El fin de
semana mi casa quedó completamente sola; mis padres se fueron de viaje a la
playa, yo decidí quedarme. Tenía ganas de morbosear y estaba muy quesúo, entré a
un chat y empecé a flirtear y conversar con hombres maduros, más de 40 años.
49 años, vivía
cerca de mi zona, casado con hijos, se alborotó al ver las fotos que le mande.
Me decía las cosas que me haría cuando me tuviera en la cama. Le dije que
viniera a mi casa que estaba solo y dispuesto a dejarme hacer de todo. Él
parecía desconfiar pero lo convencí de que viniese, le dí mi número de celular.
En un momento me puse nervioso pues solo vi una foto, no lo conocía… podía ser
cualquiera. El corazón me latía fuerte en el pecho, tecleé la dirección de mi
casa. Me dijo que estaría en mi casa en media hora.
Faltaban
minutos. Fui corriendo a acomodar la cama, coloqué en la mesita de noche el
lubricante y preservativos, bajé las persianas y encendí las luces. Me dí una
ducha tibia, me peiné y me puse una toalla. Estaba asustado y a la vez excitado.
Teníá miedo de meter a un desconocido en mi casa, ¿y si tenía otras
intenciones?. La idea de ser cogido por un completo desconocido y mayor que yo en
mi propia casa, me ponía mal. De repente el celular sonó y brinqué. Se hizo un
silencio que fué interrumpido por el sonido del timbre de mi puerta… ¡había
llegado la hora!.
Bajé las
escaleras hasta la puerta, iba en toalla y las piernas me temblaban, algo en mi
cabeza decía que aún estaba a tiempo de echarme para atrás… abrí la puerta. Estaba
más nervioso que nunca, esperando a que el tipo subiera las escaleras y se
metiera en mi cuarto. Iba a tirar con él fuese quien fuese…
Estaba
sumido en la incertidumbre, ¿qué iba a hacer? Él frente a mí, deja caer un zapato
al suelo, comenzó a desnudarse. De nuevo silencio, contuve la respiración. Un
hombre cincuentón, con una barba muy poblada, un pecho bien formado, de pelo negro
y rizado y una barriga plana sin tener marcados los abdominales pero sin grasa.
La entrepierna dejaba ver un largo pene. Me miraba con ojos de vicioso. Cerró
la puerta y avanzó sigilosamente.
Sin mediar
palabra me volteó y sus fuertes manos abrieron mis nalgas. Su boca rodeada de
una barba gris comenzaba a besar mi culo. Sus manos empezaron a tocarme, un escalofrío
me recorría mientras su lengua se movía dentro de mí. Después de un rato de chuparme
el culo, me agarró con fuerza y me dió la vuelta poniéndome boca arriba, me
besó mientras sus manos me pellizcaban las tetillas. Ahora sus manos agarraban mi
guevo y metió un dedo en mi culo. Me agarró del pelo y me acercó la cara a su guevo:
¡Mámalo! Fue la primera palabra que salía de su boca desde que llegó a mi casa.
Comencé a mamar mientras se lo agarraba, pero me quitó las manos intentando
metérmela entera en la boca. Unos 19 cms y grueso atravesando mi boca y
golpeando mi garganta. Para mi asombro, entró completo, sentía que me
atragantaba… me lo sacó un poco para volverla a meter, así estuvo un rato. Su
respiración se aceleraba y comenzó a suspirar con voz ronca mientras me llenaba
la boca de leche. Me lo sacó y se desplomó en la cama. Le dí la espalda y pegue
mi culo a su flácido guevo mientras sus manos y un dedo jugaban con mi boca.
A los
minutos su guevo despertó. Se incorporó en la cama y me agarró de nuevo por el
pelo arrastrándome al borde de la cama y me puso en 4, agarró un condón de la
mesita… yo iba a agarrar el lubricante, pero no me dejó. Lo miré con cara de
susto y le susurré “por favor, despacio…”. Yo estaba en 4 en el borde de la
cama y el de pié restregando la cabeza de su guevo en mi culo, me agarró por la
cintura e intentó meterla de golpe… grité y le pedí que lo hiciera despacio, me
abrió el culo para penetrarme. Me agarro de las muñecas y de nuevo embistió
contra mí.
Me penetró
por completo, me dolía pero él hacía caso omiso. Un calambre recorrió mi espalda
y a medida que iba bombeando con más fuerza, empezó a gustarme. Sus movimientos
eran acompañados por los míos, mi mano le acariciaba su culo, me volteaba a
verle la cara de sucio que ponía. Tardaba demasiado en acabar, yo pensaba que
no iba a parar hasta partirme en dos, intenté quitármelo de encima, pero no me
dejó. Se me tiró encima y comenzó a cogerme con más fuerza, mis gemidos eran en
parte quejidos y súplicas pidiendo que parara. No sé cuanto tiempo tiramos,
pero después de un fuerte gemido tiró de mí con fuerza y se detuvo; sentí como
su guevo temblaba dentro de mi culo mientras soltaba su leche. Me lo sacó de
golpe y tiró el condón al suelo. De nuevo se acostó a mi lado y comenzó a tocarme.
En vista que
había acabado dos veces, supuse que se
vestiría y se iría, pero no. Tras 15 minutos de manoseos y pellizcos su pene
volvió a ponerse duro. Esta vez hicimos un 69, él encima y yo debajo, me su
succionaba el guevo demasiado y me metía el dedo en mi adolorido culo. Yo mamaba
su guevo pero él se dejaba de caer metiéndomela completa en la boca teniendo
arcadas y sin opción de salirme de esa pocisión.
Le
aparté la mano de mi culo, le dije que me dolía, pero él seguía, no escuchaba…de
repente se levantó de golpe y agarró otro condón de la mesita de noche, me miró
y me dijo “quiero acabar en tu culo” mientras se ponía el preserpativo. Yo esta
vez corrí a tomar el lubricante, le dije que me pondría encima de él. Él se
tiró en la cama boca arriba con su enorme guevo apuntando al techo, yo me coloqué
el lubricante y me monté, el culo me dolía… pero a pesar de eso me empujó con
fuerza hacia abajo. Su guevo entró con una facilidad increíble… comencé a
cabalgar, el me frenó, apoyó sus pies en la cama y empezó a embestir con tanta
fuerza que creía que me iba a desmayar del dolor, dejé que siguiera, el gimió y
antes de acabar, lo sacó y volvió a meter su guevo y acabó dentro de mí. Soltó
toda su leche, mi culo chorreaba semen y lubricante. Unos minutos más tarde, el
hombre dijo que era tarde, se vistió y se fue… yo bajé a abrirle la puerta. Me
dijo que nos volveríamos a ver…habló poco pero tiró mucho.
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