cuerpos lo había puesto en
aprietos más de una vez. Los cuerpos de los 2 médicos que trabajaron con él
fueron incinerados junto con el resto de cuerpos que jamás reclamaron.
El caso seguía abierto pues estaban desaparecidos, familiares
de las víctimas aparecían en los medios de comunicación exigiendo que se
investigue a fondo.
–“El asesino está dentro de la institución” -repetían los
familiares pero nadie investigaba al instituto forense. Carmelo tomó unas
largas vacaciones para descansar, ir a Congresos y viajar.
Tenía tiempo que no practicaba la necrofilia ni tampoco tenía
sexo con nadie. Bertha estaba ocupada y se veían para cosas puntuales aunque a
veces un sexo oral rápido la obligaba a tener con él.
Carmelo estaba ansioso, le daban escalofríos, sus ganas por
tener sexo lo superaban y quería hacerlo. Se estaba volviendo loco. Una noche
tomó su carro y se fue de madrugada a un mirador de la ciudad donde a esa hora
pasaba poca gente.
Había hecho una tira algo larga de púas, llamada Miguelito para así detener a algún
vehículo al impactar con los cauchos.
En otra calle colocó una guaya, si alguien en moto pasaba
podría degollarlo.
Colocar la guaya le resultó más complicado pues por esa calle
pasaban carros a cada rato.
–Carmelo vas a matar a un inocente, vas a matar un
inocente, vas a matar un inocente. Se repetía en su cabeza y la taquicardia
le había vuelto. Se puso las manos en la cabeza, su frente estaba mojada por el
sudor. Se sentó en la grama a esperar mientras se movía hacia delante y hacia
atrás. Se colocó unos guantes.
Pasaba un carro, venía sólo el conductor. Entraba al mirador a
una velocidad mayor de la habitual. Al cruzar los miguelitos el carro perdió
estabilidad y la persona cruzo el volante perdiendo el control. El vehículo se
deslizó chocando contra un árbol.
Carmelo se levantó, esperó unos segundos y se acercó al lugar
del choque.
Cuando se asomó vio que era una mujer, no llevaba el cinturón
puesto pero se había activado el Airbag. Le tocó el cuello y estaba
viva. Abrió la puerta y sacó a la mujer arrastrándola hasta la grama del otro
lado del carro, le bajó el pantalón a la mujer. Sacó un condón, se bajó los
pantalones y se lo colocó para luego ponerse encima de la mujer y penetrarla
por detrás.
Su respiración estaba acelerada, su cuerpo sudaba y una
sonrisa se dibujó en su cara cerrando los ojos. Movía sus caderas cada vez más
duro y comenzó a escuchar los quejidos de la mujer y le tapó la boca.
Cuando estaba a punto de venirse escucha el fuerte sonido de
una moto a lo lejos, luego un estruendo y se escucha el ronroneo de la moto
encendida. Carmelo se corre y se levanta. Se subió el pantalón, su pene aún erecto
no podía meterlo dentro del pantalón, corrió hacia la otra calle.
El cuerpo del motorizado estaba tumbado boca abajo con el
cuello partido, apagó la moto y dejó caer los pantalones. Con dificultad le
bajó los pantalones al cuerpo, le vio un arma y se dio cuenta que la suya la
dejó en el carro. La puso en el bolsillo del pantalón.
Tocó las nalgas del hombre y las abrió, estaba a punto de
penetrarlo cuando comenzó a bajar gente de los edificios cercanos.
Que imaginación la tuya...
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