Amadeo
salía de la universidad, era mediodía y ya estaba libre. Llamó por teléfono a
Andrés pero salió la contestadora enseguida.
–Déjame mandarle un mensajito…verga el pana es ciego, qué pilas…le dejaré un mensaje de voz –Esperó
que terminara de hablar la contestadora y habló.
–<<Hola Andrés es Amadeo,
te llamaba a ver que hacías y si nos veíamos, avísame>>.
Se guardó el celular y siguió
caminando rumbo al metro. Le vuelve a sonar el teléfono pero era un mensaje.
Era su exnovio Aníbal.
–<Hola, ¿cómo estás? Ya
saliste de la universidad? Quiero verte, puedes ahora?>
–<No he almorzado, ¿me
invitas?>
–<Ok, acércate a la torre. Quiero
cogerte>
–<Ya voy para allá>
Amadeo se sonrió, guardó el
celular. Sabía que iba a comer en un restaurante caro, pero también sabía que a
cambio tenía que tener sexo.
–Aníbal tira rico, almuerzo fino y echo una tiraíta–Pensaba Amadeo–.
Llegaron al restaurante. Amadeo
no lo conocía, ya por la entrada se notaba que era caro. Una fachada de vidrio,
una puerta de madera y a lo alto colgaban helechos que llegaban justo por
encima de sus cabezas. Piso flotante de madera, Mesas de acero y vidrio y unas
sillas en aluminio. La carta era de platos de autor, fusiones, cada semana
cambiaban el menú. Los postres eran de otro mundo. Dulces clásicos de la cocina
criolla llevados a otro nivel. Amadeo estaba encantado.
–Este lugar está arrechísimo,
¿es nuevo?.
–Debe tener un mes, la comida
es excelente.
–Todo es excelente aquí, burda
de de pinga. Verga la tirada va a tener que estar a la altura de este
restaurant, pusiste alto el listón.
Aníbal se aclaró la garganta y
no le dio importancia al comentario, le entregó la carta a Amadeo para que
eligiera un plato.
–¿Quieres tomar vino?
–Si, hoy me provoca vino.
–Me sales caro carajito.
–Tú me escribiste, no fui yo.
–Quiero pedirte disculpa por lo
de la otra vez, no debí comportarme así ni golpearte –Aníbal le tomó la mano y
luego le pasó la mano por la cara–.
–¿No te da pena que te vean tan
cariñoso en un sitio público y con otro hombre?
–Mira a tu alrededor y cuenta
cuantas mujeres hay.
Al voltear hacia atrás y echar
un vistazo por todo el local se dio cuenta que había tan sólo cinco mujeres, de
resto hombres, tres en una mesa, cuatro más en otra y hasta dos en actitud de
pareja.
–¿En serio? Esto es un local
gay?
–Bueno, en realidad no lo es,
pero es gay friendly como dicen
ustedes.
–¿Tú quieres volver conmigo?
–No me has dicho si me
disculpas.
–Si, si te disculpo, pero ¿me estás pidiendo que volvamos?
–Yo no he dicho eso, pero
siento que me precipité al dejarte…
–Estoy saliendo con un carajo,
mayor que yo.
–¿De mi edad?
–No, mucho más joven–. No le
dijo ni la edad ni que era ciego–.
–Bueno pero ¿qué tendrán, un
mes saliendo?
Llegó el mesonero y les tomó la orden, la
pregunta se diluyó en el aire. Amadeo le preguntó por su trabajo y si estaba
saliendo con alguien. Aníbal le dijo que no y no había tenido sexo desde la
última vez con él que fue hace más de un mes.
–Marico pero te habrás hecho la
paja ¿no? Porque tú eres tirón.
–Por eso te escribí, tú me
pones quesúo y me das morbo y prefiero hacerlo contigo que con un extraño. Si
quiero volver contigo.
Amadeo se atragantó con el vino
y no supo contestar en el momento, bebió otro sorbo.
–Te voy a ser sincero, tú me
gustas que jode, pero no estoy enamorado de ti, la paso muy bien contigo, me
has enseñado burda de vainas, he conocido muchas cosas y lugares contigo, tiras
rico, pero ya...
–Y te di buena vida y plata
bebe. ¿No quieres tener eso otra vez?
–Si, si estás dispuesto a estar
con alguien que sólo quiere tu dinero y tirar, aquí estoy.
–Acepto
Sonó el celular de Amadeo. Era
Andrés.
–<<Hola chamín, disculpa es
que tenía el celular apagado, estaba en reunión. ¿dónde estás? ¿nos vemos?>
–<Hola, ahora el que está
ocupado soy yo, pero apenas me desocupe te llamo y nos vemos>
–<Vale, avísame, te me cuidas,
un beso>
–<Igual>
–¿Es tu novio?
–No es novio, estamos saliendo
apenas.
–¿Te cogió?
–No.
–¿Te va a coger hoy?
–No lo sééé…
–Yo te voy a coger primero, te
voy a dar tan duro que no te van a quedar ganas de que te coja otro hoy.
A Amadeo le estremecieron esas
palabras y su pene buscaba espacio entre sus piernas.
–Mira como me pusiste–Aníbal le
tomó la mano a Amadeo y se la puso sobre el pantalón para que notara su pene,
que ya humedecía la tela.
–Estás lubricando.
Llegó la comida, la presentación de los platos
sorprendió a Amadeo. La vajilla y la
cubiertería eran de por lo menos hace 70 años o simulaba ser de
esa época. Contrastaba con la modernidad del local, era lo que más llamaba la
atención en el restaurante.
Al terminar de comer pidieron
el postre, Aníbal se tomó un café negro y pidieron la cuenta. Amadeo vio de reojo la factura y el precio era una
barbaridad, algo que en su vida el podría permitirse. Aníbal sacó su tarjeta de
crédito negra.
–Mira lo que hago por ti,
espero que en un rato me lo retribuyas.
–Eso que no te quepa la menor
duda.
–¿Estás seguro que te vas a ver
con el noviecito hoy? Te quiero en mi cama hasta que amanezca.
–Amaneceremos.
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