Amado y Alonso
Daira y Amado se levantan temprano para ir al
pueblo como todos los miércoles. Tocaba ir al mercado municipal para abastecer
la despensa.
Cuando estaban en el carro rumbo al pueblo, ambos
iban callados con la radio encendida escuchando un programa matutino que no le estaban prestando atención. Amado
bajó el volumen para comentarle algo.
–Mañana no voy a Caracas.
–¿Y eso?
–Es que mi hijo se va de paseo con su familia, así
que me quedo en casa y te hago compañía.
–Que bueno mi amor, ya veremos que hacemos.
Daira se quedó mirando por la ventana pensando en
lo que quería hacer y cómo le decía a Amado.
Llegaron al pueblo, mientras Daira se fue a
comprar unas frutas en su puesto favorito, Amado iba por las verduras,
aprovechó que se quedó solo y le escribió a Alonso.
–<<Hola, sé que me dijiste que no nos
veríamos el jueves, pero quería saber si habías cambiado de opinión>>
–<<Hola, mantengo mi posición. Este fin de
semana no nos veremos, además ya cuadré para hacer varias cosas y me veré con
mi hijo que tengo tiempo sin saber de él>>
–<<Ok, disfruta de tu hijo, te hace falta.
Te amo>>
–<<Gracias>>
Fue el último mensaje que envió Alonso y el que le
dolió en el pecho. Ese “gracias”
sin decirle yo también te amo lo devastó. Se sentó en un banco y como un niño
se puso a llorar, estuvo así unos minutos, se limpió la cara con la franela y
siguió comprando. Daira ya se acercaba.
–Tienes los ojos rojos. ¿te pasa algo?.
–Nada, debe ser la especias de este local que me
dan alergia.
Daira vio que tenía el celular en la mano.
–¿Te llamó alguien?
–¿Eh?–Vio a Daira y luego su mano que tenía el
celular–No, no, era un mensaje de la línea, para pagar antes de fin de mes–.
–Mira, no has comprado nada aún, estás lento mi
amor, vamos a ver las verduras que luego quiero ver unas cosas en la otra
esquina.
Recorrieron todo el mercado pero Amado no estaba
ahí, en su mente sólo estaba Alonso.
Terminaron de ver todo y comprar lo que
necesitaban, se fueron directo al carro para irse a casa de nuevo.
Al llegar, Amado bajó las bolsas del carro, no
dejó que Daira cargara nada. Esos pequeños detalles ella los extrañaba, cuando
aparecían de repente sentía que había una esperanza de que todo fuera igual que
hace unos años.
–Voy a recostarme un rato mi amor, no me siento
bien, luego te ayudo a montar la sopa.
–Tranquilo, ¿quieres algo para el malestar?
–No, no, ahora se me pasa, quiero dormir.
Daira terminó de ordenar la compra en la nevera y
en la despensa. Recogió un poco la cocina y se fue a la habitación. Abrió con
cuidado la puerta, Amado ya estaba dormido, se acercó a la mesita de noche y
con cuidado tomó el celular. Comenzó a revisar los últimos mensajes.
No había ninguno de la empresa telefónica pero si
unos mensajes de Alonso y de él. Los leyó.
Leyó el último mensaje que había escrito Amado.
<<Tú solo dices gracias y yo amándote
con todo lo que tengo. Me estoy muriendo por no poder verte mañana, no
quiero que lo nuestro se acabe, soy capaz de hacer lo que me pidas para estar
contigo siempre>>
A Daira se le llenaron los ojos de lágrimas,
aunque ya había leído anteriormente mensajes de ambos, este era uno de los más
contundentes. No pensaba que verdaderamente Amado estaba enamorado de Alonso,
creía que era sólo un escape, ya no le importaba si esas canas al aire eran con
un hombre o una mujer, pero lo que leyó hoy le tumbó todas sus esperanzas.
Volvió a dejar el celular donde lo había tomado y salió del cuarto sin hacer
ruido.
Se sentó en el sofá con una copa de vino y se puso
a llorar. Una hora después Amado sale de la habitación y se encuentra a Daira
dormida en el sofá con la copa de vino en su mano apoyada en sus piernas.
–Daira, Daira, despierta, te quedaste dormida, ven
a la cama.
Se incorporó en el sofá, abrió los ojos con
dificultad y se estiró. –No…no quiero dormir, quiero
cocinar se me hizo tarde.
–Vente, yo te ayudo.
Comenzaron a picar los vegetales y a cocinar el
pollo.
–Amado, mañana tengo que ir a Caracas, me llamó mi
hermana, que necesita ayuda para hacer unas cosas.
–¿Quieres que te lleve y así estamos juntos?
Daira no había pensado en esa posibilidad y se
quedó por unos instantes en blanco.
–No, no, quédate tú para que la casa no quede
sola, yo me voy con el taxista de siempre, yo me regreso al día siguiente.
–Como prefieras, pero bueno tienes razón, no
podemos dejar la casa sola, está todo muy peligroso. ¿te vas temprano?.
–No, cuando me levante, llamo al taxista y que me
busque, no hay prisa tampoco.
Daira salió de la casa al día siguiente al
mediodía, la llevaba el taxista que a veces le hace los viajes a ambos.
Al final de la tarde Alonso ya estaba en su casa,
se sentía extraño un jueves sin su compañero pero no iba a dejar que eso lo
deprimiera así que se quitó la ropa se quedó en interiores y buscó una película
del mueble de la sala, alguna que no había visto.
Buscó unas cotufas de microondas y las puso a
cocinar. Sonó el timbre.
Se asomó
por la mirilla. Al ver quien era se paralizó. Fue corriendo al cuarto a ponerse
una bata para abrir.
–Buenas noches, disculpa que te moleste a estas
horas Alonso,¿puedo pasar? Tengo cosas que hablar contigo.
–Si…ya te abro.
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