lunes, 17 de septiembre de 2018

Y SI ME ENAMORO. Capítulo 66

–¿Y eso que cambiaste de opinión?
–La vida es muy corta para estar perdiendo el tiempo.
–Así se habla. Lo vamos a pasar bien. ¿bebes?.
–Si, pero mañana tengo clases.
–Y yo trabajo, nos tomamos una botella de vino y comemos algo.
–Yo quiero tirar.
–Bueno también… ¿pero no te vas a quedar a dormir?
–Si.

Llegaron al apartamento, era pequeño pero bien decorado, se notaba que había dinero.
–Bienvenido a mi casa.
–Gracias, no puedo creer que vayamos a tener sexo aquí donde vives con tu esposa. ¿traes a todos los hombres para acá?
–De hecho eres la segunda persona que traigo y luego de mucho tiempo, pero es que me gustaste mucho.
–Ah ya.
Eduardo lo abrazó y le dio un beso en la boca, Orlando que hasta ese momento estaba tenso, se relajó.
–Vamos al cuarto, quiero desnudarte.
–¿Nos podemos bañar?
–No, quiero sentir tu olor, tu sudor, eso me excita.
Llegaron a la habitación, la cama era enorme, dos camas King pegadas, sábanas blancas y un ventanal enorme que daba a la ciudad.
Eduardo comenzó a desvestirlo lentamente mientras deslizaba sus manos por los pectorales del chico que ya tenía las tetillas duras igual que su pene.
El hombre se agachó para desabrocharle el pantalón, mientras lo hacía veía a Orlando a los ojos y sonreía. Puso la mano sobre el pene aún dentro del interior y lo apretó para luego sacarlo.

Su lengua recorría el pene del chico mientras seguía viéndolo a los ojos. Orlando estaba excitado, lubricaba en exceso, El hombre recogía el líquido con su lengua y saboreaba. Introdujo el pene en su boca y comenzó a tragarlo mientras movía su lengua.
Mientras seguía mamando se quitaba la ropa, su pene no estaba completamente erecto, solo esperaba que el chico terminara de excitarlo para penetrarlo.
–Ponlo duro que te quiero coger.

Eduardo se lanzó boca arriba en la cama viendo como Orlando jugaba con el pene, a pesar de estar disfrutando esa aventura, se sentía extraño. Era como si estuviera traicionando a Diego, pero recordaba el momento que los encontró en la cama teniendo sexo y cualquier remordimiento se esfumaba. Se montó en la cama y se inspiró en la mamada, tomaba el pene con su mano y se lo introducía en la boca completamente, con su otra mano jugaba con los enormes testículos del hombre.

Orlando le bajaba el prepucio y lamía el glande rosado y suave de Eduardo que cerraba los ojos mientras emitía sonidos de placer exhalando aire.
–Déjame buscar el condón en mi billetera.
Ubicó su billetera y sacó del clóset un frasco de lubricante. –Pónmelo.

El chico rompió el empaque con lo dientes y sacó el preservativo, lo desenrolló un poco para luego estirarlo y colocarlo en el glande, una vez ahí lo desenrolló hasta cubrir todo el pene. Le echó lubricante, mucho, cogió de ahí y se colocó entre las nalgas para luego sentarse sobre Eduardo, tomar el pene y llevarlo hacia su culo.

Poco a poco iba metiendo el pene, Eduardo se mordía el labio, Orlando cerraba sus ojos y se concentraba en ir introduciendo el grueso pene dentro de él.
Una vez completamente sentado con el pene adentro comenzó a moverse pero Eduardo lo detuvo. Orlando se echó hacia delante y el hombre comenzó a levantar las caderas moviéndose rápido.
El chico veía a Eduardo a los ojos mientras sentía como el pene abría sus carnes, tenía los ojos más a abiertos de lo normal y el rostro cambiado, excitado, veía al chico con morbo mientras seguía moviéndose.
Abrazó a Orlando y sin retirar el pene se voltearon, esta vez el chico quedó boca arriba. Eduardo comenzó  a moverse de nuevo con las piernas del chico en su pecho, su respiración estaba acelerada. El muchacho con solo verlo se sabía que estaba disfrutando el sexo con el hombre maduro que no paraba de moverse.
–¿Te acabo adentro, encima, dónde? –Orlando no respondió y Eduardo sacó el pene y retiró el preservativo para luego acabara sobre el pene y abdomen del muchacho.

