Asdrúbal estaba en su cubículo,
había atendido a cuatro personas seguidas y fue agotador. Se levantó de su
asiento a tomarse un café en la cocina que tienen en la misma oficina. Tenía
una semana que no sabía de Asier.
Ramón su compañero de trabajo
que trabaja en otra división estaba tomándose un café, al ver a Asdrúbal se
asustó y se puso nervioso, algo extraño en él. Había estado todo el fin de semana pensando en como
contarle a su amigo lo que quería decirle y no se esperaba encontrárselo en ese
momento.
–Epa, ¿qué pasó? Te pusiste
nervioso je, je.
–No, nada es que no te esperaba… aquí ahora.–Mmmm, estás raro, ¿queda leche?
–Si…–Le pasó el envase de leche y retomó la conversación–Mira…quería hablarte de algo, pero no sé como decirte mi pana.
–Bueno, dilo y ya pues.
–¿Almorzamos juntos? Vamos a escaparnos 10 minutos antes para que podamos sentarnos rápido y poder hablar.
–Tú estás raro.
Salieron a la hora acordada y
lograron pedir la comida rápido para poder sentarse. Ramón había evadido el
tema hasta que se sentaron en la mesa y
comenzaron a comer.
–Aja, ¿ahora si me vas a
contar?
–Bueno, si…mmmm soy gay.
Un silencio invadió la mesa
donde comían, Asdrúbal dejó el tenedor en el plato sin decir palabra.
–Si… eres la primera persona que se lo cuento y
también quería decirte…–Yo también soy gay Ramón.
En ese momento a Ramón se le
iluminó la cara, y, aunque sospechaba lo de Asdrúbal no estaba seguro y no
sabía como dar el paso.
–Wow no sabes el alivio que me
da saber eso…porque tengo
otra cosa que decirte. Tú me gustas y mucho y desde hace un coñazo de tiempo y
ahora que sabemos ambos lo nuestro no sé si tú sientes lo mismo….–Ramón sentía como su cara se
enrojecía de la pena–.
Asdrúbal vovió a quedarse mudo
sin saber que decir, se estaba poniendo nervioso y hasta incómodo.
–Verga Ramón, no sé que decirte,
coño…
–Ya, no digas nada, la cagué,
aquí el desubicado soy yo.–No vale, no digas eso, está bien que digas lo que sientes, pero, es que yo no siento lo mismo, no es que no me gustes, eres guapo pero no me atraes, no sé, no te veo como novio, eres mi pana.
–Tranquilo y disculpa, olvida lo que dije.
Asdrúbal volvía a quedarse sin
palabras y muy apenado.
–Ya, ya no te sientas mal mi
pana, déjalo así, vamos ya que se nos hace tarde.
Cuando llegaban a la planta baja
de la torre Asdrúbal frenó a Ramón poniéndole el brazo en el pecho.
–Ramón, no quiero que esto
cambie entre nosotros, desde que te dije que no, me ves extraño, más bien ni
me ves.
–Te dije que tranquilo pana, ya
pasará.
La tarde pasó bastante movida,
no volvió a ver a Ramón, ni siquiera tomaron café juntos en la tarde.
Pasadas las 5:30 de la tarde,
Asdrúbal salía de la torre. Ramón lo vio salir y esperó que se fuera para no
topárselo en la salida.
Bajó al metro, compró el boleto
y llegó al andén. Entró al vagón y al cerrarse las puertas comenzó a escuchar
lo que normalmente dicen los que piden dinero.
–“…tuve un accidente y ahora tengo una colostomia y necesito unos
medicamentos…”y bla, bla,
bla.
–No puedo creer esto, de nuevo este pana–Pensaba Asdrúbal–.
Cuando Asier se acercaba a él,
tocó la alarma, volvió a accionarla
cuando el operador lo solicitó. Asier vio a Asdrúbal y se le acercó.
–¿De verdad?–Salió del vagón y
lo esperaban dos agentes del Metro, levantó su mano y le mostró a Asdrúbal su
celular. Le hizo un gesto con la mano para que lo llamara–¡Coño de tu madre me quitó el celular!
–Por eso yo no creo en esos que piden plata, son unos choros–Decía una señora–.
Asdrúbal llegó a su destino y estaba rojo de la rabia.
–¡Guevón!, ¿cómo me dejé quitar el celular? ¡qué imbécil!–Le volvió la imagen
de Asier diciéndole que lo llamara.
–Está como loco si piensa que
lo voy a llamar, me compraré otro celular y línea.
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