Orlando no acabó. Eduardo se lanzó a un lado del chico, respirando fuerte, su abdomen subía y bajaba con la respiración, pasó su mano por la frente para secar el sudor.
–Wao carajito me hiciste sudar…aguantas que jode, tienes el culo apretadito, la juventud…es lo que tiene.
–Gracias.
Eduardo se rió con la respuesta del chico. –Sigues enamoradito del tipo y estás arrepentido de haber tirado con otra persona.
–No, no es eso…bueno…si…no debí, pero.
–Nada chico, fue solo sexo, unos minutos de placer, ya, vamos a comer algo y tomarnos un vinito. Voy a  orinar.

Euardo se levantó para ir al baño y Orlando se fue detrás de él. –Ya va, no vayas a orinar, oríname a mi.
–Vaaaaya, el muchachito me salió  viciosito. Entra a la ducha.

Orlando se agachó y Eduardo se puso frente a él preguntando donde quería que lo orinara. –Donde quieras. –Eduardo comenzó por la cabeza, iba bajando a la cara, cuello y pecho. Subió de nuevo y Orlando abrió la boca mientras comenzaba a masturbarse.
El hombre no paraba de orinar, Orlando tragaba el líquido hasta que sintió que se venía y acabó. Eduardo le orinaba el pene.

–Dúchate mientras yo preparo algo, ahí tienes toalla y jabón.

Orlando se bañaba y no entendía que hacía en ese apartamento, quería irse y olvidar lo que hizo pero ya no podía hacer nada, era tarde.
Llegó a la cocina y el hombre había preparado unos sanduches con queso amarillo, salchichón, tomate, lechuga, mayonesa, pepino. Puso dos copas y sirvió el vino. –Siéntate.

El celular de Eduardo sonaba y fue a buscarlo. Era la esposa. Regresó a la cocina haciéndole un gesto al chico de que no hablara. Le comentó a la esposa que estaba cenando y ya se iría a acostar.
–<Yo regreso mañana al mediodía, ¿será que me puedes buscar?>
–<Claro mi amor, yo te busco, no hay problema>.
–<Te llevo un regalito>
–<Gracias mi amor, en casa te espera uno  a ti> -Se tocó el pene mirando a Orlando.

–No entiendo como no te da vergüenza hacer lo que haces y en tu casa, en tu cama, aquí vives con tu esposa, ya que vas a tirar con hombres hazlo en un hotel.
–No chamín, a mi me conoce mucha gente, no me puedo arriesgar a que me vean, aquí estoy seguro, además solo lo hago cuando mi mujer no está, o es en casa de ellos o aquí, normalmente en casa de ellos.
–Bueno tú verás lo que haces, es tu vida, no debo meterme.
–Exacto, tú no te metas y déjate coger.
–Está muy rico el sandwich y el vino.
–Disfrútalo, ¿quieres otro?
–Ok.
–La semana que viene me quedo solo de nuevo, te aviso y te vienes.
–No, no, esto fue hoy y ya, no voy a repetir.
–Como quieras, pero ya tienes mi número.

Se sentaron en la sala a conversar y se terminaron el vino. Se fueron a la habitación para ver televisión pero se quedaron dormidos. Eduardo amaneció abrazado al chico con su pene entre las nalgas.
La alarma de Orlando sonó y se fue a duchar de una vez mientras Eduardo dormía.

–Eduardo, Eduardo, me tengo que ir a la universidad, ¿me das la cola?
El hombre se movió en la cama se estiró, soltó una flatulencia y abrió los ojos.
–Epa carajito, coño, yo no salgo de casa hasta las nueve, son las seis de la mañana, acuéstate.
–Tengo clases.
Eduardo se levantó y fue al clóset, tomó varios billetes y se los dio al chico.
–Toma, para que tomes un taxi, bajando en la primera cuadra hay una línea, pregunta por Paco, si está que te lleve, le dices que vienes de parte mía, si no está pues le pagas al que te lleve.
Diego resopló y se fue de mal humor.

Llegó a la línea y efectivamente estaba Paco, se montó en el taxi y lo llevó a la Universidad.
Le escribió a Eduardo. –<<Me lleva Paco, cuando llegue a casa te transfiero el dinero>>.
–<<No seas gafo, quédate con eso para que vengas en taxi la semana que viene>>.

Llegó a la universidad. Mientras caminaba a la facultad revisando su celular se tropieza con un hombre.
–Coño, disculpa. ¡Caramba Orlando! Muchacho ¿cómo estás?
–Hola señor Jesús…que sorpresa… ¿qué hace aquí?

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